…la Revolución de Octubre ha sido el único proyecto exitoso en la historia política de Guatemala, pues a pesar de la invasión de Estados Unidos en 1954 y consiguiente restauración ultraconservadora, la huella que dejó no puede ser regateada por nadie y se yergue orgullosa ante todas las generaciones posteriores. Atesorar sus logros y avances políticos, sociales, culturales y económicos, debe ser parte de nuestra memoria histórica y, sobre todo, un referente vivo de que un futuro diferente fue posible y sigue siendo posible…
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
Cada vez que se acerca un aniversario más de la Revolución de Octubre de 1944, sus detractores languidecen en número e importancia, pues más allá de los romanticismos poéticos de la gesta, los resultados de la misma son, sin duda, el mejor legado del único proyecto exitoso en la historia política de la República de Guatemala.
Arévalo y, sobre todo Árbenz, junto a sus grandes equipos, dejaron una impronta indeleble en tan solo una década, un lapso en el que muchos gobiernos anteriores y posteriores no hicieron nada trascendente. De 1944 a 1954, se marcó ejemplo, dignidad y obras que perduran hasta la fecha, como fiel testimonio de la posibilidad de algo diferente y que ahora nos parece imposible. Del pánico al ataque nos dijo El Verbo de la Revolución, Manuel Galich, y su huella bibliográfica todavía resuena fuerte y clara.
Parece fácil el recuento del legado revolucionario, pero no lo es en absoluto: la justicia social y la reforma agraria, el reconocimiento de los derechos laborales, el acceso a la educación pública y la defensa de la libertad de expresión, fueron los carriles por donde corrió el espíritu que animó la construcción de una verdadera democracia, pequeño burguesa sí, pero que abrió derroteros que parecían imposibles, al venir de una dictadura implacable como la de Ubico y luego, la junta de gobierno que le siguió, afortunadamente derrotada por la gesta democrática de octubre.
El drama de salud que se vive ahora, sería inconmensurablemente mayor, si no fuera por el legado del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), muchos de los afiliados con enfermedades crónicas como por ejemplo, la diabetes, somos fieles testigos del beneficio heredado por la Revolución; de igual forma, la clase trabajadora debe al Código de Trabajo, la garantía de sus derechos mínimos, rompiendo con un escenario casi feudal en el campo y muy precario en la ciudad.
La reforma educativa permitió que la enseñanza se viera –en palabras del Dr. Arévalo– como un acto de amor y una labor esencial para la sociedad, digna de ser honrada y reconocida también. La muestra física de aquel anhelo, quedó plasmada en las famosas Escuelas Tipo Federación, una herencia que perdura hasta nuestros días, aún con el furioso impacto del terremoto de 1976. Hospitales, guarderías y comedores infantiles también son herencia revolucionaria. La modernización de la economía y las finanzas públicas, se consolidó en un banco central que puso coto a un desorden que solo favorecía a las élites oligárquicas del país. Qué decir de la interrumpida Reforma Agraria que, por primera y única vez, iluminó la esperanza de los jornaleros agrícolas y de los campesinos. Incluso, la Carretera al Atlántico y la Hidroeléctrica Jurún Marinalá, fueron legados que la contrarrevolución no pudo ocultar como logro revolucionario
A 81 años de la efeméride cívico-militar, ya nadie, con un mínimo de neuronas, puede atreverse a descalificar a la Revolución y menos, tildarla de comunista. El ultimo intento fallido fue en 2019 al haber contratado a un famoso escritor conservador (Mario Vargas Llosa) el cual, tenía la misión de repetir la misma narrativa anticomunista que trató durante muchos años –en vano– ocultar la descarada intervención mercenaria patrocinada y dirigida por Estados Unidos, con la complacencia de unas élites primitivas y un ejército traidor. Además, la pretensión de los auspiciadores de la llegada del autor de La Ciudad y los Perros, era zanjar, según ellos, la discusión sobre el fantasioso carácter bolchevique de la Revolución, en favor de una diatriba que la hiciera desaparecer de la memoria colectiva. Sin embargo, el premio Nobel los desnudó de cuerpo entero y reafirmó lo que ya todos sabíamos: el carácter democrático-burgués de Los 10 Años de Primavera en el País de la Eterna Dictadura y la estatura política y ética de sus dos gobernantes: Arévalo y Árbenz.
Insisto que la Revolución de Octubre ha sido el único proyecto exitoso en la historia política de Guatemala, pues a pesar de la invasión de Estados Unidos en 1954 y consiguiente restauración ultraconservadora, la huella que dejó no puede ser regateada por nadie y se yergue orgullosa ante todas las generaciones posteriores. Atesorar sus logros y avances políticos, sociales, culturales y económicos, debe ser parte de nuestra memoria histórica y, sobre todo, un referente vivo de que un futuro diferente fue posible y sigue siendo posible, si queda una reserva moral que canalice un ferviente deseo y la voluntad política para generar un verdadero cambio.
¡Viva la Revolución de Octubre!
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