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A lo largo de la historia, Guatemala ha recibido flujos significativos de inmigrantes: europeos, españoles, ingleses, belgas e italianos. El factor económico ha sido siempre determinante para la llegada de extranjeros, pero pocos han tenido un impacto tan fuerte como los alemanes que, atraídos por la producción de café, se asentaron principalmente en el norte del país y han dejado huella.
Redacción de Crónica Cultura
Era un período de guerras y confrontaciones. Entre 1844 y 1865, el conservador Rafael Carrera se opuso a la Federación Centroamericana y recurrió a alianzas con los ingleses —dejando de lado el reclamo de Belice— para obtener armas y un mayor comercio con Europa. Eso generó un flujo migratorio significativo de ingleses principalmente provenientes de territorio en disputa.
Pero no solamente fueron ingleses los inmigrantes, porque, en realidad, ese primer flujo obedeció a un intento de colonización específico. La historiadora Regina Wagner, en su obra Actividades empresariales de los alemanes en Guatemala, 1850-1920, se refiere a la primera ola de migración de europeos, que ella establece entre 1847 y 1870, al respecto dice:
En Guatemala, el primer proyecto de colonización se formó en 1834, al otorgársele a la Eastern Coast of Central America Comercial and Agricultural Company de Londres la concesión de colonizar los departamentos de la Verapaz, Livingston y Santo Tomás. Luego, al no poder cumplir con las condiciones establecidas, perdió sus derechos, que fueron adquiridos por la Compañía Belga de Colonización que se formó en 1841 bajo el patrocinio del rey de Bélgica y que se asentó en Santo Tomás de Castilla. Con esta colonización llegaron los primeros inmigrantes alemanes de la región de Renania a Guatemala.
Sin embargo, ambos proyectos de colonización colectiva fracasaron no solo en sus propósitos —que eran los de crear un núcleo de desarrollo agrícola e industrial en la costa del Atlántico, activar el comercio y crear nuevas fuentes de bienestar—, sino que también en su organización.
A la muerte de Carrera, en 1865, principia la caída de los conservadores, hasta que llega la Reforma Liberal, en 1871, de la mano de Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios, quienes introdujeron cambios significativos en la política y economía nacional, específicamente en la agricultura: apostaron por un cambio en la tenencia de tierras, modificaron el llamado reglamento jornalero y promovieron el cultivo masivo del café, que no solo requería mano de obra masiva para su producción, sino que, además, principiaba a tener gran demanda en el mercado mundial y europeo.
Wagner destaca que en los últimos años del siglo XIX y principios del XX, la actividad cafetalera se convierte en base de la economía del país, y explica que con muchas tierras sin producir, la visión de los liberales fue la de promover la colonización y fueron los alemanes los que más aprovecharon las condiciones que se estaban dando.
Antes de la apertura de los liberales para la colonización de alemanes, las relaciones comerciales y consulares con Alemania fueron impulsadas por Carl Rudolph Klee, y luego las continuaron otros comerciantes de esa nacionalidad.
Junto a la colonización se daba también la inversión de capital alemán en el comercio y la comercialización de café, ya que lo hacían de manera directa con las casas mercantiles de Hamburgo y Bremen. La historiadora hace referencia a que esa época coincide con la formación y fortalecimiento del imperio alemán, que se proyectaba en el plano internacional.
Por la calidad y disponibilidad de las tierras, los alemanes se asentaron en la región de Alta Verapaz, la cual hicieron altamente productiva. Un censo realizado en 1897, da cuenta de que los alemanes —150 hombres y más de 31 mujeres— poseían 3 mil 528 caballerías, más de la tercera parte del departamento, las que adquirieron por medio de compra en subastas, como se estableció por los liberales.
Economía pujante
El importante comercio del café se robusteció por la gestión de dos alemanes, Heinrich Rudolph Dieseldorff y Franz Sarg, quienes también eran productores y terratenientes en Alta Verapaz.
La zona adquiere tanta importancia que el presidente Barrios ordena la construcción de la carretera Cobán-Guatemala para promover más inversión alemana. Sobre aquel momento, Wagner escribe:
El clima templado de la región y la prodigiosa fertilidad de la tierra atrajeron a innumerables pioneros a esta región, cuyo aislamiento geográfico creó así un área en la cual los alemanes fueron con mucho el grupo más numeroso de los portadores de la cultura occidental europea, que durante los setenta años siguientes llegó a dominar económica y en gran parte socialmente la Alta Verapaz y la mayor parte de la Baja Verapaz. En la década de 1880, la colonia alemana en Guatemala era aún pequeña.
Durante el gobierno de Manuel Lizandro Barrillas se suscribió un tratado Guatemala-Alemania que concedía grandes beneficios y, sobre todo, protección a los inversionistas alemanes, que tenían garantía de que se respetarían sus propiedades, la nacionalidad de los hijos legítimos nacidos aquí y, tal vez lo más relevante comercialmente, que adquirían los derechos y libertades de la Nación más favorecida, es decir, lo mejor de dos mundos, lo que favoreció el desarrollo de esta colonia de manera significante en la producción y comercialización del café, pero también el país progresaba en materia de infraestructura.
Esa bonanza provocó que más alemanes vinieran al país. Otra parte del texto de Wagner permite comprender lo que sucedió entre el final de un siglo y el principio del otro:
El comercio exterior de Guatemala, que hasta la década de 1880 todavía había estado dominado por Inglaterra, había sido suplantado hacia 1900 por Alemania y los Estados Unidos de América. Los alemanes controlaban gran parte del comercio exterior y algunas de las mejores plantaciones cafetaleras tenían la ventaja de obtener hipotecas y adelantos sobre las cosechas de casas comerciales y bancos de Hamburgo y Bremen. Las transacciones de este negocio eran ejecutadas directamente con casas comerciales de Londres, Hamburgo y Bremen […].
Así como crecía el número de alemanes que se dedicaba a la caficultura, cada vez había más dedicados al comercio, no solo en Cobán, sino también en Quetzaltenango, Retalhuleu y ciudad de Guatemala. Con capital alemán se construyeron tramos carreteros y de ferrocarril, así como plantas hidroeléctricas, al tiempo que se fortalecía la participación alemana en el campo financiero.
Los historiadores reconocen que a principios del siglo XX y hasta la Primera Guerra Mundial, la influencia de la colonia alemana en Guatemala era tan fuerte e importante, que hacía que ese fuera el país más influyente ante los gobiernos guatemaltecos.
La historiadora Wagner describe cómo se alimentaban esas relaciones bilaterales:
La tarea de los ministros plenipotenciarios alemanes en Guatemalan era la de mantener la buena voluntad del gobierno guatemalteco hacia los alemanes en el país y defender los intereses de los mismos. Los informes políticos, económicos y consulares que se enviaban continuamente a Berlín, servían de base para que el Ministerio del Exterior del Imperio Alemán formulara su política respecto a Guatemala. Estos informes consulares eran publicados en el Deutsche Handels-Archivo, así como en el Berichte über Handel und industrie o en el Nachrichten für Handel und Industrie de Berlín, o en periódicos tales como el Hamburgischer Correspondent, el Norddeutsche allgemeine Zeitung y otros, con la finalidad de mantener informados a los círculos de inversionista e influir así en la actitud de los banqueros y hombres de negocios alemanes, quienes eran los principales promotores de las relaciones comerciales con Guatemala.
Para comprender un poco la importancia que Alemania concedía a los intereses de los alemanes en Guatemala, basta con mencionar que, en momentos de situaciones políticas internas complejas en nuestro país, se enviaron buques de guerra alemanes a las costas guatemaltecas con el fin de proteger y garantizar los intereses de los ciudadanos alemanes.
Durante la Primera Guerra Mundial, las relaciones bilaterales con Alemania cambiaron radicalmente y también se deterioró la posición privilegiada de los alemanes residentes en el país. Primero, en 1914, Guatemala se declara neutral el 12 de agosto, y en poco tiempo, la diplomacia estadounidense principia a influir más que la nación europea, al extremo de que en abril de 1917, Guatemala rompe relaciones diplomáticas y año después se produce una declaración de guerra y se intervienen las empresas y fincas de los ciudadanos alemanes.
Esta intervención duró hasta el fin de la guerra en octubre de 1919, pero no es más que hasta el derrocamiento de Estrada Cabrera, en junio de 1921, que las fincas son devueltas oficialmente a sus dueños, quienes volvieron a incrementar sus producciones, pero sin alcanzar ya la influencia que tenían previo a la Guerra Mundial.
Con el ascenso al poder en Alemania de Adolf Hitler y el nazismo, se observa simpatía hacia ese movimiento político de parte de muchos de los ciudadanos alemanes en el exterior. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la historia se repite con esta colonia, por más que el presidente Jorge Ubico tenía fuerte simpatía hacia los gobiernos autoritarios de Alemania e Italia.
Al igual que en la Primera Guerra Mundial, se procedió a despojarlos de sus tierras y negocios. Ya para entonces habían incursionado también en el negocio de la producción del azúcar, con grandes inversiones en ingenios.
En la actualidad se estima que la colonia alemana en Guatemala es la más grande de Centroamérica —unas 5.000 personas—, aunque muchos de ellos ya no tienen la nacionalidad europea.
El Colegio Alemán es una de las instituciones alemanas que llegaron al país, producto de la inmigración de ciudadanos de ese país.
La introducción del ferrocarril en Alta Verapaz se hizo con financiamiento y capital alemán, para desarrollar las fincas cafetaleras del departamento.
Producto de las guerras mundiales, los gobiernos de Guatemala intervinieron las empresas alemanas, incluso el Colegio Alemán.