José Alfredo Calderón
Historiador y analista político
Si algo queda claro en plena pandemia, es que todas las crisis, del tipo que sean, nos confirman que el modelo económico, social y político actual ha colapsado. Estos eventos críticos ponen al descubierto la vulnerabilidad de las personas por este sistema desigual que genera miseria y dolor en todo el mundo, pero particularmente en nuestras economías de juguete en estos lugares como Guate[1]. Lo más terrible –pero paradójicamente beneficioso– es cuando algunos ciudadanos/as (muy pocos por cierto) constatan que la extrema pobreza y el cúmulo de males que las crisis desnudan, no son ajemos al sistema sino parte de él, y peor aún, están en el ADN de una estructura económica que, pretenciosamente, se autodenomina capitalista, cuando en realidad lo que aquí tenemos es una mezcla variopinta de formas de dominación, explotación, opresión y escarnio, que dista mucho de los modelos capitalistas europeos y que nos hace rememorar episodios del siglo XIX e incluso coloniales. Los pobres no se dan, no surgen, sino que se producen, aunque se lea terrible, pero la naturaleza de un sistema como el nuestro es crear una correlación inversamente proporcional entre los que nada tienen y los que mucho poseen. A más concentración de riqueza de las élites, y por ende poder; más pobreza, miseria e indefensión de las mayorías. Contrario a la teoría verdaderamente liberal, que plantea generar más oportunidades para más personas y grupos, Guatemala se devana en un neoliberalismo tropical de la peor calaña. Si bien el capitalismo implica –como su orden natural lo establece– la obtención de la máxima ganancia como propósito fundamental y su eje rector, muchos empresarios del primer mundo han entendido que, si no revisten de rostro humano esta lógica de dominación y reproducción, la sostenibilidad se les complica y el sistema puede entrar en riesgo, arruinando su situación minoritaria de privilegio. De allí surgen las ideas del Estado Benefactor, de un sistema de salud con la mayor cobertura posible, mejorar las condiciones laborales para que la masa trabajadora genere más ingresos y esto amplíe un mercado interno que active constantemente la economía. También permite canales de expresión subalterna y formas de organización popular que no cuestionen –estructuralmente al menos– el statu quo y, si lo llegaren a cuestionar, no desarrollen la fuerza suficiente.
La dominación tiene dos formas básicas: el uso legítimo [2]de la fuerza del Estado y la hegemonía o consenso. En países como el nuestro se privilegia constantemente la coerción violenta por sobre las formas hegemónicas. Es por esto que se dice que las élites guatemaltecas son clase dominante pero no hegemónica.
En el plano local, la actual situación ha evidenciado el comportamiento de los empresarios y de su gobierno. Los dos son uno solo, si no se entiende esto, cualquier análisis será erróneo. La dinámica político-electoral está hecha para que las campañas las patrocinen quienes tienen poder y dinero, lo cual se evidenció en aquella imagen del G-8 pidiendo perdón. Para hacer más creíble el juego, se incluyen propuestas que, de antemano, saben que no tienen ninguna posibilidad pero sí crean la ilusión de la participación ciudadana diversa. En ningún país del mundo capitalista, el gobierno ordena a los empresarios sino todo lo contrario. Es la lógica de la inversión. Si patrocino, coloco mi gente, la cual debe corresponderme posteriormente mediante normativas, negocios y control social. Incluso en los casos de mayor autonomía gubernamental tampoco se escapan, sus iniciativas se quedan en la sugerencia y los resultados dependen de qué tanto concedan los dueños del capital. A propósito, se insiste mucho en comparar a Bukele con Giammattei, olvidando que el primero es parte de las élites y el segundo, empleados de ellas. Uno habla de tú a tú con sus colegas, el otro lo hace en relación de subordinación bajo los cánones del patrocinio otorgado.
Por si a alguien le quedara alguna duda sobre lo que intento describir, la campaña de la Cámara de Industria de Guatemala –CIG– ha desnudado el espíritu de las élites: JUNTOS PERO NO REVUELTOS, cuyo lema se refuerza con imágenes de una Guatemala de canchitos con entornos socioeconómicos privilegiados.[3] Por su parte, el presidente chapín le pone la tapa al pomo al decir en una de sus alocuciones televisivas: “No podemos poner en peligro el sistema que tanto les ha costado a los empresarios”. Se refería, claro, a proteger las condiciones económicas de los que verdaderamente mandan y su plan de reactivación económica lo refleja, Q7 mil millones de ampliación más dos préstamos de $200 y $250 millones, que se concentran muy poco en la emergencia y la mayor parte en proteger al poder económico, olvidándose de los más necesitados. Hasta para aumentos salariales en Salud y Educación alcanzó con tal de mantener de su lado a ese sindicalismo gansteril de Joviel y compañía…
A estas alturas, los que hemos tenido el privilegio de estudiar y sortear al menos tres de los cinco niveles en la pirámide de Maslow, ya entendimos cómo funciona todo. ¿Qué nos queda? Organizarnos en forma autónoma respecto de empresarios y gobierno y PENSAR en NUESTRO futuro como ciudadanos y ciudadanas, padres y madres; laborantes y pequeños emprendedores,[4] académicos y profesionales, pero sobre todo, personas libre-pensadoras que, mediante los valores humanos, podamos construir redes solidarias de afecto y protección mutua, formas de organización basadas en la confraternidad y métodos alternativos para producir y generar bienestar material, espiritual y económico pero en forma colectiva.
Está visto que el sistema ya no aguanta remedios, está visto que quienes detentan y ostentan el poder no velarán por nosotros. Somos nosotros quienes debemos reflexionar, resistir, crear formas de lucha, autogestión y protección para todos y todas, velando por quienes más lo necesitan. Ya varias iniciativas de personas y grupos pretenden llamar la atención sobre lo que digo (ver redes sociales). Los rigores que provoca esta pandemia y sus predecibles consecuencias nos debe obligar a cambiar usando el pensamiento paralelo y entender que, aunque parezca panfletario, continúa más vigente que nunca la consigna de que SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO.
[1] Por eso es patética la grandilocuencia de las élites locales, cuando prácticamente no son nada en el concierto de naciones.
[2] “Legítimo” en cuanto derecho positivo de los que dominan y controlan el Estado.
[3] Si todavía no la han quitado los descarados, puede verse en las cuentas oficiales empresariales en twitter.
[4] Seguramente habrán medianos y quizá grandes emprendedores que son sometidos a la disciplinas de las cámaras empresariales pero cuyo pensamiento está más del lado humano, sin perder desde luego, su vocación capitalista. Estos también pueden participar del esfuerzo colectivo alterno.