En Birmania, un país del sudeste de Asia enfrentado a una creciente población de perros callejeros y donde cada año mueren más de un millón de personas por la rabia, los habitantes pronuncian plegarias budistas para calmarlos.
«Descubrimos que los perros no se apareaban y no tenían cachorros cuando les pasábamos rezos budistas en la perrera», asegura Maung Maung Oo, responsable del refugio para perros Thabarwa.
«¿Qué otra cosa podemos hacer?», dice con desesperación el encargado de este refugio, controlado por un templo budista en un país con una de las tasas de rabia más altas del mundo.
Este refugio acoge actualmente a 2 mil perros, frente a los habituales 800, después de que la alcaldía de Rangún lanzara una operación de limpieza de las calles de estas jaurías, que hacen que algunos barrios sean impracticables, sobre todo por la noche.
La exasperación es tal que en algunos barrios los habitantes envenenaron a los perros callejeros, una práctica contraria al precepto budista según el cual no se debe matar a ninguna criatura.
A los perros recuperados de las calles de Rangún, donde habría unas 200 mil canes, según la alcaldía, se los lleva a este refugio situado a 70 km de la capital económica de Birmania.
La alcaldía asegura que transfirió al menos 7 mil perros callejeros a refugios y perreras, pero no se llevó a cabo ninguna campaña sistemática de esterilización, lo que no hace más que retrasar el problema.
«No queremos que se vea a Birmania desde el extranjero como un país en el que se mata a los perros. Así que son atrapados con delicadeza y se los envía a los refugios», explica Win Bo, un responsable municipal de Rangún.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) predica con la vacunación de los perros callejeros, más que con la creación de perreras.
Los perros callejeros vacunados actúan «como un cortafuegos» contra la enfermedad, asegura la doctora Marina Ivanova, de la oenegé Four Paws, con sede en Viena.
Four Paws aspira a vacunar contra la rabia a un millón de perros en Birmania en los tres próximos años.
El problema es tan grande que las empresas privadas regalan lotes de vacunas contra la rabia a las autoridades.