Santiago entrará este viernes en cuarentena total sorprendida por la velocidad que alcanzó esta semana la pandemia de coronavirus, que superó las proyecciones oficiales, provocó un salto de 60% en la cantidad de nuevos infectados y dobló la cantidad de muertes en 48 horas.
«Hay que lograr que ganemos esta batalla de Santiago para vencer la guerra contra el coronavirus», pidió el ministro de Salud, Jaime Mañalich, al entregar el viernes otro balance sobre de la pandemia, que en Chile tiene su foco (más de 80% de los casos) en la capital.
El viernes la tendencia siguió al alza con 2.502 nuevos infectados y 26 fallecidos, para totalizar 39.542 contagiados y 394 muertos desde el primer caso el 3 de marzo.
Hasta la semana pasada, el país sudamericano registraba entre 350 y 500 nuevos contagios por día, pero el sábado empezó a dar balances que rondaban los 1.000 hasta dispararse el miércoles, cuando los nuevos casos subieron un 60% y llegaron a 2.660 infecciones. Los muertos pasaron de 11 a 22 el jueves y a 26 este viernes.
«Hoy día en la noche entramos a la etapa más dura, donde se requiere la mayor solidaridad, el mayor control de unos a otros. Usa por favor la mascarilla, no salgas en esta situación», suplicó Mañalich este viernes.
«Es responsabilidad de cada uno y también de la sociedad lograr que las personas cumplan las medidas de cuarentena», recalcó en un mensaje dirigido sobre todo a los siete millones de habitantes de Santiago, donde ya están ocupadas el 90% de las camas de cuidados intensivos.
Tristes récords
Chile tomó medidas de confinamiento selectivo o gradual desde una fase muy temprana, cuando el mundo veía incrédulo imágenes de una China casi fantasma y luego escenas dramáticas de muertos y enfermos en Italia, España y Francia.
Fue uno de los primeros países de América Latina en decretar -el 7 de febrero- un alerta sanitaria debido a la COVID-19, lo que le permitió comprar insumos: test, respiradores y camas de cuidados intensivos, además de decidir la centralización del sistema de salud.
Luego a mediados de marzo suspendió las clases e impuso un toque de queda cuando aún no habían fallecimientos y los contagios no llegaban a 100.
Pero aun habiendo alcanzado en la última jornada el récord de más de 16.000 tests de PCR (hisopado nasofaríngeo) en un día, las autoridades confirmaron este viernes por primera vez víctimas mortales más jóvenes y sin enfermedades preexistentes, de entre 40 y 49 años.
Hace una semana, el médico Sebastián Ugarte, uno de los expertos más consultados en los medios chilenos, advertía que «la velocidad de incremento (de contagio) se duplicó, pasando de un 3% diario a un 6%».
«En los próximos días esperamos que se mantenga el incremento de entre 1,300 y 1,500 casos diarios, que no se dispare y eso ya sería un éxito, porque sin estas medidas, veríamos 3,000 casos diarios, fácilmente», indicó.
Pero en menos de una semana, los nuevos contagiados superan los 2,500 diarios y la tasa de positividad en los test de PCR promedia el 12%.
¿En qué fallamos?
En las calles, entre las autoridades y en voz de opositores al gobierno del presidente Sebastián Piñera, se señalan entre unos y otros, y también hacen mea culpas.
La crisis de confianza en las instituciones y en la política define el presente de sociedades en varias partes del mundo, pero Chile venía de una explosión social sin precedentes en sus 30 años de democracia, cuando en octubre se gestó un reclamo popular en favor de más de igualdad social y un Estado más presente.
«La falta de confianza recíproca nos jugó una mala pasada», reconoció el ministro Mañalich al diario La Tercera el jueves, cuando los balances se dispararon.
«Decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice es muy difícil», y admitió que la velocidad del brote obligó a las autoridades sanitarias a acelerar los planes que se habían dispuesto para junio.
Hasta el 30 de de abril este país mostró cifras alentadoras, pero los expertos advirtieron que todavía era muy prematuro para cantar victoria, sobre todo considerando que los contagios habían empezado a expandirse en los sectores más pobres y poblados de Santiago, una ciudad que en invierno (especialmente en junio y julio) suele colapsar su red sanitaria pública por enfermedades respiratorias.
Con cifras que parecían bajo control, tonos triunfalistas entre las autoridades y pánico por la caída económica, Piñera y varios alcaldes dieron señales para recuperar la actividad, como la apertura de algunos centros comerciales y la orden de regreso de funcionarios públicos. Sin embargo, en menos de 14 días el coronavirus echó por tierra esos planes y plantó un sombrío panorama.