Nayib Bukele, presidente de El Salvador, volvió a ser la portada de los diarios este fin de semana, después de que el Congreso le diera en su primera sesión lo aún no tenía: el control de la justicia.
En las recién pasadas elecciones legislativas, que se celebraron en marzo, el treintañero mandatario, adicto a su celular, dio el tiro de gracia al bipartidismo arraigado en el país centroamericano durante tres décadas cuando consiguió a su favor un Congreso que ya viró el barco para favorecerlo.
El carismático hombre antisistema, como le gusta autodefinirse, a tan solo unas horas de que la nueva Asamblea Legislativa tomó posesión, logró que estos destituyeran a los jueces de la Sala de lo Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, algo que ya ha sido criticado por organizaciones y la comunidad internacional como un paso más hacia el autoritarismo.
Ante estas críticas por parte de la comunidad internacional, el mandatario salvadoreño esgrimió en un mensaje de Twitter «a nuestros amigos de la comunidad internacional: queremos trabajar con ustedes, comerciar, viajar, conocernos y ayudar en lo que podamos. Nuestras puertas están más abiertas que nunca. «Pero con todo respeto: estamos limpiando nuestra casa, y eso no es de su incumbencia».
Luego dijo:
Popular
Calificado por algunos como cercano al pueblo, pero criticado por sus matices autoritarios, la popularidad de Bukele aumentó por su gestión de la pandemia, según analistas.
La virtud de Bukele es que «no tiene compromiso con ningún sector político, ni económico, ni social», y por eso desde 2015 figura en las encuestas como «fenómeno apoteótico», dice Francisco Zepeda, director del Centro Investigación de la Opinión Publica de la Universidad Tecnológica(UTEC).
Junto con la Policía, le ha hecho frente a la inseguridad ciudadana y a la actividad pandillera de las maras, que han azotado al país por décadas.
«Lo que preocupa es que en estos primeros años de gobierno de Nayib ha demostrado muchísimas situaciones que dejan mucho que desear: la falta de transparencia, acusaciones de corrupción, su vocabulario de odio«, indica Miguel Montenegro, Director de la Comisión de Derechos Humanos.
El mandatario más joven de la historia, pero…
Bukele, quien llegó al poder a los 37 años (hoy tiene 39), convirtiéndose así en el presidente más joven de El Salvador, es el fenómeno de moda de la política internacional, según El Diario (El Salvador) se ha ganado ese título gracias las órdenes que da a sus ministros a través de Twitter, pero el medio de comunicación también remarca que el mandatario tiene un pasado con tintes de corrupción.
Bukele ganó la presidencia bajo la bandera de GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), un partido formado por el expresidente Antonio Saca -condenado por delitos de corrupción-, y miembros disidentes de la derechista Arena. «El presidente, que en el pasado se definió como izquierdista radical, fue expulsado del FMLN, la formación de la exguerrilla que tras la guerra civil salvadoreña (1980-1992) se convirtió en partido político que gobernó al país los últimos 10 años”, según el El Diario.
Todo en familia
De acuerdo a las investigaciones de este medio de comunicación, el gabinete más cercano del presidente está formado por amigos, socios empresariales, exempleados e incluso familia: su tío es secretario de comercio; su secretario privado, que fue socio del presidente en varias empresas, está casado con su ministra de Vivienda; el ministro de Obras Públicas, sobre quien recae entre otras la responsabilidad de dirigir el transporte público, antes vendía motos para empresa familiar del ahora presidente.
Pero a Bukele, de origen árabe-palestina, también se le critica su propensión a los discursos de confrontación para gobernar. Para Jannette Aguilar, quien realiza estudios de violencia e inseguridad para organismos internacionales, “hay una permanente lucha de poderes en términos de hacer valer sus propios criterios, sobre todo por el Ejecutivo, sobrepasando los límites que establece la ley”.
“El modo agresivo de contestar a la crítica ciudadana, tanto por parte del presidente como de algunos de sus funcionarios, ha alentado un estilo militaroide y autoritario que se va extendiendo y volviendo preocupación pública”, destaca en un editorial la jesuita Universidad Centroamericana (UCA).
Para Aguilar, el nivel de tensión no solo está “debilitando la democracia”, sino también la capacidad del país de afrontar los impactos más duros de la crisis y sus posteriores consecuencias.
Un show
El periódico La Vanguardia (España), también ha arremetido contra el estilo de gobernar del salvadoreño. Por ejemplo, calificó de golpe de estado a la irrupción del mandatario al Congreso. “Si no fue un intento de autogolpe, se le pareció mucho. Con tintes esperpénticos. El show de Bukele parecía bien estudiado porque cuando entró en el Congreso ya sabía que sólo estaban presentes 28 de los 84 diputados, lo que no configuraba el quórum para una sesión al considerar la mayoría opositora que la convocatoria era improcedente”.
Para Carlos Arrazola, profesor de Comunicación política (Guatemala) “Bukele es un lobo con piel de oveja. Es un excelente comunicador político; aplica a la perfección el framing, lo que significa que conoce muy bien la personalidad y expectativas emocionales y políticas de los salvadoreños, y las utiliza para comunicarse con los ciudadanos, en función de sus intereses políticos particulares. Eso le ha generado un amplio respaldo popular”. “El respeto del Estado de Derecho, la búsqueda de consensos y el diálogo y negociación no son lo suyo”, explica