“Sin el golpe de la CIA en Guatemala, Fidel probablemente no se habría radicalizado”, dice Vargas Llosa

El escritor peruano Mario Vargas Llosa presentó este martes su novela «Tiempos recios», una nueva zambullida en la historia latinoamericana para abordar el golpe de Estado en Guatemala a mediados de los años 1950, que marcó el devenir de la región por décadas.

Mezclando historia y ficción, al igual que en «La Fiesta del Chivo» (2000) con la que comparte personajes, el libro desnuda «la cara más anticuada y retrógrada de una América Latina» de las dictaduras que afortunadamente «va desapareciendo», indicó en rueda de prensa en Madrid.

La nueva novela del Premio Nobel de Literatura, a la venta desde este martes en América Latina, España y Estados Unidos, usa historias cruzadas para componer los años alrededor del golpe de Estado contra Jacobo Árbenz en 1954.

Árbenz era un presidente elegido democráticamente que buscó modernizar a Guatemala, pero en plena Guerra Fría.

La poderosa empresa estadounidense United Fruit se sintió amenazada por sus reformas sociales, y fue acusado de ser un agente soviético por Washington, que usó a la CIA para derrocarlo.

Un grave error, en opinión de Vargas Llosa, ya que fue «un hecho neurálgico» que reverberó en toda América Latina y que la condicionó por décadas.

Medio siglo de atraso

La caída de Árbenz propició una imagen negativa de Estados Unidos y «llevó a muchísimos jóvenes latinoamericanos, yo entre ellos, (…) a descreer en la democracia y pensar en el socialismo, en el paraíso comunista, en la revolución a la manera de los cubanos, y abrió un periodo terrible de matanzas y terrorismo» en la región, señaló.

«Si Estados Unidos en lugar de derrrocar a Árbenz hubiera apoyado las reformas (…) probablemente otra sería la historia de América Latina, probablemente Fidel Castro no se hubiera radicalizado y vuelto comunista», ni tampoco el Che Guevara, quien, en Guatemala en ese momento, se refugió en la embajada argentina al desatarse la «fiebre anticomunista».

«Eso nos atrasó medio siglo más», dijo el escritor peruano de 83 años, quien en su juventud fue seducido por la Revolución Cubana, pero luegó renegó de ella y desde hace décadas es un ardiente defensor de las democracias liberales.

De todas maneras, el autor de «La ciudad y los perros» y «Conversación en la Catedral» aclaró que su nuevo libro «es una novela» y no «un libro de historia».

«Me pongo a investigar para mentir con conocimiento de causa, para poder crear, fantasear a partir de material real», señaló Vargas Llosa, quien debió documentarse sobre «los sabores, los colores» y el voseo en el hablar de los guatemaltecos.

El Chivo, de nuevo protagonista

La idea del libro le llegó hace unos tres años en una cena multitudinaria en Santo Domingo, a la que asistió por compromiso, y donde un periodista le dijo que le compartiría un relato.

Vargas Llosa temió que iba a ser otra historia como otras que le suelen contar para que las escriba, y que él desecha con fastidio, pero en esta ocasión sí quedó «muy intrigado», porque tenía que ver con protagonistas de «La Fiesta del Chivo»: el dictador dominicano Rafael Trujillo y su «asesino favorito», Johnny Abbes García.

Éstos habrían jugado un papel destacado en el derrocamiento de Árbenz comandado por el coronel Carlos Castillo Armas, y el asesinato de ese último tres años más tarde, en unos hechos aún no dilucidados del todo.

«Probablemente esta historia no me hubiera atraído tanto si no hubiera escito ‘La Fiesta del Chivo’, porque quedé muy fascinado con los personajes» de esa novela, editada en 2000, dijo Vargas Llosa.

Pese a tener una carrera de más de 60 años, que le han merecido además del Nobel numerosos premios como el Cervantes y el Príncipe de Asturias, Vargas Llosa confesó sentir «terror» y «pánico» ante la página en blanco.

«Con las artes, la práctica no da seguridad, al contrario, yo me siento más inseguro ahora al comenzar una novela que cuando escribí mis primeros cuentos», señaló.

Quizás sea «el temor de decepcionar a un público que uno sabe que ya tiene» o el tener que aislarse «con fantasmas, sueños, fantasías y materiales que tienen que convertirse en literatura», agregó.

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