Salvar al tapir, la apuesta de un zoológico expropiado a narcos hondureños

Almendra, una joven danta, es alimentada con biberón en el zoológico de Joya Grande, un enorme parque que fue incautado hace seis años a narcotraficantes en las escarpadas montañas del norte de Honduras y que ahora es parte de un proyecto para rescatar a los amenazados tapires o dantos centroamericanos.

El proyecto busca la reproducción de estos imponentes ejemplares, una suerte de cerdos gigantes de andar lento y pelaje negro brillante, distribuidos en establos entre unos 500 animales de 48 especies exóticas del zoológico escondido entre montañas, a 150 km al norte de Tegucigalpa.

El padrón o semental Frank y su pareja Francis, junto a Almendra y los restantes tapires -diez en total-, comparten un paraje natural de 12 hectáreas entre 220 hectáreas de bosques y pastizales, con la jirafa Big boy, los leones africanos Simba y Mufasa, los tigres de bengala Lala, Esperanza, Kenia y Cata; y los hipopótamos Bumburi, David, Bomboncita y Marina.

También hay pumas, jaguares, camellos, cebras, venados, avestruces, babuinos, monos, ñús, alpacas, ponis, pavos reales, guacamayas y muchos otros.

El zoológico fue creado en 2011 y confiscado en 2013 por las autoridades hondureñas al cartel de Los Cachiros, cuyos miembros, supuestos empresarios, corrieron a entregarse a la justicia de Estados Unidos al ser desenmascarados por la agencia antidrogas norteamericana, la DEA.

El parque es una copia de la hacienda Nápoles del ejecutado Pablo Escobar, construido en un lugar estratégico de difícil acceso por una carretera de tierra cerca de la localidad de Santa Cruz de Yojoa. Al igual que lo hizo el capo colombiano, Los Cachiros lo usaban como lugar de reunión con sus invitado.

Apuesta por los dantos

Tras el decomiso, el gobierno lo dio en concesión en abril de 2014 a la empresa Arca de Noé, cuya administradora, la veterinaria María Díaz, tiene a cargo su mantenimiento como un lugar turístico, aunque ella dice que lo hace sobre todo por amor a los animales.

Su apuesta en el parque es la reproducción del tapir centroamericano (Tapirus bairdii), explica a la AFP.

El proyecto ya celebra seis nacimientos, con los que suman diez dantas en el zoológico, incluyendo tres parejas en plena reproducción, todos inscritos en un registro mundial. Almendra es el último ejemplar que vio la luz, en diciembre pasado. 

«La idea es producir para ayudar a conservar la especie», afirma Díaz, al explicar que su plan consiste en una reproducción sistemática para hacer una liberación «controlada», en un terreno grande donde pueda evitar la depredación de parte del humano.

Los tapires son los mamíferos más grandes de Centroamérica -llegan a pesar hasta 600 kilos- y su preservación es importante porque contribuyen con el ecosistema esparciendo semillas que reproducen árboles de gran tamaño, explica la veterinaria.

En peligro de extinción

Quedan pocos ejemplares de tapires o dantos centroamericanos en las montañas o en cautiverio en sus países nativos, además de Honduras, Belize, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México, Nicaragua y Panamá.

Honduras lo clasificó como especie en peligro de extinción en 2008, cuando las poblaciones habían declinado 50% hasta alcanzar 5.000 adultos.

La tendencia continuó y en 2016 ya se había declarado extinto en El Salvador, de acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).

El mamífero tiene tasas reproductivas muy bajas porque las hembras no maduran sexualmente antes de los dos años y su periodo de gestación dura 14 meses, según expertos.

Ello, sumado a la pérdida de su hábitat por la deforestación y a que por ser amigable resulta fácil de cazar para consumo de su carne, lo han encaminado a la extinción, explica Díaz. 

Según el Plan Nacional de Conservación del Danto del estatal Instituto Hondureño de Conservación Forestal (ICF), «los zoológicos y los centros de rescate tienen un papel muy importante en la educación y la investigación» de esta especie.

La experta detalla que en Honduras hay 60 áreas protegidas con características para albergar al animal, pero solo funcionan en 13 de esas zonas.

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