Trump sube a la arena de los gigantes del sumo

Tokio, Japón

El presidente estadounidense Donald Trump asistió este domingo a una competición de sumo en Tokio e incluso subió a la arena de Ryogoku Kokugikan para entregar un premio, desatando los gritos entusiastas del público.

Trump, quien con esta visita ha sido el primer líder extranjero que se reunió con el nuevo emperador Naruhito, llegó al estadio este domingo sonriendo y con el puño en alto para saludar a más de 10.000 espectadores.

El público de sumo se sienta en cojines en el suelo, pero, protocolo obliga, el primer ministro japonés Shinzo Abe y su esposa Akie –que llevaron a Trump y a su esposa Melania a la competición– hicieron preparar cuatro sillas.

A la llegada de Trump la multitud pareció olvidarse por un rato del deporte y todas las miradas –y miles de teléfonos celulares– convergieron sobre el visitante y su esposa para filmar el acontecimiento.

Pero, aficionados al sumo por sobre todas las cosas, luego de unos minutos la acción se reinició en la arena y todo el mundo pareció olvidar al presidente extranjero, al menos por un rato. 

Mientras los colosos se acuclillaban y se embestían, el público pasaba según las incidencias de la angustia a los gritos de júbilo y de regreso al suspenso.

El presidente estadounidense pareció  sorprendido por la feroz y hercúlea lucha, que a menudo solo duraba unos segundos.

Su larga experiencia como espectador y promotor de la lucha profesional estadounidense fueron de poca ayuda para Trump Su aire jovial lo abandonó y, con la excepción de algunas palabras intercambiadas con su esposa o el primer ministro Abe, permaneció congelado, mirando al frente.

El luchador japonés Asanoyama perdió su última pelea, pero tenía la ventaja suficiente para obtener el título de campeón.

La Copa de Trump

Asanoyama volvió a la arena para recibir la copa de los organizadores. Luego Abe le ofreció otro trofeo –aun más grande–, y finalmente fue el turno del visitante quien entregó una copa todavía de mayor volumen llamada «Copa del Presidente», pero ya rebautizada como la «Copa Trump».

Este trofeo llegó a la arena bajo un lienzo blanco y una vez en el centro fue descubierta por un responsable del torneo vestido de forma tradicional.

Plateada, con grandes asas un águila en la parte superior, el trofeo generó exclamaciones de admiración de los espectadores.

Trump, una vez en la arena para entregar el trofeo, leyó una corta presentación y fue aplaudido cuando anunció la fecha a la manera japonesa: «26 de mayo, año 1 de la era Reiwa».

Luego hizo las delicias de los fotoperiodistas cuando al alzar la copa ayudado por un funcionario de la organización, hizo gestos de dolor como si el peso del trofeo estuviese a punto de romperle la espalda.

Y en medio de los aplausos, Trump estrecho la mano del campeón, de su anfitrión Abe y rápidamente la pequeña comitiva abandonó el sitio, dejando al competidor Asanoyama solo en el centro de la arena disfrutando su gloria.

En realidad casi solo. Porque Trump no pudo con su genio y a medio camino se detuvo todavía algunos segundos para saborear el  ambiente: él, el campeón, el centro de atención, la multitud.

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