| La marimba, el himno, el quetzal, la Monja Blanca, la ceiba y las narrativas inventadas sobre un patrio ardimiento que nunca existió, no han tenido el eco que la Patria del Criollo soñó. Sin embargo, las empresas monopólicas que vienen desde el siglo XIX, encontraron en dos entes, el vacío simbólico que necesitaban: la selección nacional con el apoyo multimillonario de varias marcas, y Ricardo Arjona, emblema líder de una bebida gaseosa. |
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
Las demostraciones cachimbiras de patrioterismo que se dan como pseudocelebración de la independencia, se reducen ahora a una oportunidad de desfogue y excesos en la que grandes y chicos se divierten lanzado bolsas de agua y demás líquidos, cada vez con más violencia, dejando toneladas de basura y suciedad en las calles. Claro que los aburridos actos en escuela y colegios, así como en algunas instituciones públicas continúan, pero el gusto y preferencia se concentra ahora en esos desmadres callejeros que alteran el tránsito y la paciencia de muchos que no compartimos tan peculiar forma de “celebrar”.
He escrito en varias oportunidades sobre el carácter espurio de un 15 de septiembre de 1821, que solo fue la puesta en escena de un script ordenadopor el Clan Aycinena semanas antes y que ellos intitularon el Plan Pacífico de Independencia, del cual también he hecho referencia en algunas columnas septembrinas.
Aparte del caos, la basura, daños personales y vehiculares, que dejan las explosiones de “civismo” en las calles, los actos patrios vienen acompañados de apropiaciones culturales impertinentes, como la mal denominada tradición de vestir de “inditos” a los niños en edad escolar, lo cual también se acostumbra hacer para la celebración del 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe.
Para más INRI, usar la camisola de la alicaída selección nacional de futbol también se incluye en el “protocolo” patrio. Aunque nos parezca ridículo, tal despropósito tiene su base simbólica, pues el sueño criollo de crear una identidad nacional única, ha fracaso en reiteradas ocasiones. Empezando por el hecho que Guatemala está constituida por varias naciones, aglutinadas en cuatro pueblos: ladino/mestizo, Maya, Garífuna y Xinca, con 25 comunidades lingüísticas.
La marimba, el himno, el quetzal, la Monja Blanca, la ceiba y las narrativas inventadas sobre un patrio ardimiento que nunca existió, no han tenido el eco que la Patria del Criollo soñó. Sin embargo, las empresas monopólicas que vienen desde el siglo XIX, encontraron en dos entes, el vacío simbólico que necesitaban: la selección nacional con el apoyo multimillonario de varias marcas, y Ricardo Arjona, emblema líder de una bebida gaseosa.
Hablar mal de la Sele o del cantante, es una afrenta cual si fueran símbolos patrios o las imágenes de la Virgen del Rosario o el Cristo de Esquipulas. El éxito económico en el manejo de estos íconos, viene acompañado de un rédito especial que puede modelar, incluso, imaginarios sociales.
Ni los desfiles escolares, ni el paroxismo de adornar carros, casas y hasta mascotas, le puede ganar al culto por la Sele y Arjona. Que Luis Fernando Tena, el director técnico mexicano del combinado nacional, gane Q331 mil al mes (unos 43 mil dólares) no solo es justo y necesario, sino poca cosa, dado el tremendo significado del futbol para la noble y culta afición deportiva del país. Del cantante ni hablar, basta ver la cantidad de conciertos cuyas entradas se agotaron en un abrir y cerrar de ojos, y no precisamente a precios populares. Pero todo esto es nada, comparado con la emoción y el sentimiento que se siente al escuchar: 🎼»Más que mi patria, mi raíz; más que mi suelo, la matriz que me enseñó a parir pensamientos» 🎼.
El gran fracaso de la construcción de una patria blanca y única se refleja en las líneas anteriores. Mientras países como El Salvador y México lograron superar o amilanar el racismo estructural, el diseño de un Estado Nacional con las características creadas por la Reforma Liberal, explica la indiferencia de la mayoría por construir una nacionalidad concreta desde lo histórico.
Uno de los intentos masivos por construir esa identidad sui generis sucedió en el gobierno empresarial de Oscar Berger, más conocido como el Conejo (2004-2008). Por razones de trabajo con PNUD estuve cerca del proceso. Contrataron a un consultor argentino, de esos que facturan con varios ceros a la derecha de dos y hasta tres dígitos, que harían relamer los bigotes a cualquier profesional nacional.
Bajo la coordinación del sudamericano lanzaron una campaña nacional con el sugestivo slogan: “orgulloso de ser chapín”. Ante el fracaso casi inmediato, relanzan otra campaña con un angustioso y desesperado recurso que se llamó: Orgulloso de ser guatemalteco.
Ambas campañas no prosperaron, ya que el término chapín tiene un origen despectivo, pues lo endilgaron los habitantes de las provincias de Centroamérica a los fufurufos ciudadanos de la Capitanía General del Reino, o sea, Guatemala; refiriéndose únicamente a los habitantes de la actual capital y la Antigua Guatemala. Además, los pueblos indígenas, mayoritarios como se sabe, rechazaron de cuajo la campaña, pues ellos reivindicaron su pertenencia identitaria como mayas o mayas cakchiqueles, zutuhiles, mames o quichés, según el caso.
Los esfuerzos de las élites continúan y, por el momento, la Sele y Arjona sirven muy bien a sus propósitos hegemónicos, pues cuentan con la triste realidad que desnudó la famosa doñita de las campañas perdedoras: «La ignorancia es la riqueza cultural de nuestro pueblo».
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