Una monumental exposición en Nueva York borra fronteras entre México y EE. UU.

Más de 85 años después de su destrucción a manos de Nelson Rockefeller, el monumental mural «El hombre controlador del universo», pintado en 1934 por el mexicano Diego Rivera, regresa triunfal a Nueva York.

La enorme reproducción de alta definición del electrizante mural encargado a Rivera para el Rockefeller Center en Manhattan, destruido cuando el millonario empresario se dio cuenta de que éste había incluido secretamente a Vladimir Lenin en la pintura, es parte de una gigante exposición en el Museo Whitney de Nueva York. Rivera volvió a pintarlo en México.

«Vida Americana: los mexicanos rehacen el arte estadounidense, 1925–1945», con más de 200 obras de 60 artistas mexicanos y estadounidenses, muestra la enorme influencia del arte mexicano en el estilo, los temas y la ideología del arte en Estados Unidos desde 1925 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Arte sin fronteras

Un hombre observa pinturas de Frida Kahlo
(izquierda y derecha) y Alfredo Ramos Martínez (centro).

Aunque «Vida americana» se prepara desde hace más de 10 años, es tanto más pertinente en tiempos de alta tensión entre Estados Unidos y México por la política antiinmigratoria del presidente Donald Trump.

«Una exposición como esta demuestra cuán importante y cuánta innovación y creatividad y energía llega del intercambio cultural entre naciones, que es realmente universal y no tiene fronteras», dijo a la AFP la principal curadora de la exposición, Barbara Haskill.

«Cuando los artistas trabajan juntos, de eso resulta algo enormemente más importante y vital», reflexionó.

Organizarla fue un tremendo desafío. Las obras provienen de más de 40 museos y más de 20 coleccionistas de todo el mundo, y se transportaron de a una, acompañadas en todo momento por un curador.

Algunas de las personas que prestaron sus obras «lloraban al despedirse de ellas en sus casas», contó Adam Weinberg, director del Museo Whitney, al presentar este martes la exposición a la prensa.

Una nueva narrativa

El Museo Whitney asegura que esta exposición reescribe la historia del arte, tornándola más exhaustiva e incluyente, al demostrar que fueron los mexicanos quienes más influyeron en el arte estadounidense de comienzos del siglo XX, más que los modernistas europeos y la Escuela de París.

Reproducción de Prometeo, de José Clemente Orzco.

En mexicanos como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, que tenían una temática socialista radical y representaban la historia de México y sus indígenas, muchos artistas estadounidenses hallaron inspiración para retratar el impacto de la Gran Depresión y las injusticias económicas y sociales que expuso.

Los artistas mexicanos proporcionaron un modelo convincente para expresar temas sociopolíticos relevantes para la vida cotidiana de las personas, dijo Adam Weinberg, director del Museo Whitney, al presentar la exposición a la prensa.

La curadora asistente Marcela Guerrero recordó cuando encargaron a Siqueiros pintar un gran mural en la calle Olvera de Los Ángeles -el más viejo de la ciudad- que fuera «un continente lleno de gente feliz y palmeras».

Trabajando en la noche junto a un grupo de artistas, Siqueiros pintó en 1932 «América Tropical», un cruento mural con un indígena crucificado sobre el cual vuela un águila, que se convirtió en «una inculpación del imperialismo estadounidense», según Guerrero.

«‘Vida Americana’ ofrece una nueva comprensión de la historia del arte (…) que reconoce la influencia del arte mexicano. Nos hace pensar en quiénes somos y dónde estamos hoy», dijo Weinberg.

La influencia de los grandes muralistas es innegable en artistas estadounidenses como Philip Guston, Charles Henry Alston, Jackson Pollock o Jacob Lawrence, según el Whitney. Varias de sus obras, como una notable serie sobre la migración de obreros afroestadounidenses del sur al norte de Estados Unidos de Lawrence, son parte de la exhibición.

Esta es también la oportunidad de ver obras que no llegan hace décadas a Estados Unidos, y de apreciar el «Baile de Tehuantepec» (1928) de Rivera, propiedad del empresario argentino Eduardo Costantini, que desembolsó por él más de 16 millones de dólares en 2016, en una compra fuera de subasta. La obra de arte latinoamericana más cara de la historia.

«Vida americana», con leyendas, audioguías y visitas guiadas bilingües en español e inglés -una novedad en el Whitney- podrá ser vista del 17 de febrero hasta el 17 de mayo.

La exposición viajará luego al Museo de Arte McNay de San Antonio, Texas, donde permanecerá hasta octubre.

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