- La muerte del expresidente peruano Alberto Fujimori ha consternado a la población peruana, que por más de dos décadas añoró y odió al líder político que gobernó con puño fuerte al país en la década de 1990.
Voz de América
Tomás Guevara
WASHINGTON — El fallecido expresidente peruano Alberto Fujimori se trazó un nombre en la historia política de Perú, el país que gobernó con mano fuerte durante toda la década de 1990 y hasta iniciado el siglo XXI.
Los procesos judiciales por corrupción y violaciones a derechos humanos lo mantuvieron maniatado para volver a la vida política –donde no le faltó capital político y seguidores que lo vieron como la figura potable para retomar el poder en el país.
Su arresto durante un viaje a Chile, en 2005, fue un balde de agua fría para Fujimori, que ya veía a algunos de sus principales colaboradores enfrascados en procesos judiciales.
Japón, en donde se había autoexiliado al abandonar la presidencia en el año 2000, rechazó entregar a la justicia peruana al excatedrático y rector universitario, proveniente de una dinastía nipona en Perú. Una prohibición legal en la potencia asiática impide entregar en extradición a sus ciudadanos y Fujimori poseeía la nacionalidad japonesa por sus padres.
Chile, en 2005, se convirtió en su sendero hacia la cárcel. El país sudamericano lo arrestó y esperó el largo proceso de extradición hasta entregarlo a la justicia peruana en 2007, para enfrentar cargos criminales, los mismos que dos años después lo llevaron a enfrentar una condena insólita para un exmandatario peruano.
Fue condenado a 25 años de prisión por ser el autor intelectual de 25 asesinatos ejecutados por un escuadrón clandestino de militares en dos matanzas ocurridas durante sus mandatos entre 1990 y 2000.
En su administración, los militares actuaron con alto grado de impunidad -según sus detractores- siguiendo al pie una política de seguridad nacional establecida para hacer frente al grupo terrorista Sendero Luminoso, que había desangrado a Perú en un conflicto interno sin precedentes en el país.
Y a ese primer caso criminal se sumaron otros tres procesos judiciales más en su contra, en los que fue declarado culpable de corrupción y de malversar al menos 13,6 millones de dólares.
La cuestionada libertad
Cuando había pasado 16 años de su encarcelamiento, el expresidente Fujimori se vio beneficiado en 2023 por una resolución del Tribunal Constitucional de Perú que ordenaba su excarcelación “inmediata”.
Aunque en 2017 había conseguido un indulto presidencial para recobrar la libertad, no fue posible entre la turbulencia política peruana. En aquel momento el mismo tribunal que posteriormente daría luz verde a su libertad, requirió entonces mantenerlo detenido al reconsiderar los argumentos presentados durante el proceso por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Al recobrar su libertad el máximo tribunal de justicia del país dictaminó “falta de competencia de la CIDH” sobre el caso y le concedió la libertad cuando el exmandatario ya estaba enfermo con un eventual diagnóstico de cáncer.
¿Por qué su figura se enraizó tanto en política peruana?
Alberto Fujimori, cuyo natalicio se celebra el mismo día de la Independencia de Perú, 28 de julio, incursionó de forma sorpresiva en la política peruana al ganar de forma inesperada las elecciones generales de 1990, con un programa de reformas económicas para sacar al país de la endémica crisis, y del terror generalizado que generaba Sendero Luminoso en amplias zonas del país.
Sus planes fueron bien vistos por los organismos internacionales como el Grupo Banco Mundial y otras instancias de financiamiento que vieron en el ingeniero industrial, con disciplina japonesa, un comprometido con las reformas económicas necesarias para abordar la crisis financiera, sumado a los apoyos internos de la casta militar y las élites económicas.
No obstante los detractores de su gestión empezaron a señalar las «prácticas autoritarias» del mandatario, que en 1992 procedió a disolver el Congreso, en un autogolpe que hasta hoy se conoce como “el fujimorato”.
La estabilización de la moneda con el Nuevo Sol peruano, con un valor estable de cambio ante el dólar, la inversión económica extranjera en auge en el país, con más empleo e indicadores económicos de crecimiento catapultaron su figura como un presidente eficaz.
También jugó a su favor el actuar de las fuerzas de seguridad para aplastar a Sendero Luminoso y reducirlo a la insignificancia con las capturas de sus cabecillas, a los que se aplicaron severas condenas.
La falta de contrapesos en el país bajo un gobierno de corte autoritario dio paso a los primeros abusos que al destaparse generaron escándalos como la esterilización forzada de indígenas y la represión contra las células terroristas de Sendero Luminoso que arrasó con vidas inocentes, entre ellos los 25 masacrados.
Pero buena parte de la población vio en Alberto Fujimori la figura que dio estabilidad al país y sobre todo del crecimiento económico durante su gestión, que tuvo sus bemoles por los procesos de privatización de empresas públicas, nada ajenas para el resto de América Latina.
Al llegar a un tercer mandato en el año 2000, después de ser reelegido en 1995, la oposición ya se había fortalecido y las elecciones trascendieron en entorno de poca transparencia que la oposición calificó de “fraudulentas”.
Aquellos hechos aumentaron la presión sobre su gestión con múltiples denuncias de corrupción, acusaciones de crímenes de lesa humanidad que concluyeron con la recordada revelación de los videos y audios de su mano derecha y jefe de espías, Vladimiro Montesinos.
Sus memorias en “La palabra del chino”
En su libro de memorias “La palabra del chino, el intruso” escrita en la cárcel, Alberto Fujimori plantea una historia de vida propia marcada por la perseverancia y la disciplina, y contada de forma coloquial, aborda el empuje de su familia y su paso por la cúspide del poder.
Aunque lo esencial del libro, según el autor es “desenterrar la verdad y mostrarla», y dice Fujimori en el texto que «está dirigido especialmente a los jóvenes, que se asombrarán de todo aquello que no conocían del país que padecieron sus padres y sus abuelos”.
El exmandatario insta a los lectores a sacar “sus propias conclusiones” sobre los vaivenes políticos de su país. “Alberto Fujimori solo ha sido un gobernante hijo de esforzados inmigrantes japoneses, identificado con los sueños de progreso y felicidad de la mayoría de los ciudadanos de la patria que le dieron sus padres y que continúa amando desde la prisión”, dijo al escribir los relatos tras las rejas.
Dijo que incluso sus oponentes son concientes que su gestión de gobierno dio un cambio sustancial al progreso del país. “Especialmente la reconstrucción de una economía nacional devastada por el populismo, el terrorismo y la corrupción, y logros como la paz con Ecuador, y una Constitución como la de 1993, que ha sentado las bases de un nuevo Perú”.
¿Un tardío retorno?
Los hijos de Alberto Fujimori trataron de retomar la estafeta que dejó su padre, que desde la prisión mantuvo una curiosa relación con sus bases a través de cartas, los que vieron la posibilidad y la esperanza de sacarlo de la cárcel para devolverle los poderes perdidos.
Keiko Fujimori, la primogénita, es la figura más notable del clan, quien después de su padre ha intentado en tres ocasiones ganar la presidencia en segunda vuelta en intentos fallidos, pero con un caudal fuerte de votos. Su hijo menor Kenji también ha figurado desde el Congreso peruano.
El Partido Fuerza Popular cuenta en la legislatura actual -que culmina en 2026- con 21 escaños, es la mayor fracción de la arena política peruana conformada por 130 asientos, y cuenta también con aliadas del espectro político.
Con el regreso de su padre a la libertad han sido sus hijos los que han transmitido la información a sus seguidores, le han acompañado a los hospitales, han anunciado los resultados de los procesos médicos y en los peores momentos han dado a conocer los diagnósticos, como el cáncer que lo ha vencido.
Pero sobre todo auparon al patriarca en libertad para retomar la batuta y volver a presentarse a las elecciones presidenciales de 2026, no sin antes sortear los vaivenes de una escena política y judicial inestable.
En julio, Keiko anunció que su padre correría con la bandera de su partido Fuerza Popular para la presidencia de Perú en 2026, pese a que la ley vigente prohibe la postulación de personas condenadas que no han cumplido con el pago de la reparación civil.
Entre ese vaivén Alberto Fujimori fue visto en público por última vez el 5 de septiembre reciente cuando salía de una clínica privada en Lima.