Sé que algunos podrán reclamarme la no mención de un proyecto revolucionario de izquierdas, pero desde la derrota militar en 1983, las condiciones materiales y subjetivas para el mismo, son totalmente nulas. La viabilidad de cualquier proyecto político en Guatemala, pasa, necesariamente, por la socialdemocracia no conservadora y/o movimientos más amplios que, incluso, deban incluir a la denominada centro-derecha. |
José Alfredo Calderón E. (historiador y analista político)
Todos los que tenemos memoria histórica sabemos lo que pasó después de 1954 en este sufrido país, pero la mayoría de jóvenes y adultos jóvenes, tienen una nebulosa al respecto o bien, no están enterados de nada. Por supuesto, no es su culpa, el sistema educativo se diseñó e implementó para que las sucesivas generaciones no pudieran nutrirse del pensamiento crítico que solo da el estudio de la historia y el análisis político profundo.
Metodológicamente, es necesario hacer dos cortes históricos desde la contrarrevolución. Un lapso que constituye la dictadura militar propiamente dicha, solapada por elecciones casi siempre fraudulentas y golpes de Estado tradicionales, hasta 1985, fecha en la que los militares entregan –simbólicamente– el poder del Organismo Ejecutivo, más no del sistema. El otro lapso es de la llamada “Apertura Democrática”, que marca la llegada del primer gobierno civil después de 31 años de dictadura; correspondiendo al gobierno del socialcristiano Marco Vinicio Cerezo Arévalo, el estreno de una democracia formal incipiente pero muy controlada, la cual subsiste hasta ahora.
En los años 60 y 70, la cantera de cuadros socialcristianos, socialdemócratas, marxistas y de liberales progresistas fue basta, a pesar de la represión y del formato de la educación pública, en la que las grandes mayorías estudiaban. Los colegios privados eran una minoría que estaba muy por debajo de instituciones como el Instituto Central, la Escuela Normal, el Rafael Aqueche, la Escuela de Comercio, el Instituto Belén o el INCA, por citar los más emblemáticos. Pocas excepciones descollaban, como el Liceo Guatemala, El Liceo Javier, el Colegio Belga y el Monte María, en los cuales, por cierto, se educaron varios cuadros de pensamiento revolucionario.
La Universidad de San Carlos era un caso especial, pues gracias a su autonomía, formó grandes cantidades de jóvenes antisistema, muchos de los cuales, nutrieron las filas revolucionarias del movimiento armado.
En ambos lapsos de los cortes históricos descritos, hubo un denominador común: la represión abierta de las fuerzas del Estado y la encubierta de los grupos paramilitares afines al ejército y las élites económicas ultraconservadoras. Esto, sin duda, es la mejor explicación para que en los últimos 71 años, no hayamos tenido NINGÚN gobierno de izquierdas. Todas las administraciones se mantuvieron entre la extrema derecha y versiones pálidas de socialdemocracia. No menciono al socialcristianismo que, por definición e historia, siempre ha sido de derechas, aunque no de las primitivas.
Enumerar a todas las luminarias que este país perdió por el salvajismo de la represión es una tarea descomunal, pero destaco algunos nombres: Adolfo Mijangos López, Otto René Castillo, Huberto Alvarado, Santiago López Aguilar, Mario López Larrave, Manuel Andrade Roca, Guadalupe Navas Álvarez, Oliverio Castañeda De León, Antonio Ciani y tantos otros.
El sistema abrió una pequeña fisura cuando permitió la llegada del Partido Revolucionario en 1966, no sin antes hacer firmar al presidente y el vicepresidente electos, así como al secretario general del partido, un pacto (el llamado “Concordato”) en el que el poder civil se entregaba por completo al alto mando del ejército. Con Vinicio Cerezo pasó algo similar, pero acompañado de golpes de Estado técnicos en 1988 y 1989 (descritos en otras columnas) más el asesinato de Danilo Barillas, alguien que militaba en la Democracia Cristiana pero que realmente era socialdemócrata y que propició las pláticas de paz entre la guerrilla y el gobierno-ejército.
En los años 70, el sistema volvió a dar un placebo al autorizar al Partido Revolucionario Auténtico (PRA) de Alberto Fuentes Mohr y al comité cívico: Frente Unido de la Revolución Democrática (FURD) de Manuel Colom Argueta que luego fue formalizado como partido bajo las siglas de FUR, sin la D al final. Estas concesiones del sistema político, dominado por militares y empresarios conservadores, se daban a sabiendas que tenían otros mecanismos de control que, incluso, llegaron al asesinato.
Se debe acotar que mientras el carisma de Fuentes Mohr era limitado, el de Meme Colom era todo un fenómeno de masas, habiendo sido alcalde de la ciudad capital de 1970 a 1974. Esta razón fue suficiente para que poco tiempo después de la autorización de su partido, el ejército decidiera su ejecución extrajudicial el 22 de marzo de 1979. Menos de dos meses antes, se había asesinado al líder del Partido Socialista Democrático (PSD), nuevo nombre del PRA, Alberto Fuentes Mohr.
Con estos dos asesinatos, más el de Danilo Barillas, se truncó la llegada de la socialdemocracia liberal al gobierno. En su lugar, el sistema permitió la toma de posesión de Alfonso Portillo (ex EGP y PSD, en 2000) pero porque el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) de extrema derecha, del general Ríos Montt, lo tenía totalmente cooptado. Posteriormente, en 2004, llegó Álvaro Colom, una versión socialdemócrata totalmente desdibujada, que fuera de la retórica social de sus programas de asistencia (bolsa solidaria), sus acciones no tuvieron nada que envidiarle a un gobierno de derechas. Y luego, qué decir del gobierno actual, sus acciones y, sobre todo, sus inacciones, son su mejor carta de presentación. Ahora toca construir desde cero.
Sé que algunos podrán reclamarme no mencionar a un proyecto revolucionario de izquierdas, pero desde la derrota militar en 1983, las condiciones materiales y subjetivas para el mismo, son totalmente nulas. La viabilidad de cualquier proyecto político en Guatemala, pasa, necesariamente, por la socialdemocracia no conservadora y/o movimientos más amplios que, incluso, deban incluir a la denominada centro-derecha.
¿Qué queda? Organizarse para la ola de extrema derecha que se nos viene encima en el 2027. No hablo de hacerle el juego al sistema fundando o apoyando a otro partido más; hablo de organización civil desde la base social. Pero primero, formación política, pues sin la misma, no hay nada. Conocer, entender, proponer y actuar desde la presión ciudadana de masas.
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