Nicaragua celebra una mascarada de elecciones mañana, de donde saldrá victorioso Daniel Ortega, luego de encarcelar a todos los opositores que podían ganarle en las urnas.
Gonzalo Marroquín Godoy
En los últimos dos años de dictadura, la repulsa mundial se hizo cada vez más patente. En los dos últimos años la dictadura incrementó su índice de criminalidad de manera ostensible. En los dos últimos años el robo del dictador y sus cómplices se volvió descarado…
Interesante. Esto es una parte del discurso que leyó ante las Naciones Unidas… ¿quién? Nada menos que Daniel Ortega, el 28 de septiembre de 1979, luego que la revolución sandinista derrocara al dictador Anastasio Somoza Debayle. Sacaba pecho el entonces comandante, prometiendo convertir a Nicaragua en un país diferente.
Cada palabra de ese discurso podría aplicarse hoy a su tiránico régimen, luego que él se convirtiera en un dictador igual o peor que aquel a quien derrocó con sufrimiento y sangre del pueblo nicaragüense. Todo lo hecho por Somoza, Ortega lo ha igualado e incluso en algunos casos lo ha superado.
En efecto, en los últimos años de la dictadura de Ortega y su esposa Rosario Murillo, la repulsa mundial se hizo cada vez más patente. La Unión Europea (UE) ha censurado a la dictadura por violaciones descaradas a los derechos humanos. Lo mismo hizo recientemente la OEA –curiosamente con la inexplicable abstención de Guatemala– y son pocos los países aliados que se atreven a levantar su voz en defensa de lo que viene sucediendo en el hermano país.
También la dictadura de Ortega incrementó su índice de criminalidad de manera ostensible, y para muestra, podemos recordar los más de 300 muertos que se registraron en las protestas de 2018, y cientos más que han sido asesinados después de eso por el régimen.
Y aquello de que el robo del dictador y sus cómplices se volvió descarado, también se puede aplicar a la pareja y familia gobernante. Se decía que Somoza era dueño de media Nicaragua –sus negocios– y lo mismo se puede decir del nuevo dictador. Solamente hay dos diferencias sustanciales: 1.- El primero era un dictador de derecha y el segundo de izquierda; 2.- Uno gobernó con látigo en el siglo XX, mientras el otro lo hace en pleno siglo XXI.
En los últimos meses, en la medida que se acercaba la fecha de las elecciones, Ortega intensificó la represión contra sus opositores, llegando al extremo de retorcer y manipular leyes y el sistema judicial, para encarcelar a todo aquel que se opone a sus prepotentes pretensiones y su desmedida ambición.
Así limpió el camino de posibles candidatos, líderes opositores, periodistas. En estos pocos meses encarceló al menos a 46 enemigos del régimen, con acusaciones verdaderamente ridículas –como conspirar contra la soberanía–, pero con el beneplácito de jueces y cortes.
En aquel mismo discurso, Ortega dijo sobre la dictadura somocista: …no tiene parangón en América Latina. Ahora se podría decir que solamente Venezuela y Cuba son dictaduras capaces de competir con la nicaragüense en materia de reprimir derechos y libertades ciudadanas.
¿Cómo logra mantenerse en el poder un dictador en pleno siglo XXI? Veamos sus acciones estratégicas: Acabó con la independencia entre poderes del Estado; todas las instituciones responden a las órdenes del binomio Ortega-Murillo; controla la información, no existe libertad de prensa; las fuerzas de seguridad actúan de forma violenta y represiva; repudia a la iglesia católica; y utiliza la justicia para acosar a opositores y llevarlos a la cárcel.
Ortega ganará su sexto mandato presidencial, que sería el cuarto consecutivo, aunque en el siglo XX gobernó en dos períodos diferentes, uno como Coordinador de la Junta de Gobierno –con plenos poderes–, y otro como presidente electo por voto popular. Si termina el siguiente período estaría al frente de su país por 27 años, casi lo mismo que los dos Somoza (padre e hijo).
Para las elecciones de mañana habrá poca observación internacional, la oposición no pudo presentar candidatos –la principal opositora, Cristina Chamorro está en la cárcel injustamente– y para colmo de males, las autoridades electorales también responden a los intereses del orteguismo.
Se espera que gran parte de la comunidad internacional desconozca el triunfo de Ortega en las urnas por las violaciones a los derechos políticos de los nicaragüenses. Veremos que hace o dice Guatemala. Lo que sí es cierto, es que Nicaragua se ha vuelto –¡además!– en refugio para corruptos de la región.