¿Creó un grupo de mercenarios racistas un falso programa de vacunación para inocular el virus del sida a sudafricanos negros? Aunque parezca inverosímil, es lo que afirman haber descubierto los autores de un documental que se estrena esta semana en Estados Unidos.
La película «Cold Case: Hammarskjold», del director danés Mads Brugger, se centraba inicialmente en un misterioso accidente de avión ocurrido en 1961 en la actual Zambia, en el que murió el entonces secretario general de la ONU, Dag Hammarskjold.
Durante su trabajo, Brugger se entrevistó con un exmiembro de un grupo paramilitar clandestino que había mantenido supuestamente vínculos con el régimen sudafricano del apartheid. Ese hombre, Alexander Jones, le afirmó que su organización había realizado investigaciones sobre el VIH en los años 1980, con el objetivo de eliminar la población negra del país transmitiéndole el virus.
«Estábamos en guerra», declara Jones en el documental. «Los negros de Sudáfrica eran los enemigos».
Nada demuestra que esa conspiración supremacista blanca se haya llevado a cabo, y los científicos creen que, de todas formas, los medios técnicos de aquella época no lo habrían permitido.
Los documentalistas lograron, sin embargo, encontrar en Sudáfrica el rastro de clínicas dirigidas por el fallecido líder del grupo paramilitar, Keith Maxwell.
Este pretendía buscar una cura al sida, pero no tenía ninguna formación médica y mencionaba en público su fascinación por las armas biológicas. El equipo de la película entrevistó a testigos que afirmaron que Maxwell había inyectado presuntas vacunas a pacientes negros.
«No hay nada más fácil para obtener una cobaya humana que vivir en un sistema de apartheid», dice Alexander Jones en la película.
«Los negros no tienen ningún derecho y necesitan tratamientos médicos. Un ‘filántropo’ llega diciendo: ‘voy a abrir clínicas y curaros’… El lobo está en el redil», agrega.
«Entiendo que lo que dice Jones es escandaloso», reconoce Brugger. «Pero hasta ahora lo que nos dijo y lo que pudimos comprobar se ha verificado», asegura.
Teorías conspirativas
Las teorías conspirativas sobre la contaminación deliberada de los africanos por el virus del sida son numerosas y fueron alimentadas por la Unión Soviética al final de la Guerra Fría.
Una desinformación que puede ser especialmente nefasta para las campañas de vacunación, sobre todo en los países con una fuerte prevalencia del sida, como Sudáfrica.
A pesar de las críticas suscitadas por la difusión del documental en el prestigioso festival de Sundance en enero, Brugger, que recibió varios premios en su carrera, defiende su trabajo y el camino seguido en su documental.
El cineasta llegó hasta el polémico grupo paramilitar llamado Instituto Sudafricano para la Investigación Marítima (SAIMR), tras el descubrimiento de documentos en los archivos del gobierno sudafricano en los que se mencionaba un posible atentado con bomba contra el avión de Dag Hammarskjold.
Brugger llegó hasta Alexander Jones, que afirmó que el SAIMR derribó el avión del diplomático sueco.
A raíz de sus hallazgos, el equipo de la película celebró un encuentro entre Jones e investigadores de la ONU que trabajan en un informe sobre la catástrofe aérea. Una reunión confirmada a la AFP por un portavoz de Naciones Unidos y que confirma, según Brugger, la credibilidad de su testigo.
Numerosas incógnitas persisten, sin embargo, sobre la veracidad de la tesis defendida por el documentalista.
Muchos dudan, por ejemplo, que el SAIMR haya existido realmente, fuera de la mente fantasiosa de Keith Maxwell, un personaje excéntrico que vestía como un almirante británico del siglo XVIII.
Una investigación del New York Times sugiere que Jones negó inicialmente la existencia del proyecto de investigación sobre el VIH, y que sólo fue después de hablar con el equipo de la película cuando decidió declarar ante la cámara que estaba al tanto de esa iniciativa.
Consultado por la AFP, Brugger admitió que pudo haber algunos casos de «contaminación mutua» porque su equipo pasó mucho tiempo hablando con Jones. «Pero estoy seguro de que la mayor parte de lo que nos dijo no le fue sugerido por nosotros», afirma.
Según Onusida, Sudáfrica vive «la mayor epidemia de VIH en el mundo» y acoge al 19% de las personas que tienen el virus en todo el mundo, esto es, más de siete millones de personas en 2016.