Escultor, pintor, muralista, ingeniero e inventor. Efraín Recinos es uno de los mayores exponentes de la plástica guatemalteca. Este artista, conocedor además de la música, cine y letras, ha dejado plasmado su nombre en obras importantes, dignas hoy de admiración.
Debby Ríos, Crónica
Una vida intensa y apasionante. Efraín Enrique Recinos Valenzuela nació en Quetzaltenango el 15 de mayo de 1928, pero no pasó mucho tiempo para que principiara a demostrar el genio que llevaba dentro. A los cinco años dibujaba, a los siete tocaba varios instrumentos musicales y dos años después hacía pinturas interesantes al óleo.
Su padre, José Efraín Recinos, cuidaba mucho que su talentoso hijo no fuera a tener malas influencias y que, por lo contrario, siguiera desarrollando el talento que mostraba. En su adolescencia llegó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en donde mostró habilidad nata para el dibujo y la escultura. Empezaba a formarse como el gran artista que más tarde sería.
Su carrera profesional estuvo siempre íntimamente ligada a su calidad artística. Estudió ingeniería porque en aquel momento no había facultad de arquitectura. Sus constantes triunfos en certámenes y reconocimientos le abrieron las puertas, como sucedió cuando en 1954 ganó un concurso de Perspectiva de una Vivienda, el cual le abrió las puertas para llegar a trabajar a Obras Públicas, del gobierno.
Pero su amor por el arte lo llevaba dentro. Durante el día trabajaba como burócrata, y por las noches y fines de semana pintaba y esculpía. Es en el arte donde brota mi creatividad, diría en una entrevista de prensa años más tarde.
Ganar concursos y certámenes nunca fue su objetivo, pero los reconocimientos fueron llegando y con ellos, las oportunidades.
Su nombre, inmortal
Como todos los seres extraordinarios en las artes, Recinos, el maestro, aseguró un lugar en la inmortalidad, porque sus obras trascienden y, en muchos casos, están a la vista de todos.
Sin duda es el diseño del Gran Teatro Nacional el que mayor proyección le ha dado entre los guatemaltecos. Otra vez, este ingeniero con espíritu de arquitecto y gran artista, tuvo que ganar un concurso para ser tomado en cuenta para el diseño de una de las obras de cultura de mayor impacto en el país.
Ese proyecto se inició bajo la dirección del arquitecto Marco Vinicio Asturias, pero la obra se suspendió con la caída del presidente Miguel Ydígoras Fuentes (1963), que era su gran impulsador. Cuando se decidió recuperarlo, casi una década después, el mayor desafío consistía en que quien lo retomara, pudiera utilizar parte de las estructuras iniciadas en aquel entonces.
El ganador del proyecto fue Recinos, quien presentó un diseño inspirado en la cultura maya, con formas artísticas y curvas. Él había sido parte del equipo que trabajaba en el diseño original, y tenía a su cargo la construcción del Teatro al Aire Libre. El impacto de su propuesta le concedió la oportunidad y responsabilidad de resucitar la construcción de lo que sería el más imponente teatro nacional en Centroamérica.
Sus fachadas, murales y detalles son cada uno una obra de arte. Algunos sufrieron daño con el terremoto de 1976 e incluso están a la espera de ser restaurados, un trabajo que se ha postergado.
Otras obras: Pero no solo el Gran Teatro Nacional fue su tarjeta de presentación. También son suyos los murales del Parque de la Industria, cuyo trabajo le fue asignado, otra vez, tras ganar un concurso. Y aun hay más, porque su huella también está en la Terminal Aérea —con sus característicos rasgos mayas—, y los murales del Conservatorio Nacional.
Con tanta calidad, dedicación y, sobre todo, arte, no es extraño que sumara en su vida, además de premios, reconocimientos, galardones y condecoraciones de todo tipo.
El mundo artístico guatemalteco ha sido rico a lo largo de su historia, pero no todos han logrado escalar de la forma en que lo hizo el gran maestro, artista y como gustaba que se le viera, un amante de la guatemalidad. Recinos murió el 2 de octubre de 2011.