- El Movimiento Semilla ha sufrido la cancelación, pero también se ha visto agobiado por las divisiones internas… y ahora afloran acusaciones contra sus dirigentes, incluido el presidente Arévalo.
El Movimiento Semilla llega al final de 2025 convertido en el eje del poder Ejecutivo, cancelado como partido, con una bancada dividida en el Congreso y ahora con un exdirigente financiero que acusa públicamente a la cúpula de corrupción y falta de transparencia.
A la presión permanente del Ministerio Público (MP) y las resoluciones del juez Fredy Orellana, se suman las pugnas internas en la bancada oficialista e incluso rumores de tensión entre el presidente Bernardo Arévalo y la vicepresidenta Karin Herrera, que el propio gobierno se ha visto obligado a desmentir en varias ocasiones.
El resultado es un oficialismo que cierra el año gobernando, pero políticamente más frágil que cuando lo empezó.

Un partido cancelado que nunca terminó de levantarse
El origen del laberinto jurídico de Semilla se remonta a 2023, cuando el juez Fredy Orellana, a solicitud del MP, ordenó la suspensión provisional de la personalidad jurídica del partido por presuntas irregularidades en su constitución. Esa decisión fue ejecutada por el Registro de Ciudadanos del TSE y solo quedó en pausa mientras concluyó el proceso electoral de 2023, tras lo cual volvió a tener efecto hasta su posterior cancelación.
En 2024, el Congreso aprobó una reforma legal que abría la puerta para levantar la suspensión del partido. Sin embargo, en la práctica, el tema quedó en una zona gris que el propio Legislativo ha utilizado: en febrero de 2025, el presidente del Congreso, Nery Ramos, sostuvo públicamente que “nunca fue habilitado el partido Semilla”, argumento con el que justificó negar el reconocimiento pleno de la bancada oficialista, que no tiene representación en la instancia de jefes de bloque.
Así, Arévalo llegó a su segundo año de gobierno con una organización que, jurídicamente, sigue marcada por la decisión de Orellana y por un caso penal —“Corrupción Semilla”— que el MP mantiene vivo como uno de los principales instrumentos de presión política.
El asedio y el caso “Corrupción Semilla”
En la narrativa oficial, el presidente ha insistido en que la Fiscalía encabezada por Consuelo Porras es “uno de los principales focos del asedio a la democracia” y que el uso del caso Semilla forma parte de una estrategia para debilitar su mandato, aunque nada o casi nada se ha hecho para retsirar del cargo a la fiscal general.
Dentro del expediente “Corrupción Semilla”, el exsecretario de Finanzas del partido, Salvador Noé Batz Chuc, aceptó en marzo de 2025 los cargos de financiamiento electoral no registrado y de violaciones a la fiscalización de fondos, en el marco de la Ley de Aceptación de Cargos. Esa decisión le permitió recuperar su libertad, pero lo dejó marcado como uno de los condenados en el caso que el MP utiliza para justificar la persecución contra el partido.
Ahora, Batz ha reaparecido en escena con un extenso comunicado —que ahora circula en redes y que acompaña este análisis— en el que asegura que los “verdaderos responsables” siguen libres y señala directamente a figuras como Samuel Pérez, Patricia Orantes, Ligia Hernández y a la ministra de Educación Anabella Giracca, además del propio presidente Arévalo
Orantes,, en lo que podría calificarse como «respuesta», señala que Batz ya aceptó cargos ante la justicia y que, con sus declaraciones «busca presentarse como víctima después de haber admitido responsabilidad».
El episodio llega al final de un año en el que el oficialismo ha intentado presentarse como víctima de un aparato judicial cooptado, pero ahora enfrenta acusaciones que nacen de su propia historia interna.
La bancada se parte en dos: Semilla y Raíces
En paralelo al frente judicial, el oficialismo sufrió en 2025 una fractura política en el Congreso. El llamado “bloque oficialista” se dividió cuando, en medio de la suspensión dicta por el juez Orellana, un grupo de diputados decidió impulsar la formación de un nuevo partido, Raíces.
Esa ruptura redujo el margen de maniobra del Ejecutivo: el oficialismo pasó de un bloque relativamente compacto a una aritmética parlamentaria más frágil, en la que cada votación relevante exige negociar con varias fuerzas a la vez. Tanto Semilla como Raíces han terminado reproduciendo prácticas criticadas en anteriores legislaturas, incluyendo alianzas de madrugada para aprobar presupuestos polémicos, lo que ha erosionado el discurso original de “renovación ética” y «lucha contra la corrupción» con el que el partido llegó al poder.
La división también ha sido leída como un síntoma de las tensiones dentro del círculo cercano de Arévalo, donde conviven viejos militantes de Semilla, aliados de la sociedad civil y operadores que, según análisis de la prensa, pertenecen a distintos “anillos de confianza” alrededor del presidente.
Rumores en el binomio: Arévalo y Herrera bajo la lupa
Sobre este telón de fondo, 2025 estuvo atravesado por versiones de distanciamiento entre el presidente y la vicepresidenta. Distintos espacios mediáticos registraron discrepancias públicas en temas sensibles: desde la reducción del 25 % del salario presidencial —medida que Arévalo sí aplicó y que Karin Herrera no concretó— hasta diferencias en la forma de comunicar decisiones y en el protagonismo político de cada uno.
La especulación sobre un “divorcio binomial” obligó al propio Arévalo a pronunciarse. En abril, en declaraciones el mandatario afirmó que la relación con Herrera es “de carácter profesional” y que en la relación entre presidente y vicepresidenta “no cuenta la amistad, sino el trabajo institucional”. Meses antes, en una entrevista destacada por Emisoras Unidas, el presidente ya había insistido en que la coordinación con su vicepresidenta seguía siendo “cordial y de trabajo”.

Con el paso de los meses, la presencia conjunta del binomio en actos públicos —particularmente en giras territoriales y eventos internacionales— ha reducido el ruido sobre una ruptura inminente, pero el episodio dejó la sensación de que incluso en la cúspide del Ejecutivo las tensiones no han desaparecido.
Un oficialismo que llega debilitado al año de las definiciones
Visto en conjunto, 2025 deja a Semilla y al gobierno de Bernardo Arévalo en una posición ambivalente:
- El partido sigue jurídicamente marcado por la cancelación ordenada por Orellana y por el caso “Corrupción Semilla”, pese a las reformas legales que buscaban normalizar su situación.
- La bancada oficialista se fragmentó en Semilla y Raíces, obligando al Ejecutivo a negociar cada votación clave y a enfrentar críticas por reproducir prácticas legislativas que antes cuestionaba.
- Las acusaciones de Salvador Batz cierran el año recordándole al partido que sus problemas no son solo externos, sino también internos, ligados a la forma en que se manejaron sus finanzas y se resolvieron sus disputas.
- Y el binomio presidencial, aunque hoy muestra un frente más cohesionado, quedó expuesto como un espacio donde también se dirimen diferencias políticas y estratégicas.
Semilla termina así un año que combina avances —mantener el control del Ejecutivo en medio del asedio institucional— con un desgaste acelerado de su imagen de “partido distinto”.
Al margen de las resoluciones judiciales que puedan darse, es evidente que el Movimiento Semilla se convertirá en el primer partido político que desaparece antes de terminar su período como partido gobernante.
El 2026, marcado por las elecciones de Corte de Constitucionalidad, Tribunal Supremo Electoral, fiscal general, Contralor y rector de la USAC, encontrará al oficialismo con menos margen, obligado a recomponer puentes internos y externos si quiere llegar con fuerza a un ciclo de batallas institucionales que definirá el futuro de la “primavera democrática” que prometió.
