El Senado de Brasil se dispone esta semana a suspender a la presidenta del país, Dilma Rousseff, para someterla a un juicio político por supuesto maquillaje del presupuesto, en el auge de una profunda crisis que tiene en vilo al gigante sudamericano.
Sondeos y analistas coinciden en que éstas podrían ser las horas finales del mandato de la primera presidenta de Brasil, una exguerrillera de 68 años reelegida hasta 2018 que denuncia un «golpe parlamentario» en su contra.
A menos de tres meses de los Juegos Olímpicos, que comienzan el 5 de agosto en Rio de Janeiro, Brasil está sacudido por la batalla por el ‘impeachment’ (el juicio político), una recesión económica que se anticipa como la peor en un siglo y una enorme investigación por corrupción en la estatal Petrobras que tiene a decenas de políticos y grandes empresarios en el punto de mira.
El pleno de 81 senadores votará el miércoles si acepta o rechaza la recomendación de una comisión especial del Senado que aprobó hace tres días por holgada mayoría la destitución de Rousseff y apartarla del poder por hasta 180 días mientras se tramita el proceso y se llega a una sentencia definitiva.
Si es suspendida esta semana, el vicepresidente Michel Temer, un exaliado del gobierno que se ha convertido en su principal enemigo, asumirá la presidencia de forma interina. Y si Rousseff es finalmente juzgada culpable, Temer, del partido de centroderecha PMDB, quedará al frente del país hasta 2018.