Francamente, desde un punto de vista antropológico, social, cultural y biológico, es decir, estudiando a los seres humanos desde una perspectiva científica, tratando de tomar en cuenta su adaptación biológica a la vida en sociedad, así como las maneras de comportarse al vivir en forma grupal, y también, completamente subjetivo, por cierto, mi propia opinión, podemos clasificar a los miembros de la sociedad moderna y urbana en dos grupos:
Los caqueros
Los resentidos
No puedo dejar de mencionar a mis ídolos, Carl G. Jung (El Planeta tiene Alma, y copio una de sus oraciones: La naturaleza es una guía incomparable si tú sabes cómo seguirla ) y a Erich Fromm (Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea, y vuelvo a copiar: En la medida en que yo soy como usted me desea, yo, no soy: estoy angustiado, dependo de la aprobación de los demás, procuro constantemente agradar).
Y tampoco puedo dejar de mencionar que las sociedades han llegado al punto donde se encuentran, por varios factores, entre ellos el desarrollo cultural y que, debido a la unidad psíquica de todos nosotros, invariablemente, ambos factores nos llevan a una particular estratificación social y a un gobierno que es, en realidad, un espejo de lo que somos como ente social. Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
Otros factores son las cosas materiales: la tecnología, el medioambiente, las formas de producción (agrícola, industrial, etc.), la salud, la educación, la violencia y el crecimiento demográfico, entre las más importantes, son las que nos definen como sociedad. En fin, para qué tanta palabrería.
Los caqueros son todos aquellos que poseen fortunas antiguas, es decir a aquellos a los que llaman oligarcas de siempre, aquellas familias pudientes tradicionales, dueños de los ingenios de azúcar, caficultores y ganaderos, huleros, palmeros, industriales, comerciantes, importadores y exportadores. En esencia, los ricos.
Y son llamados y señalados con estos nombres por el otro grupo: los resentidos.
Los resentidos son todos aquellos que quieren culpar a los caqueros por todos los males que les aquejan, culpan a los miembros del Ejército, al sistema capitalista, al consumo, al libre mercado, a todo aquello a lo que ellos aspiran, pero no tienen.
Quizás me inspiro hoy en un artículo que leí recientemente, de un tal Salvador Sostres, en French-75, de la revista ABC (¿ya se fijaron?, citando a las fuentes para que no me acusen de copy-paste), artículo que llegó a mis manos, como tantas otras cosas, por vías inesperadas, desde Europa, en este caso. Saludos, Gianfranco, y… gracias). Y, tanto Salvador como yo, para que no se pierdan, lectores, pertenecemos a los dos grupos.
Somos caqueros porque nos gustan las cosas finas, porque producimos bienes y servicios que se convierten en dinero, porque nos gusta viajar, porque vamos al teatro en las grandes ciudades del mundo (París, Londres, Nueva York, entre otras), porque nos gustan los conciertos y la buena comida, porque uno mismo se ha preocupado en invertir en su propia educación, tratando de no estancarse y de mantener una mente abierta. Y porque, al final, hemos hecho con nuestras vidas lo que nos ha dado la gana, gozando de una gran libertad, cometiendo errores y desaciertos, pero también logrando triunfos (espirituales y materiales, ¿por qué no?) que nos enriquecen aún más. Compartiendo este planetucho que transita en el universo y que amamos, pero que vemos cómo estamos matando lentamente (ya no tan lentamente, desgraciadamente) y de forma irreversible.
Pero también soy resentido: resiento que, producto de mi trabajo, se generen los impuestos para que sean malgastados por políticos corruptos y empresarios aprovechados que no producen nada, resiento que la guerra incomprensible, traicionera y sesgada, que vivimos por más de treinta años en Guatemala, nos haya marcado a todos, y nos siga marcando, polarizando cada vez más a nuestra sociedad. Resiento cómo hemos envenenado todos nuestros ríos y lagos, la desaparición de los bosques y su biodiversidad, la depredación arqueológica, la pobreza extrema, la desnutrición crónica, la guerra que ha provocado el narcotráfico y que tan fácil fuera finalizar si tan solo legalizáramos el uso de las drogas. Como se hizo con el alcohol.
Resiento, sobre todo, a los egoístas y tacaños que no comparten su bienestar, que solo miran su bolsillo sin percatarse de que los compañeros de este barco somos, en realidad, hermanos.
Un caquero que pierde su fortuna se convierte en resentido, ¿se han dado cuenta?
Un resentido que se convierte en rico, se convierte, también, en caquero. Se muda de casa, olvida a sus amigos y parientes. Sigue resentido, pues nunca logrará pertenecer a la élite, a los apellidos de siempre. Las familias de abolengo.
Ah…, la dualidad del ser humano, el ying y el yang de esta raza luchadora y a la vez pura mierda que somos todos.
Y somos nosotros, gastando lo que podamos, invirtiendo y arriesgando nuestro patrimonio, los que ponemos el dinero para que se construyan escuelas, hospitales, cárceles, puentes y carreteras, para que haya seguridad. Para que haya trabajo. Somos los caqueros.
Los que toman las carreteras y se oponen a cualquier tipo de proyecto de desarrollo, los que exigen los servicios y bienes que consideran como derechos fundamentales, pero que ellos no producen. Los que nos vuelven ineficientes con su burocracia, con su torpeza, con su discurso de siempre, los que destruyen, los que solamente miran la paja en el ojo ajeno sin percatarse de que se quedaron ciegos de envidia y amargura, esos son los resentidos.
¿A qué grupo pertenece usted?
Pero, al final, esto no importa. Compartimos la responsabilidad y llevamos la carga sobre los hombros porque, juntos, hemos llevado a Guatemala al borde del abismo de la destrucción ecológica, social, cultural, económica.