Una maratón por semana, descalzo: el régimen atípico de Sidy Diallo

Sidy Diallo, de 64 años, recorre el planeta a veces al ritmo de un maratón por semana -como en Nueva York el domingo- para difundir los beneficios de correr descalzo, aún poco apreciados por la mayoría de los corredores.

«Veo un hombre sin zapatillas. ¡Cuidado con él!», dice el conductor de un taxi amarillo frente al delgado corredor que atraviesa Central Park.

Tras miles de entrenamientos y 63 maratones descalzo desde 2015, Sidy Diallo ya está acostumbrado a las miradas de extrañeza y a las reacciones de simpatía u hostilidad.

«Qué disparate. ¡Es idiota!», exclamó una espectadora durante su paso por el maratón de Chicago, hace tres semanas, recuerda este diplomático francés nacido en Guinea.

«Cuando la gente me ve así, les recuerda su parte animal, algunos se enojan (…), son agresivos», dice.

Otros se preocupan: «Se está lastimando los pies», dicen. «Veo el miedo en sus ojos», cuenta Diallo.

Este médico de formación, que terminó dedicándose a la diplomacia, descubrió la corrida tarde, a los 55 años. Utilizando zapatillas deportivas, corrió 100 maratones a partir de 2010.

En 2015, a los 60 años, buscando un nuevo desafío, comenzó a correr descalzo, al inicio con mucho dolor.

«Hay un precio a pagar (…) porque al comienzo duele. Hay que reapropiarse del pie, de las piernas. Hay que readaptar todo el cuerpo», afirma.

Como otros antes que él, Diallo regresa a los orígenes, el de los primeros hombres, para quien correr descalzo era una cuestión de supervivencia, no un pasatiempo.

Diallo y muchos corredores descalzos se inspiraron en el libro de Chris McDougall «Nacido para correr» (2009), que provocó una pequeña revolución en el mundo del «running».

Este estadounidense fue al encuentro de los tarahumaras, una tribu mexicana cuyos miembros son capaces de correr decenas de kilómetros por día calzando simples sandalias.

Volvió a aprender a correr, y millones le imitaron, privilegiando el primer contacto con el piso con la parte delantera del pie y no con el talón, una técnica inspirada en la carrera descalzo.

«Cuando corremos con zapatos, en cada zancada el impacto (usualmente con el talón) es de 100%», explica Diallo. «Cuando corremos descalzos, la amortiguación natural reduce el impacto» a 10% del valor inicial.

Varios estudios científicos concluyeron que este método es menos traumático para el cuerpo que el contacto con el talón, alentado por las acolchonadas zapatillas deportivas modernas.

Diallo, McDougall o Ira Rohde, presidente de la sección neoyorquina de la Sociedad de Corredores Descalzos, aseguran que correr sin zapatillas les ha librado de grandes lesiones.

«Te sientes bien»

Sin embargo, a pesar de la publicidad que gozó «Nacido para correr» y la creciente locura por la corrida en el mundo occidental en la última década, pocos son los que corren descalzos.

«En Estados Unidos, la moda de la carrera descalzo», que comenzaba a despegar hace 10 años, «terminó hace tiempo», estima Ira Rhode.

A pesar de un anuncio que publicitaba un encuentro de corredores descalzos la semana pasada, este rabino fue el único que acudió a la cita sin zapatos para su habitual recorrido del Central Park, bajo una ligera llovizna.

Experto en correr descalzo a campo traviesa, Ken Posner corre desde hace más de 20 años en Nueva York y solo recuerda haber cruzado siete corredores descalzos.

En más de 80 maratones o carreras más largas, solo ha visto tres.

Cree que esto se debe a las convenciones sociales. Para correr sin zapatos, uno debe estar dispuesto a llamar la atención, dice.

La técnica de la corrida descalzo implica asimismo saber desacelerar, «pero parece que hoy todo el mundo anda apurado».

Pero Posner, autor del libro «Running the Long Path» (Correr el largo sendero), cree que esta filosofía se popularizará, sobre todo en aquellos que ya utilizan zapatillas minimalistas, sin grandes suelas acolchadas.

Sidy Diallo concuerda, y asegura que al correr descalzo muchos tienen sensaciones inesperadas.

«Imagínate caminando en una playa de arena fina, o sobre el césped. Te sientes bien. Es la misma sensación, pero en XXXL.»

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