El estruendo de las guitarras y la batería se funde con los sonidos apacibles de una caracola en una descarga de punk de los hermanos Sandoval, que cantan en lengua indígena como forma de «resistencia» en un suburbio mexicano.
«Tehuantin totoca Los Cogelones» (nosotros somos Los Cogelones), grita Víctor Hugo, el vocalista de 31 años, durante un ensayo de la banda en su trinchera de Nezahualcóyotl, en las afueras de Ciudad de México.
Lo pronuncia en náhuatl, lengua de sus ancestros y la más conocida de unas 68 que se hablan en México.
Instrumentos autóctonos precolombinos
Además de mezclar en sus líricas el español y el náhuatl, los cinco hermanos incorporan instrumentos autóctonos precolombinos como la caracola y el huéhuetl, tambor hecho con un tronco y tapa de caucho que es golpeado con baquetas de madera.
«Zan tonallo quetzalli papachihuihui (el día precioso quedará saciado)», entona con furia el cantante, con una cinta en la cabeza y un taparrabos, tela sujeta al cuerpo con un cinturón.
«En 2012 empezamos a incorporar rezos como hacían nuestros abuelos mexicas (aztecas), e integramos los instrumentos precolombinos en esta mezcla de nuestro presente y pasado nativo», cuenta a la AFP Marco, el baterista de 33 años, en su casa de Nezahualcóyotl.
Náhuatl
Víctor Hugo, Marco y Alberto (de 30 años) también difunden el náhuatl entre sus alumnos de música en la escuela del barrio. Algunos acompañan sus canciones con acordes marciales de cornetas.
«Nos gusta compartir la música con los chavos, y esta parte de la cultura porque es nuestra herencia», dice Alberto, que toca los instrumentos autóctonos.
«Hijos del Sol»
La agrupación se formó en 2009 en el barrio El Sol, de Nezahualcóyotl, nombre de un rey-poeta prehispánico.
Víctor Hugo recuerda su infancia allí, entonces un sector sin pavimentar y de casas de zinc, adonde emigraron sus padres indígenas, ahora comerciantes de un mercado de la capital.
La dureza de la vida en Neza se refleja en las canciones de estos hermanos, que llegaron al punk por un tío que los despertaba con música de Los Ramones y fue el primero en ponerlos en contacto con el náhuatl.
Con 1.2 millones de habitantes, Neza sigue siendo un lugar rudo por altos índices de delincuencia, feminicidios y carencia de servicios básicos.
Además, es uno de los focos de la pandemia en México con unas 860 muertes y 5.600 casos confirmados de covid-19.
La emergencia sanitaria provocó que la banda retrasara la presentación en vivo de «Hijos del Sol», su álbum debut que vio la luz en julio.
Uno de los conciertos más importantes del grupo se produjo a finales de 2019 en el Festival Radical Mestizo, organizado por la alcaldía capitalina.
En el Zócalo de Ciudad de México, principal plaza pública del país, frente a lo que alguna vez fue el Templo Mayor de Tenochtitlán, la banda interpretó «500 años», que habla sobre discriminación y racismo.
Los Cogelones forman parte así de una lista de bandas mexicanas que buscan preservar la cultura ancestral a través del rock, el heavy metal o el blues, algunas desde hace tres décadas.
La presencia indígena en grandes urbes como la capital «permite que los jóvenes vivan sus orígenes desde un contexto actual», opina el historiador y músico José Luis Paredes.
«Resistencia»
Para los Sandoval, su vida es un ejercicio diario de resistencia, como para la mayoría de sus vecinos, e intentan reflejarlo en su música.
«En Neza se vive en resistencia, todo el tiempo (…) Es un lugar que crece a base de la adversidad», dice Víctor Hugo.
Los hermanos además suelen danzar una vez por semana en la plaza principal del barrio en un ritual azteca.
Pero desde hace días la policía se ha interpuesto, alegando medidas para evitar la propagación del coronavirus.
En medio del ruido de las sirenas, Los Cogelones ignoran a los agentes y siguen bailando, pues creen que su intención es despejar el espacio para facilitar la venta de droga.
«Días como estos nos recuerdan que la lucha no ha terminado. Vivimos en una eterna resistencia», afirma Marco con dejo de rebeldía.