El régimen talibán ha rendido homenaje a los «mártires» caídos en el marco de la lucha del grupo para volver a hacerse con el poder en Afganistán, un acto sin precedentes al que ha asistido el ministro del Interior en funciones, Sirajuddin Haqqani, y que ha incluido ayudas a las familias de los terroristas suicidas.
«La llegada del sistema islámico es resultado de la sangre de nuestros mártires», habría dicho Haqqani, del que no constaba acto público alguno desde que los talibán se hicieron el 15 de agosto con el control de la capital Kabul, según las declaraciones difundidas por el portavoz del Ministerio.
Este portavoz, Qari Said Josty, también ha publicado imágenes del acto, celebrado en el Hotel Intercontinental de Kabul y concebido para reconocer «la yihad y los sacrificios de los muyahidines y los mártires». El ministro dijo de ellos que eran «héroes», según las declaraciones difundidas por el régimen.
El encuentro concluyó con el reparto de dinero y ropa a las familias de los fallecidos. También les ha prometido terrenos, en un gesto de reconocimiento por quienes habrían dado su vida en favor del Emirato Islámico que ahora figuras como Haqqani reivindican para Afganistán.
Los talibán, de hecho, fueron durante la primera mitad del año los principales responsables de que hubiese víctimas civiles en Afganistán. De las 5.183 víctimas registradas por la misión de la ONU –1.659 fallecidos y 3.542 heridos–, un 39 por ciento correspondían a acciones perpetradas por ellos.
Haqqani es una de las figuras más controvertidas del actual régimen, hasta el punto de que Estados Unidos ofrece 10 millones de dólares a cambio de información que permita su arresto. Forma parte de un gobierno en principio provisional que, en contra de lo prometido por los milicianos, no incluye ni a mujeres ni a miembros de minorías tradicionalmente oprimidas.