PROVOCATIO: La historia y el tiempo circular de Los Pueblos


¿Por qué es importante enfatizar en la incorporación de grandes contingentes indígenas a la guerra? Porque por primera vez el movimiento insurgente se convirtió en una amenaza real para el Estado racista y depredador guatemalteco. El escenario principal se daba en occidente y ya no en oriente.  La dinámica, entonces, alcanza niveles de insurrección popular, pues las fuerzas revolucionarias armadas estaban respaldadas por un amplio movimiento de masas en la capital y algunas ciudades.

José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político

El lunes de esta semana se conmemoró un aniversario más del levantamiento militar conocido como Movimiento 13 de Noviembre de 1960 (M-13) el cual, al radicalizarse, agregó el sufijo “revolucionario” y pasó a llamarse MR-13.

Este suceso siempre ha sido un punto de referencia para marcar el inicio del mal llamado “conflicto armado interno” (1960-1996).  Sin embargo, es importante acotar que dicho movimiento no tuvo un carácter político-ideológico en sus inicios, pues la radicalización y la actividad guerrillera propiamente dichas surgieron posteriormente, al hacer contacto con el Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT– (partido comunista).

Aún cuando contó con el apoyo de algunos civiles, el levantamiento tenía motivaciones básicamente castrenses y el involucramiento de oficiales del ejército para la asonada, fue de alrededor del 50%, porcentaje que decreció a la hora de ejecución por las delaciones surgidas.  Hay abundantes detalles para conocer este pasaje fundamental en la historia de Guatemala, los cuales se pueden revisar en dos artículos míos en noviembre de 2017: José Alfredo Calderón: El MR-13 de Noviembre a 57 años… (Primera parte) – Crónica (cronica.com.gt)  y  José Alfredo Calderón: El MR-13 de Noviembre a 57 años… (2ª. Parte y final) – Crónica (cronica.com.gt)

Si bien este momento histórico ya no es recordado por muchos, me permito recordarles que este país no puede entenderse sin conocer el origen y desarrollo de una guerra interna que nos desangró 36 años y cuyas causas siguen vigentes, aunque la vía armada ya no sea viable.

Al hablar del movimiento insurgente, tiene que hacerse una disección para analizar dos etapas. La primera de los años sesenta, que consistió en organizaciones urbanas formadas por algunos oficiales militares, unos pocos dirigentes obreros y decenas de estudiantes de la Universidad de San Carlos, casi todos muy jóvenes. Sus operaciones se circunscribieron a la ciudad capital y el oriente del país; lo cual resulta bastante paradójico, pues esta región del país fue la que cobijó al movimiento contrarrevolucionario para derrocar al coronel Jacobo Árbenz en 1954. De hecho, muchos de los escuadrones de la muerte que se formaron posteriormente, reclutaban sus cuadros en Zacapa, Chiquimula, Jutiapa y el Progreso.

La guerrilla sesentera reúne, además, una característica fundamental: los combatientes indígenas eran muy escasos y ninguno en posiciones de comandancia reconocida. Los líderes: Luis Turcios Lima, Marco Antonio Yon Sosa, Luis Trejo Esquivel y Alejandro de León Aragón eran todos urbanos y mestizos, incluso uno de ascendencia china (Yon).

La transformación a guerrilla revolucionaria se da el 6 de marzo de 1961, cuando 23 exoficiales insurrectos (provenientes del M-13) ingresan clandestinamente a Guatemala para luchar contra el Gobierno de Ydígoras, quienes tienen contacto con el PGT, provocando que su pensamiento se radicalizara y trascendiera la idea de solo derrocar a Ydígoras. A partir de ahí, el fin fue cambiar las estructuras.

Posteriormente, en 1968, el MR-13 se reunifica con las FAR y ante la muerte de Turcios LIma, Yon Sosa queda nuevamente al mando, pero esta “reconciliación” duró muy poco, pues es muy conocida la rivalidad que mantuvieron las organizaciones revolucionarias y sus liderazgos, tanto en esa época, como años después.

Sucede un pasaje fundamental para explicar el punto central de este artículo. Con lo que quedaba del MR-13, varios integrantes viajaron a México con la intención de reorganizarse sin la presión del ejército nacional y antes que hicieran contacto con un grupo que venía de Cuba, las fuerzas armadas de México capturan y le dan muerte al ya legendario Yon Sosa, así como a los capitanes Socorro Sical (Fidel Rascacoj Xitumul) y Enrique Cahueque Juárez, un 16 de mayo de 1970. El tiro de gracia estaba dado; después de algunas débiles acciones urbanas, el MR-13 desaparece en 1973. Estos capitanes (Sical y Cahueque) son de los pocos cuadros indígenas con alguna relevancia recogida por los anales de la historia política armada. Sin embargo, su participación no se ligaba a un movimiento indígena como tal; pues los pueblos originarios permanecieron, en términos generales, ajenos a la guerra interna en esa década.

La guerrilla nunca llegó a superar los 400 hombres mal armados, siendo esa una de las razones por las cuales, el ejército y particularmente el coronel Arana Osorio, pudo aplastar a la insurgencia surgida del 13 de noviembre de 1960, ante la disparidad de fuerzas.

Con el surgimiento del Ejército Guerrillero de los Pobres –EGP– y tiempo después la Organización del Pueblo en Armas –ORPA– la década siguiente marcó una diferencia muy grande con relación al movimiento insurgente anterior.  Ahora ya eran cuatro organizaciones revolucionarias, pues a las mencionadas se agregaba las dos existentes: PGT y FAR; pero el punto medular, es que las dos primeras, se nutrieron –básicamente– de miles de cuadros indígenas. De hecho, la ORPA tuvo un enfoque teórico y táctico-estratégico étnico, lo que le dio una caracterización inédita hasta ese momento.

¿Por qué es importante enfatizar en la incorporación de grandes contingentes indígenas a la guerra? Porque por primera vez el movimiento insurgente se convirtió en una amenaza real para el Estado racista y depredador guatemalteco. El escenario principal se daba en occidente y ya no en oriente.  La dinámica, entonces, alcanza niveles de insurrección popular, pues las fuerzas revolucionarias armadas estaban respaldadas por un amplio movimiento de masas en la capital y algunas ciudades.

Cuánta razón tienen los pueblos originarios al decir que el tiempo es circular, porque ahora, décadas después, la incorporación de las autoridades indígenas y sus bases ha sido fundamental para lograr lo que ni siquiera la Plaza de 2015 y la de 2017 pudo hacer. Los tiempos y las dinámicas sociales en la cosmovisión maya son diferentes, teniendo que pasar un sexenio para que los pueblos irrumpieran de la forma que lo hicieron, ante el fracaso de las modalidades de organización y lucha mestiza tradicional. Los detalles los pueden revisar en uno de mis últimos artículos: PROVOCATIO: Entre la organización ancestral y la espontaneidad social (cronica.com.gt)

Hay un sujeto político que supo medir los tiempos y que llegó para quedarse.  Cualquier cambio REAL pasará por ellos, o no pasará.

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