Mucho le duró al presidente Morales. A pesar de los intentos de salvaguardarlo y hacerlo ver como gobernante de verdad, el castillo de naipes ha comenzado a caer. Lo dramático del asunto es que no ha sido necesario, aún, un evento propio de la actual gestión.
Ha sido un evento sucedido hace poco menos de dos años el que ha servido como detonante. Aunque se le quiera ver como un resbalón cometido por dos personajes del primer círculo de la familia presidencial, tal parece que el asunto es más que el manejo equivocado de unas facturas por complacencia.
Dos indicadores sirven para ello: el primero, el rápido anuncio del propio presidente que intenta salvar alguna acción de los órganos jurisdiccionales e incluso se anticipa a la fotografía que ya nos acostumbramos (conferencia de prensa del Ministerio
Público). Ese hecho sirvió de aparente amortiguador de un golpe fuerte, que en definitiva constituye la primera crisis política evidente.
Una crisis es una coyuntura compleja, que reúne varios eventos que rompen lo que ha querido verse como normal funcionamiento del sistema político. En el caso en particular, hay un matiz importante: no hay tal rompimiento, sino simplemente corroborar lo que sucede en el escenario real.
Los niveles de colusión son enormes y dramáticos; la fragilidad del Gobierno es de tal extremo que lo ocurrido es una implosión. No se necesitó de una crisis real, que puede incrementarse y difícilmente paliarse en las siguientes semanas. Más bien se trata de la continuidad de la dinámica iniciada el año pasado, una suerte de nuevos episodios. Cambian los nombres de los actores, los tiempos; no así las tensiones y contradicciones.
¿Qué tipo de crisis? algunos han querido ver este tipo de sucesos solo desde la perspectiva institucional. Pero los ingredientes son más poderosos, propios de una crisis estructural que asoma por diversos lados, que se seguirá repitiendo en la medida en que los remediales profundos sigan sin asomar.
Como crisis al fin, es previsible que sigan apareciendo eventos a manera de secuencia; acontecimientos que tendrán mucho de parecido porque se trata de momentos de un mismo proceso político. Es algo así como vueltas que se dan a un mismo tornillo para seguir profundizando el agujero. Lo interesante está en identificar el complejo juego de tramas, interrelaciones e interdependencias que dan forma dinámica al proceso político. Hijo y hermano son dos piezas del momento, ayer lo fue el propio binomio y buena parte del gabinete patriota. Así lo han sido las estructuras que tomaron control del IGSS, RENAP, Congreso, Registro de la Propiedad, entre toda una gama de instituciones. Las lógicas de actuación han sido las mismas o muy parecidas entre sí. Allí radican las dinámicas propias de una crisis que continúa y ahora arrastra a una cohorte que quiso vender una imagen irreal.
Seguimos experimentando momentos propios de la fase de escalada y agudización de la crisis. La resolución está lejana.