PROVOCATIO: Un viraje peligroso que avanza


Gran parte de la juventud, es atraída por todo lo relacionado con conspiraciones y encuentran en las redes, una forma efectiva de universalizar sus pensamientos extremistas que, como ya dije, no derivan del pensamiento crítico sino de la confusión de no saber quiénes son, ni entender cómo afrontar los peligros en un mundo donde no se sienten protagonistas, sino espectadores. En este sentido, el anonimato de las redes sociales les provee no solo un escape, sino una forma sencilla pero masiva para extender sus ideas.


José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

Normalmente, los términos juventud y rebeldía siempre se han asociado, incluso podrían ser análogos, así como la rebeldía, entendida también como fervor revolucionario. Esto fue así hasta el siglo XX. Ahora, la situación ha cambiado drásticamente, lo cual, como siempre, es debido a un diseño inducido por la mano que mece la cuna, desde lo oculto.

Un joven italiano, autodeclarado fascista lo describe así: Ya no existen las izquierdas y derechas, todo se reduce a globalistas y antiglobalistas. Una dama joven habla de recuperar su identidad, como pasó durante el fascismo de Mussolini con la presencia de mujeres fuertes, dice.  Quizá la imagen de Giorgia Meloni, la actual primera ministra italiana de extrema derecha, tenga mucho que ver con esta apreciación.  Ambos jóvenes militan en organizaciones juveniles neofascistas.

Investigadores sociales como Klaus Hurrelmann tratan de dar una respuesta a este fenómeno. No es que los jóvenes se vuelvan de derecha por reflexionar críticamente en torno a toda la problemática que los aqueja: el difícil acceso a la economía y al mercado laboral, el mundo digital que los arroya, lo que sienten como pérdida de control de sus vidas durante la pandemia, etc. 

El verdadero problema es la angustia de no encontrar una solución, por lo menos, en los actores tradicionales que van desde las distintas versiones de derecha hasta la extrema izquierda. Otra joven de origen kurdo de los Países Bajos, expresa que los jóvenes apoyaron al victorioso populismo de derechas (en realidad neofascismo) en la última elección, porque necesitan sentir cohesión, se quejan que ya nadie conoce a sus vecinos, la gente no se habla, en pocas palabras, quieren una identidad propia y ven como enemigo a lo que no sienten como propio; de ahí deviene el sentimiento antiinmigrante y el desprecio por lo que no consideran homogéneo, rechazando la diversidad. Paradójicamente, la chica kurda reconoce su origen foráneo, pero “explica” que sus padres se adaptaron rápido y muy bien, como queriendo justificar la contradicción.

Gran parte de la juventud, es atraída por todo lo relacionado con conspiraciones y encuentran en las redes una forma efectiva de universalizar sus pensamientos extremistas que, como ya mencioné, no derivan del pensamiento crítico, sino de la confusión de no saber quiénes son, ni de entender cómo afrontar los peligros en un mundo donde no se sienten protagonistas, sino espectadores. En este sentido, el anonimato de las redes sociales les provee no solo un escape, sino una forma sencilla pero masiva para extender sus ideas.

Para Hurrelmann, el internet es el instrumento más usado por las corrientes de extrema derecha, con énfasis en un enfoque dirigido a una población objetivo joven. Estamos en presencia de una generación digital que privilegia ese medio para comunicarse y los dirigentes extremos aprovechan esta condición.

Presencia digital y respuestas muy concretas (aunque emocionales) se han convertido en un arma poderosa, por lo que las juventudes italianas, españolas, argentinas y otras, han dado ese viraje radical que, ahora, contradice el pasado y la asociación revolucionaria a los jóvenes.

Las derechas neofascistas cambiaron de estrategia y optaron por ofrecer respuestas/soluciones emocionales, símbolos de identidad y la creación de un nuevo enemigo interno: los otros, los migrantes, los más débiles, a quienes les asignan la culpa de todo.

La radicalidad mostrada por muchos de los jóvenes no es gratuita, la falta de acceso a oportunidades económicas, la inseguridad en el mercado laboral y la sensación de pérdida de control sobre sus vidas, es muy bien aprovechada para llevar a los jóvenes a buscar respuestas en discursos más radicales, aunque en la práctica, estas opciones los precaricen más.

Así mismo, la influencia de las redes sociales ha sido llevada al tope, pues las plataformas digitales les permiten refugiarse en burbujas ideológicas, donde sus opiniones se ven reforzadas por otros que comparten sus mismas ideas, sin la necesidad de un debate cara a cara. Las discusiones, en todo caso, son anónimas, emotivas, masivas y sin ninguna profundidad.

Aunado a la construcción de un nuevo enemigo interno, se crea aversión a lo que ven como amenaza a su identidad cultural y se alinean contra la globalización y la rapidez de los cambios sociales. Extrañamente, a la diversidad de estilos de vida la ven también como un peligro y entonces, buscan refugio en la narrativa que promueve la tradición y la identidad nacional o individual. Por eso, los programas nacionalistas excluyentes y represivos se vuelven tan de moda en la juventud.

Finalmente, ven al Estado con escepticismo y lo tildan de ineficiente y excesivamente intervencionista y, en consecuencia, se alimenta un interés malsano por aquellas propuestas que defienden la libertad individual, la propiedad privada y el libre mercado, que ya sabemos a dónde conduce. Todo ello, repito, sin ningún análisis sino como respuesta emocional a sus paranoias contemporáneas.

A lo anterior, las izquierdas y derechas moderadas deben hacer un mea culpa sobre su responsabilidad en este viraje. Está claro que las narrativas descontinuadas y etéreas sobre justicia, igualdad, democracia, derechos humanos, ya no atraen a los jóvenes que fueron víctimas de un proceso que los despolitizó y les instaló el miedo.  

Por eso insisto, urge la claridad política que solo puede provenir de un proceso sistémico, permanente y crítico de formación continua.


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