Sally Aguilar: Amor de madre, valor de mujer

Su vida cambió cuando su hija, Karin Fleischmann Aguilar, fue asesinada en la zona 15. La angustia y dolor de aquella madre se transforman en valor para buscar justicia y romper el velo de la impunidad. El país vivía momentos difíciles, y Sally Aguilar forma parte de un grupo de valientes mujeres que deciden exclamar ¡basta ya! por tanta violencia. Surgen así las Madres Angustiadas.


Era el año 1994. El presidente de Guatemala era el ex Procurador de los Derechos Humanos, Ramiro de León Carpio. La violencia golpeaba a la sociedad guatemalteca con secuestros, asesinatos y asaltos, todo en un marco de impunidad en donde la justicia parecía ajena a estos sucesos, muchas veces trágicos.

El jueves 9 de noviembre, las jóvenes Karin Fleischmann Aguilar y Ana Lucía Urrutia, ambas recién graduadas del colegio Evelyn Rogers, se conducían en un vehículo Honda, cuando fueron interceptadas por tres hombres que intentaron —aparentemente— robarles el auto. Uno de los asaltantes disparó contra ellas cuando intentaban escapar. La tragedia cobró la vida la primera.

Por medio de retratos hablados se logró la identificación de Ricardo Ortega del Cid, como la persona que disparó contra las jóvenes. Logró esconderse tres meses, pero fue capturado cuando intentaba salir del país. Entonces principió un escabroso juicio en el que se hicieron amenazas a testigos y otras anomalías. Para lograr una sentencia condenatoria se tendría que librar una fuerte batalla judicial.

Es entonces cuando surge la figura tenaz de una madre que se niega a perder a su hija sin que haya justicia. Sally Aguilar, una exalumna del colegio Monte María, no acepta que el manto de la impunidad cubra el crimen que tanto dolor le ha causado y encabeza los esfuerzos por lograr que el culpable reciba el castigo que la ley establece.

No se trata de rencor ni de venganza, es justicia lo que quiero, declaró en cierta ocasión a la prensa nacional, que siguió con especial interés el desarrollo del caso, uno de los más sonados en la época. Años más tarde, en una entrevista con el diario Publinews, ella declaró que fue un paso tortuoso, pero fue el camino para acabar con la impunidad en el país.

Con la captura de Ortega del Cid se pudo llegar a juicio y luego a la sentencia condenatoria: 30 años de cárcel. No fue fácil, porque hubo apelaciones, amparos y todo tipo de estrategias para retardar el caso e impedir que aquel joven de veintitantos años fuera a la cárcel.

Sally Aguilar, con su esfuerzo y tenacidad, aún con el dolor de madre que sufría, logró hacer que la atención de la opinión pública se volcara en el caso. Las instituciones de los grupos projusticia, que ya para entonces clamaban por el fin de la impunidad, también se hicieron presentes en la sala del tribunal. Testimonios y noticias de la época hablan de la presencia de personalidades como Hellen Mack y Douglas González Dubón, entre otros, con lo cual se hacía contrapeso a las amenazas que llegaban en contra de los testigos y testigos potenciales.

Fueron tiempos difíciles, pero Sally era una madre sufrida, madre angustiada, madre adolorida. Como ella, habían cientos o miles de madres que pasaban por momentos tan duros como el que ella vivía en carne propia.

Madres Angustiadas  

Pero la historia de Sally Aguilar no se limita al esfuerzo por hacer justicia en el caso de su hija. Ella comprobó que el sistema judicial tenía enormes deficiencias, que la violencia golpeaba en todos los sectores de la sociedad, y comprendió —como otras madres—, que algo hay que hacer para cambiar la realidad nacional.

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Es así como el dolor, la preocupación y la violencia irracional dan lugar al nacimiento de uno de los grupos projusticia más emblemáticos de los últimos 30 años: Madres Angustiadas.

Este grupo de mujeres y madres se percatan de una ola de secuestros y asesinatos que golpea a miles de familias guatemaltecas de diferentes estratos sociales. Ellas están dispuesta a romper con el silencio y la pasividad que muestra una sociedad exageradamente tolerante, acostumbrada a callar.

Con el eslogan ¡Basta ya!, el pequeño grupo, integrado por la propia Sally Aguilar, Ana María de Alejos, Michelle de Leal, Adela Torrebiarte, Ana María de Klein, Lucky de Becker y Dianne Torrebiarte, iniciaron un movimiento que impactó en las instituciones de seguridad y justicia, primero con sus denuncias, pero también con su apoyo a proyectos específicos.

Tenemos que poner el dedo en la llaga tanto en seguridad como en justicia, dijo Aguilar a la prensa. Las primeras acciones fueron para llamar la atención: eran plantones y entrevistas para explicar lo que se pretendía.

Estas Madres Angustiadas se enfocaron en dos vías: la lucha contra la impunidad en los tribunales, pero también la exigencia ciudadana para que las autoridades, encargadas de la seguridad, cumplieran con su obligación de garantizar la seguridad ciudadana. Estaban en contra del silencio en los casos de violencia que tanto dolor han causado en los hogares guatemaltecos.

Sally Aguilar no se conformó con lograr que en el caso por el asesinato de su hija se hiciera justicia. Ella deseaba lo mismo para cualquier familia que sufriera por la violencia. Hay que perder el miedo y abrir la brecha de las denuncias, dijo alguna vez al hablar sobre esta organización de mujeres que no se han dejado vencer por la angustia para buscar seguridad y justicia.

Llegaron otros casos emblemáticos que fueron tomados por las Madres Angustiadas, a los cuales les dieron acompañamiento. Hubo muchos resultados positivos, pero lo más importante ha sido el mensaje permanente de que hay que actuar, que no se debe dejar vencer por la adversidad y que, con la voluntad ciudadana, se pueden ir venciendo los muros de la impunidad y la violencia.

 

Sally se marcha

En las salas de redacción de los medios de prensa, en tribunales, en las dependencias gubernativas, muchas veces se hacían presentes estas Madres Angustiadas, y entre ellas, Sally Aguilar. 

Hace algunos meses se le diagnosticó una enfermedad terminal. Ella luchó como estaba acostumbrada, hasta que finalmente el pasado fin de semana su cuerpo no soportó más. Su espíritu combativo, eso sí, ha quedado como ejemplo para la ciudadanía. Estuvo presente en las manifestaciones, en los plantones. Salía a poner listones de protesta. Estuvo hasta el final en la lucha, en la lucha por su familia, en la lucha por hacer de Guatemala un mejor lugar para vivir en paz.

Sally Aguilar ya no está más, pero su legado, ese legado que aportó en Madres Angustiadas, es ahora patrimonio de quienes sueñan por hacer algo para mejorar el país.

Sally Aguilar es un ejemplo de madre amorosa y mujer valiente. (Foto cortesía de Publinews)Sally Aguilar (izq. Segunda fila) apoyó a los grupos pro justicia y a las acciones de la CICIG y al MP.

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