Renzo Lautaro Rosal
Observar las hordas violentas haciendo alianza con los opositores a la propuesta de reforma constitucional, desnuda la ausencia de cualquier intento de diálogo civilizado. Oponerse al pluralismo jurídico fue un primer pretexto. La esencia es que no pase nada de las reformas, o en el peor de los casos, los temas menores. Lo que los diputados no hacen porque han perdido músculo, lo intentan hacer desde fuera esos grupos que ahora no solo gritan sino también operan con fuerza desde diversas plataformas: medios, redes sociales.
El factor que comienza a salir en los últimos días son los financistas que están detrás del movimiento de oposición. De allí habrá mucho que analizar. La esencia está en la negatoria de todo aquello que suena a avance, indicador, según ellos, de pérdida de capacidad de maniobra. La trascendencia de una sociedad va de la mano de comprender las etapas como espacios temporales, la tendencia a la evolución vista como cambio. El concepto que mejor se ajusta a esta sumatoria de actitudes es retrógrado; aquellos que solo ven hacia el pasado, se oponen a los avances, y lo peor, niegan y obstaculizan el arribo de nuevos valores y conductas. Son quienes están amarrados a una estaca desgastada, pero no tienen intención alguna de cambiar de pilar a pesar que su sobrevivencia sea precaria.
El retrógrado es sinónimo de reaccionario, el que gira sobre su propio eje y no quiere volver la vista a los lados y menos hacia delante. Por supuesto que no le interesa en lo absoluto la victoria de Emmanuel Macron o de Moon Jae-in, el primero proveniente del centro liberal y el segundo, un progresista interesado en querer rebajar la tensión y establecer una relación más fluida con Corea del Norte. Esos dos cambios representan una amenaza para los reaccionarios.
El terreno político guatemalteco es fértil para esas ideas. Lo que otros países fue ampliamente superado hace décadas, en este país son vistos como propuestas innovadoras. El peligro de ese supuesto avance es múltiple. Socaba el sentido de la ciudadanía como motor del desarrollo de una sociedad; el ciudadano avanza, reclama sus derechos, apela al contrapoder, resiste y se moviliza. Los retrógrados atentan con todo el abanico de los derechos humanos, ya que contrapone la violencia, la imposición, lo vociferante, los arrebatos. Rechazan los valores profundos de la democracia, ya que promueven prácticas de rechazo a quienes piensa, actúan y son distintos.
Expresiones típicas de los retrógrados son su apego a una idea de nacionalismo excluyente; apelan a un discurso simplista y cargado de populismo que cautiva a los incautos. Son xenófobos, todo lo diferente lo miran como subversivo y comunista. Sus planteamientos, si es que llegan a tener ese nombre, son de fácil consumo ya que proponen, por ejemplo, la disolución de las instituciones, el vaciamiento de la política, la aplicación de una supuesta justicia que solo debe aplicar para defender sus intereses. Si alguna posibilidad de futuro queremos tener, esas expresiones deben extinguirse porque representan retraso, primitivismo, socavamiento del ímpetu de cambio social.