El calendario 2016 comienza a correr. El ambiente está repleto de buenos deseos y planteamiento de metas, unas veces como ocurrencias y sentimientos lanzados al aire, otras como verdaderos deseos de mejoras. Comenzar un año trae consigo diversos retos. El primero, quitarnos el óxido producto del período vacacional y tomar aire para lo que vendrá. El segundo, retomar agendas, planes, tareas pendientes, comenzar a recorrer una nueva carrera que conlleva innumerables imprevistos, capítulos sorpresivos, aciertos y errores. Tercero, y no menos importante, no olvidar. Corremos el riesgo de pensar que se trata de un nuevo ciclo, pero en realidad mucho de lo que se hace en un año nuevo es continuidad de lo vivido, experimentado o dejado a medias. Los años no son libros sueltos, son capítulos que representan la acumulación de nuestras vidas.
Este 2016 será ajetreado, al menos en su inicio, por lo que no se admite calentar motores. El ambiente previo y posterior a la toma de posesión de J. Morales consumirá buena parte del primer mes. En paralelo, se llevarán a cabo los juicios contra OPM y Baldetti, así como de otros implicados en los casos emblemáticos de 2015. Al mismo tiempo, se intensificará la lucha por alcanzar los sitios de honor en la nueva conformación de la Corte de Constitucionalidad. No olvidemos que la toma de posesión del nuevo Congreso estará totalmente empañada con la llegada de una nueva oleada de cuestionados. Esta variable se extiende a los alcaldes e integrantes de concejos municipales, aunque ese universo está marcado por la opacidad, ya que serán sus hechos los determinantes. Todo esto sucederá solo en enero, o lo que va quedando del primer mes.
La llegada presurosa de la Semana Santa representa un cuchillo de doble filo para el nuevo gobierno. Juega a su favor porque provee de respiro después de dos meses de inicio, donde el nuevo presidente y su equipo comenzarán a conocer el contenido de las gavetas de sus escritorios, los primeros aprietos, los descubrimientos inesperados. En negativo, porque antes que llegue la Semana Mayor deben establecerse las grandes líneas y primeras decisiones; de lo contrario, después de ese período lloverá sobre mojado y es previsible que las tácticas de contención fallen, tal como sucedió en 2015, cuando se destapó el caso La Línea, que se pasó llevando a Baldetti y Pérez, muy a pesar de quienes intentaron mantenerlo a flote, incluso pensando en mantenerlo con oxígeno hasta enero de 2016. Esos son algunos de los acontecimientos de mayor intensidad, pero al medio está otra realidad: la cruda evidencia de los pendientes, la escalada de crisis a más no poder. A eso se suma la puesta en escena de las nuevas peticiones. Sindicatos, empresarios, campesinos, organizaciones sociales y otros preparan sus listas que Santa Claus no dio cabida.
El globo puede inflarse al límite, como sucedió el año pasado, pero se resiste a reventar en la medida que existen los encargados de sacar pequeñas porciones y las procesan. Esta imagen sirve para ejemplificar por qué el agua no llega al río. Pero si no existen esos catalizadores o juegan por el lado equivocado, el globo pronto comenzará a llenarse hasta provocar una enorme presión que impedirá hasta la más pequeña señal de movimiento. Esa inmovilidad puede ser parcial o total. En el primer caso, afecta por momentos, resta velocidad, impide llegar a acuerdos sobre asuntos de fondo, inclina la balanza hacia la atención de lo inmediato para aprovechar los lapsos de menor presión. El segundo caso es más grave; los momentos de lucidez se reducen al mínimo, el trabajo tipo bomberos se vuelve cotidiano, aumenta la incertidumbre y los aliados toman distancia. El problema para Morales radica en que su globo comenzó a llenarse con anticipación a que tenga control del inflador. Es probable que esa tendencia continúe y cuando se dé cuenta sea tarde para manejar por cuenta propia, y se acomode a que el timón sea llevado por otros hacia rumbos en donde no tenga ni voz ni voto. Para algunos de sus cercanos, ese es precisamente el objetivo a perseguir.
Antes de que llegue la Semana Santa deben establecerse las grandes líneas y primeras decisiones. De lo contrario, después de ese período lloeverá sobre mojado y las tácticas de contención fallarán.