PROVOCATIO: ¿Por qué el golpismo no indigna como debiera?

Con una historia así, es fácil advertir que el golpismo puede llegar a banalizarse, porque son muchos años de gobiernos de facto. Por eso no es casual que quienes más se indignan son los centennials y millennials, segmentos etarios que no vivieron la guerra y que nacieron en una democracia, restringida eso sí; pero es lo único que conocen, pues las historias sobre asonadas son producto de charlas de sus padres y abuelos, en el mejor de los casos y que, de todas formas, no terminan de asimilar. 
José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político


Recientemente me di a la tarea de agrupar algunos datos de la historia política de este territorio que llamamos Guatemala. Aunque muchos sitúan su origen en el 15 de septiembre de 1821, en realidad, la República nace el 21 de marzo de 1847, durante el gobierno de facto del general Rafael Carrera (para más INRI).

Somos hijos de las asonadas y los golpes de Estado desde el origen.  Los primeros dos presidentes de las Provincias Unidas de Centro América[i], son militares y producto de gobiernos golpistas: Gabino Gaínza y Vicente Filísola.

El primero, Capitán General del Reino, representante de la Corona Española, por la mañana del 15 de septiembre, y luego, por la tarde, ya era el primer presidente de las provincias recién “liberadas”.  Más tardó el proceso independentista que la gestión de Gaínza (menos de un año), pues con la anexión a México, Filísola (también militar español) toma el poder, en forma igual de efímera (un año).

De un total de 59 presidentes desde 1821 a 2023, 25 han sido militares (42.37%). Si dividimos 202 años entre el número de presidentes, en teoría cada uno hubiese gobernado 3.42 años, ni siquiera un período presidencial de los actuales. Sin embargo, solo 4 dictadores acumulan 78 años (los militares Carrera, Barrios, Ubico y el civil Estrada Cabrera).  Sumando todos los que llegaron por movimientos fácticos, aún en lapsos cortos de gobierno, el ejercicio gubernamental pasa de la centuria.

Hubo quienes fueron presidentes por un día, como Gustavo Espina, que ni siquiera ese día pudo consolidar por no haber sido investido por el Congreso, mientras que un total de 25 jefes de Estado duraron tan solo 1 año o menos, lo que evidencia la precariedad política de este país. El único lapso democrático en la historia, se tuvo de 1945 a 1954, cuando una invasión norteamericana cortó de tajo el segundo gobierno de la Revolución.

Peor aún, desde las primeras elecciones postrevolución (1957) hasta 1985, todos los gobiernos fueron militares. El gobierno “civil” de 1966-1970 (Méndez Montenegro) no cuenta, como lo he señalado en varias ocasiones tanto en mis artículos, conferencias y clases de ciencia política.

Los números y porcentajes citados supra, demuestran con claridad la realidad histórica de Guatemala. Por eso me causa grima expresiones como las siguientes: “Debemos defender nuestra democracia”, cuando en realidad, en la crisis actual, la población demanda el respeto al voto democrático (parecido pero muy diferente). “Debemos retomar el Estado de derecho”, cuando cualquier persona medianamente ilustrada sabe que se perdió hace mucho y lo que priva es el Lawfare.

En 1957 se encuentran tres hechos fundamentales que marcan el derrotero político del país:

  • El asesinato de Castillo Armas, que produjo un reacomodo de las fuerzas golpistas, generando una alianza entre militares y el capital oligárquico para marcar el nefasto rumbo de los últimos 66 años.
  • La fundación del CACIF, quien por mucho tiempo fue el principal y dominante “partido político” del país. Conscientes que no se podían permitir otros dos gobiernos como los de la Revolución, orientaron a sus operadores políticos para establecer una camisa de fuerza que protegieran sus intereses, generando una “democracia” restringida.
  • Con la normativa político-electoral diseñada por los empresarios e implementada por sus representantes en el Congreso, se dan las primeras elecciones post intervención, en las cuales, para variar, hubo fraude entre ellos mismos. Fue tan grotesco que solo 3 días duró la “victoria” de Miguel Ortíz Passarelli (20 al 23/10/1957) y el general Miguel Ydígoras Fuentes asume la presidencia. 

Tal y como destacó la CICIG, el pecado original de la política guatemalteca está en el financiamiento electoral.  Por esto, la disposición de prohibir el financiamiento público, como es en muchos países; así como vetar el financiamiento internacional, dejó el camino libre al patrocinio privado.

Los golpes de Estado y los fraudes siguieron su curso y de esta forma se llega a la “Apertura Democrática” de 1984 a nuestros días, lapso en que el golpismo, de variadas formas, se evidencia en el gobierno de Cerezo (golpes técnicos), Serrano (autogolpe) y Ramiro De León Carpio, nombrado por el Congreso, siendo el único presidente de la era democrática que llegó sin elecciones ni partido político.

Finalmente, el siglo XXI nos sorprende con una nueva forma de golpismo: El Lawfare, cuya consolidación estamos presenciando.

Con una historia así, es fácil advertir que el golpismo puede llegar a banalizarse, porque son muchos años de gobiernos de facto. Por eso no es casual que quienes más se indignan son los centennials y millennials, segmentos etarios que no vivieron la guerra y que nacieron en una democracia, restringida eso sí; pero es lo único que conocen, pues las historias sobre asonadas son producto de charlas de sus padres y abuelos, en el mejor de los casos y que, de todas formas, no terminan de asimilar.

A lo anterior debe agregarse que, en todas las encuestas y mediciones hechas hasta ahora, la política no figura como preocupación principal de los guatemaltecos. Es el factor económico el que domina el imaginario social, sea que se mencione como falta de empleo, alto costo de la vida, incremento de la canasta básica o falta de oportunidades.

¿Se entiende ahora la necesidad de la formación política y de asumir la historia como hilo conductor transversal?

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político


[i] Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Chiapas.

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