“La indolencia de la mayoría le pone la tapa al pomo. La banalidad de una juventud desconectada de la realidad y que ignora el tiempo de la guerra porque no la vivió. Concentrada en el Tik Tok, Instagram o Snapchat, sus intereses son otros. Una generación adulta perdida en el miedo, la ignorancia y el individualismo…” |
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
El miércoles publiqué en redes sociales que, mientras la población se solazaba gastando tiempo y energías en temas baladíes, la alianza criminal (el pacto de corruptos ampliado) había instaurado ya, un Estado de terror. Sé que más de algún avezado lector o lectora está pensando que reacciono frente a los hechos violentos del miércoles 19 de mayo en Cantel, pero estos son picos críticos que demuestran lo que viene sucediendo desde el gobierno Patriota, luego con FCN y que han tomado sus peores formas con el gobierno actual.
La sucesión de hechos no es casual y tiene un hilo perverso que los une.
La opiniología local se apresuró a repetir lo que decían los medios tradicionales: “Esto es producto de la disputa entre narcos y pandillas por el control de los centros penales”. En consecuencia, el problema es que el sistema penitenciario no sirve y hay que cambiar autoridades, eso sí, que las nuevas sean probas y eficientes. Les anticipé el titular de medios a unos amigos, cuando los hechos recién publicados aún no eran noticia oficial.
Sin embargo, centrarse en la inmediatez, en lo dantesco de los asesinatos para generar espanto o en el eterno estribillo de que las cosas están mal y para corregirlas hay que cambiar personas, nos conduce a una carrera en círculos que no solo obnubila el enfoque, sino que les hace el juego a los aparatos ideológicos del sistema.
El acoso a las ONG, al abogado Alfonso Carrillo, a los jueces Ericka Aifán y Pablo Xitumul, a las comunidades indígenas y sus líderes, la captura de Solórzano Foppa y una seguidilla de acciones, todas están conectadas. La táctica es llamar la atención sobre la captura del exintendente de la SAT pero lo estratégico va en contra del ex investigador de CICIG Aníbal Argüello, testigo principal del caso de La Línea y quien armó, prácticamente, toda la investigación que culminó con el encarcelamiento de Otto Pérez, Roxana Baldetti, Juan Carlos Monzón y otros. Además, recuerden que del Mariscal Zavala no solo salen directrices sino también financiamiento a borbotones y los necesitan libres. Sin Argüello, lograrán su objetivo.
Deseo ir más lejos, hacia lo procesal, histórico y sistémico, pues esta etapa que vivimos muestra un muy difícil retorno, por lo menos en el corto y mediano plazo. Para unos, decir que se ha instaurado un Estado de terror es una exageración porque, según ellos, los niveles de violencia son diferentes ahora que durante la guerra. Afirmo que la violencia terrorista del Estado en estos momentos es más perversa y destructora, pues se presenta en un cuadro cuyo contexto nos deja cual corderos en una jaula de lobos.
Otro grupo, con las mejores intenciones, simplifica las cosas e indica que regresamos a los años setenta y ochenta. Esto es parcialmente cierto, pues las condiciones son diferentes, con énfasis en una correlación de fuerzas que sonríe a las fuerzas fascistoides de una dictadura militar con disfraz civil y que, para más INRI, cuenta con el aval incondicional de las élites económicas. Trataré de explicar con más detalle.
Claridad política: Actualmente el principal problema de las masas es la ausencia de este primordial elemento. En los años cruentos de la guerra, la mayoría tenía la lucidez suficiente para saber que había un enemigo frontal visible en la dictadura militar de Lucas García y luego Ríos Montt y Mejía Víctores. La gente organizada, que era mucha, no se distraía en luchas sectoriales o en causas miopes, sino enfrentaba al Estado opresor y represivo con una mirada clasista y unívoca.
Esa generación sabía también que la violencia terrorista de los sucesivos gobiernos castrenses era producto de un proceso y de un continuum anticomunista que venía de 1954 hasta 1985. Estaban enterados, no con meridiana claridad, pero sí en lo básico, que esa dictadura no se sostenía sola y que existían élites económicas detrás de ellos.
Organización: Existía un movimiento revolucionario armado y otro de masas que aglutinó a muchas personas. Eran pocas las organizaciones sociales no vinculadas e incluso, aquellas que se autodefinían como apolíticas, manifestaban un orden organizativo formal y, en momentos de crisis, se unían a la lucha de todos y todas.
A partir de octubre de 1978, con la ejecución extrajudicial de Oliverio Castañeda De León, llegaron los asesinatos indiscriminados, individuales, y en masa. La violencia selectiva había cedido el paso al terror, pero había una diferencia cualitativa clave: las acciones criminales no encontraron a un pueblo indefenso. Desde la Montaña, en las calles urbanas, desde la Academia y los distintos movimientos sociales estudiantiles, obreros y campesinos, el pueblo enfrentó la agresión y, aglutinados en centrales que mantenían cierto control organizativo para que no se dispersaran las luchas, se mantuvo por algún tiempo, una resistencia digna.
La dictadura militar lograba, paradójicamente, la unidad popular, aunque fuese coyuntural, de socialcristianos, socialdemócratas, comunistas, socialistas, liberales progresistas y hasta de quienes no se definían con una ideología, pero sí se indignaban ante la masacre y la ignominia.
Espíritu de lucha: A pesar que la represión era bestial, fue impresionante comprobar que el pueblo guatemalteco no se amilanó frente a un enemigo descomunalmente más fuerte, organizado, equipado y rapaz. Indudablemente, seguía fresca en la memoria, la agresión norteamericana de 1954, las jornadas de marzo y abril de 1962, las luchas magisteriales en pleno gobierno de Arana Osorio o el levantamiento ciudadano frente al fraude electoral de 1974.
El terremoto de 1976 provocó, más allá de la tragedia material y emocional, una organización popular que, en principio, no era política pero que terminó siéndolo. Así mismo, el cataclismo abrió los ojos a muchos que todavía no habían comprobado la inmensa pobreza y la tragedia nacional en la que vivían la mayoría de conciudadanos.
Unidad: El Frente Democrático contra la Represión (FDCR) y el Comité Nacional de Unidad Sindical (CNUS) se habían erigido en centrales únicas sin serlo propiamente. Hasta los trabajadores bancarios, usualmente apáticos y conservadores, se habían unido a las luchas de obreros y campesinos.
Las convocatorias para manifestar seguían un mismo sentido y orden. Estas centrales de facto eran reforzadas por muchas organizaciones más como el CONAP, Comité Nacional de Pobladores, El CETE, Comité de Entidades de Trabajadores del Estado, la FESEBS, Federación Sindical de Empleados Bancarios y de Seguros, el CUC, Comité de Unidad Campesina, AEU, Asociación de Estudiantes Universitarios, CEEM, Central de Estudiantes de Educación Media, FASGUA, Federación Sindical Autónoma de Guatemala y muchas otras más.
En el presente, el cuadro es desolador. Sin claridad política (insumo básico y originario), sin organización popular de ningún tipo, a no ser por las corruptas asociaciones gremiales y profesionales, sin espíritu de lucha pues las sucesivas políticas contrainsurgentes terminaron por domar, cooptar, comprar o reprimir a las dirigencias en general.
Con un Estado totalmente cooptado pues la joya de la corona, que era la Corte de Constitucionalidad, ya fue tomada por la alianza criminal que avanza como tanque nazi. Solo les falta la FECI y la PDH.
Con la ausencia de un movimiento social que ahora se hace representar por un grupo de ONG y un movimiento campesino que languidece, producto de la represión brutal del Estado. Con una izquierda de discurso pero que vota en el Congreso casi siempre con la mano derecha.
La indolencia de la mayoría le pone la tapa al pomo. La banalidad de una juventud desconectada de la realidad y que ignora el tiempo de la guerra porque no la vivió. Concentrada en el Tik Tok, Instagram o Snapchat, sus intereses son otros.
Una generación adulta perdida en el miedo, la ignorancia y el individualismo. Un buen grupo añorando una intervención gringa ante nuestra incapacidad, la cual, incluso, no vendrá como ya hemos visto, a no ser declaraciones de Twitter o visitas insulsas que nos dejan peor.
Algunos otros apuestan al péndulo histórico. “Siempre ha sido así” me dicen, períodos oscuros cortos o de mediana duración, dan paso a reacciones organizativas como La Plaza. Ahora las cosas son muy distintas y puedo decirles que desde el fracaso de las Plazas de 2015 y 2017, lo que se viene es negro y prolongado.
La claridad política, la organización, la unidad y la lucha era responsabilidad NUESTRA, pero no supimos afrontarla.
¿Ven ahora por qué afirmo que el Estado de terror hoy, es más peligroso y que la noche será más larga de lo que muchos creen?
Quizá sea más realista pensar en la venida del meteorito para que todos nuestros problemas desaparezcan por acción galáctica…