Rusia despejó las dudas sobre su capacidad para organizar el próximo año el Mundial de fútbol, al clausurar este domingo la Copa de las Confederaciones, que ganó Alemania y que fue organizada con éxito en cuatro sedes: Moscú, San Petersburgo, Kazán y Sochi.
Había muchas interrogantes en el aire antes de que el balón comenzara a rodar el 17 de junio, a un año de que se celebre la Copa del Mundo entre el 14 de junio y el 15 de julio.
Entre los principales retos, el de organizar un acontecimiento mundial al mismo tiempo que se multiplican los atentados terroristas -sobre todo en Europa-, atraer a los aficionados de todo el mundo a un país cuya imagen se ha visto desgastada en los últimos años y provocar que el campeonato despierte el interés en el público local.
Además, las autoridades locales temían a los ultras locales, que saltaron a la primera plana el año pasado durante la Eurocopa de Francia.
– La seguridad, apuesta ganada –
La seguridad en la Confederaciones ha sido un éxito. Rusia multiplicó los agentes, los controles y amplió a varios kilómetros el perímetro de seguridad y la imposibilidad de circular en coche alrededor de los estadios los días de partido.
Además, por primera vez cada aficionado recibió un carnet de identidad -una especie de acreditación como la que lucen los miembros de la organización y los periodistas-, indispensable para entrar a los estadios.
Mediante este método se prohibió por ejemplo la entrada al presidente de la Asociación de los Aficionados Rusos, el ultranacionalista Alexandre Shpryguin, en el partido inaugural.
Este ‘hooligan’ se hizo famoso por haber sido expulsado dos veces de Francia tras los enfrentamientos de la Eurocopa-2016, especialmente ante ultras ingleses.
También se temía el racismo, presente en ocasiones en las competiciones nacionales y uno de los grandes retos de la FIFA.
La federación mundial multiplicó los mensajes antes de los partidos contra la discriminación y antes del torneo subrayó que los árbitros tenían la facultad de suspender temporalmente los partidos o darlos por terminados cuando se detectaran gritos ofensivos.
La organización se vio obligada a expulsar a dos aficionados mexicanos en el duelo ante Nueva Zelanda en Sochi por gritos homófobos cuando el arquero rival se disponía a sacar el balón.
A pesar de esta acción aislada y después de que ante Portugal en el debut solo un grupo reducido de aficionados del Tri gritara «puto» al portero rival, la Federación Mexicana logró que prácticamente no se registraran incidentes gracias a un trabajo de concienciación.
Otro de los retos de la organización era ‘enganchar’ a los aficionados, que respondieron en Moscú, San Petersburgo y Kazán, aunque algo menos en la costera Sochi.
Según anunció hace una semana Vitali Mutko, viceprimer ministro ruso encargado de Deportes, la afluencia media a los estadios había sido de 35.000 personas, para un total de 870.000 espectadores en los ocho partidos que se disputaron entre el 17 y el 22 de junio. El 93% de los asistentes fueron rusos y el 7% extranjeros.
Avanzó la competición y los estadios prácticamente se llenaron en todos los partidos, incluyendo la semifinal Alemania-México (4-1), que se disputó en Sochi ante unas 37.000 personas.
– Los transportes, mejorables –
Entre los aspectos a mejorar para el Mundial, que contará con 11 sedes en lugar de 4, los transportes.
Rusia mostró su disposición ofreciendo transporte ferroviario gratuito para los aficionados entre las sedes. Pero muchas de ellas no están conectadas y se hace necesario pasar por Moscú.
Los viajes en tren son excesivamente largos, por lo que la única opción posible es el avión, con escala en la capital.
Una importante tormenta en Moscú el jueves impidió a varios aviones procedentes de Sochi aterrizar en Moscú, por lo que muchos perdieron sus conexiones para viajar a San Petersburgo, sede de la final.
En medio del caos, las aeronaves tuvieron que aterrizar en otros aeropuertos y los aficionados llegaron a cuentagotas a la segunda ciudad del país.
A pesar de los problemas, la gran mayoría se sintió muy bien acogido en el país.
En todos los partidos de México los aficionados se arrancaban con un «¡Rusia, Rusia!» que levantaba las sonrisas orgullosas de los voluntarios.
pm/dr