PROVOCATIO: Los nudos gordianos del sistema

Esa tendencia a ver todo color de rosa, aunque en el fondo, se sepa que la realidad es una combinación de colores en la que los negros y grises también existen. Esta inyección diaria de positivina, se parece al síndrome de la mujer abusada; todo el mundo a su alrededor lo sabe y se lo dice, pero ella sigue negándolo.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Periódicamente he venido abordando la crítica situación nacional en lo político, lo social, cultural y económico, comprobando que, dentro de la multiplicidad de reacciones de los lectores dominan dos tendencias: la primera es que a la mayoría de las personas no les gusta oír cosas “malas” y, la segunda, es que quieren soluciones rápidas y contundentes.

Textos como los de Og Mandino y, sobre todo, Paulo Coehlo, han hecho mella en las capas medias “ilustradas”, no solo de Latinoamérica, sino de otras latitudes de habla hispana. Las redes sociales terminan por poner la tapa al pomo, pues el conocimiento científico ha sido desplazado por la cultura del meme. Hablo de la mal llamada clase media, porque es ella quien, básicamente, interactúa entre pares e influye en “los de abajo” para definir los imaginarios sociales y delinear la bendita opinión pública.

Ser positivo en extremo es lo cool, lo in, lo políticamente correcto. Quienes pretendemos arrojar luz sobre la interpretación de la realidad, poner los puntos sobre las íes y describir las cosas “feas” sin eufemismos, resultamos ser: resentidos, negativos, aves de mal agüero, personas que “no tenemos a Cristo en nuestro corazón” y un largo etcétera de descalificaciones. Conocer la verdad tal cual, da miedo, sobre todo en un lugar como este, con una historia trágica permanente y rasgos patéticos que permiten, a otros países de verdad, referirse a nosotros como República Bananera, cuarto mundo, protectorado tropical o “shithole country” como lo llamó Trumpy otros epítetos despectivos que, lamentablemente, tienen mucho fundamento. 

Las élites han creado una narrativa que las capas medias replican cual entrenados loritos, con mucho éxito, por cierto.  El orgullo chapín, la idílica descripción de la eterna primavera, el bello quetzal, la marimba, las guapas mujeres, los hombres valientes que lucharon un día en patrio ardimiento; el hermoso paisaje de lagos y volcanes, sin dejar de lado fascinantes tradiciones y el legado del mundo maya, aunque nuestro racismo sea execrablemente endémico con sus descendientes, resulta ser lo aceptado y digno de replicar.

Los historiadores no la tenemos fácil en un país que no lee, no estudia, no investiga y no se cuestiona. La historia debiera ser materia obligada, permanente, exhaustiva en todos los pénsum de estudios desde la preprimaria a la universidad. Pero no como un tema de anécdotas y tramas novelescas, ni como ejercicio memorístico en torno a personajes y fechas. La materia científica de la que hablo, debe partir de un enfoque sistémico y crítico, para descubrir y comprender procesos que devienen de estructuras y coyunturas que deben verse a la luz de la ciencia para explicar, objetivamente, la realidad política, social, económica, cultural y espiritual.

Por supuesto que este discurso no agrada a las élites ni a sus adláteres y advenedizos que las defienden cual corifeos de esta tragedia que, sus perpetradores, se esfuerzan en invisibilizar, generando las narrativas ya descritas.

Esa tendencia a ver todo color de rosa, aunque en el fondo, se sepa que la realidad es una combinación de colores en la que los negros y grises también existen. Esta inyección diaria de positivina, se parece al síndrome de la mujer abusada; todo el mundo a su alrededor lo sabe y se lo dice, pero ella sigue negándolo. La víctima busca consuelo en sus más cercanos, pero no espera que le restrieguen la verdad, sino que le digan cosas como: “no es para tanto, a mi también me pasa, ya pasará, él va a cambiar, enfócate en las cosas positivas, pedile mucho a Dios” y un sin número de frases cual placebos que mantendrán el círculo vicioso del drama.

La segunda tendencia es exigir soluciones rápidas y simples a quienes criticamos, como si la complejidad de Guatemala no existiera y las respuestas estuvieran disponibles mediante catálogo. En el mejor de los casos, aceptan la dura realidad, pero pretenden invalidar la crítica porque no se presentan salidas prácticas, aunque estas puedan ser mágicas para satisfacer el anhelo ciudadano.  

Hasta las personas bien intencionadas que no dan por agotado el sistema, reconocen ya, los nudos gordianos que aparecen por doquier, cuando se intenta encontrar soluciones dentro del mismo establishment.

Todos se asustan si se plantean soluciones fuera de la caja y puede llegarse al paroxismo, si se llega a insinuar una salida no pacífica. Vea usted amable lector/a, los topes sistémicos a cualquier iniciativa.

  • Reformar sin tocar el modelo económico imperante, es gatopardismo puro: que todo cambie para que nada cambie. Sé que lo he repetido innumerables veces, pero no puedo decirlo de otra manera.
  • Insinuar que el modelo depredador, egoísta y aniquilador que promueve la profunda desigualdad del país, ya está agotado y debe, sí o sí, cambiarse, es motivo de proscripción en todos los ámbitos. Afortunadamente, para las élites, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) está conformado ad hoc para abortar cualquier locura de estas. Si llegara a surgir esta herejía, el Estado está presto y dispuesto a reprimir, si no, que lo diga CODECA y el MLP, quienes, hasta ahora, son los únicos en plantearlo abiertamente y también las principales víctimas de ese atrevimiento.
  • Formar un nuevo partido político, dentro de la lógica y normativa perversa actual, termina como todas las historias conocidas al llegar a formar parte de lo que se critica.
  • Suponiendo que el TSE fuera permisible y aceptara una iniciativa diferente y anti sistémica, otros mecanismos se encargan de frenar tal osadía, no solo por las dificultades normativas de la Ley respectiva (LEPP) sino por el necesario financiamiento que los miembros de un proyecto así, nunca tienen y, de pretenderlo, tendrían que caer, de nuevo, en lo que se critica.
  • En el pretendido caso que la multiplicidad de micro aportes lograra una autonomía financiera, todavía hay otros valladares más graves para asumir el reto    Hablo de los peligros que un movimiento así implicaría, pues además de los aparatos represivos del Estado, hay huestes paralelas, organizadas y financiadas por empresarios (sobre todo finqueros y azucareros) narcos y operadores políticos, que cada vez se diferencian menos y que están dispuestos a mantener el orden, así como, según su discurso, las formas tradicionales y decentes de vida.
  • Los recursos del sistema son innumerables y efectivos. El imaginario social está impregnado de narrativas que condicionan la mente de una población asustada, acomodaticia e ignorante. El discurso ultramontano y maniqueo ha calado; todo se reduce a una pelea entre “el bien y el mal”, entre el comunismo y los defensores de la patria, entre los valores tradicionales y conservadores versus ideologías foráneas y malignas. Lo risible, si no fuera por lo trágico, es que Guatemala no ha tenido ningún gobierno comunista, ni siquiera socialista o, incluso, socialdemócrata, salvo la experiencia de la Revolución de 1944. Desde la intervención de EE. UU. En 1954, todos los gobiernos posteriores han sido gobiernos de derecha, extrema derecha y una suerte de derecha moderada como el socialcristianismo de la DC y la caricatura que pretendió vender la UNE.

Como ven, la casa nunca pierde. Está claro que debemos trascender el marco de la caja y buscar otras alternativas, para las cuales, lamentablemente, en las actuales condiciones y dada la correlación de fuerzas, no es posible.

En otra entrega trataré de esbozar algunas líneas que permitan repensar lo actuado y por actuar. Hasta la próxima.

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