PROVOCATIO: La estafa de la corrección política

Cualquier propuesta innovadora es bienvenida siempre y cuando no atente contra los valores tradicionales. Se reconoce que el sistema es imperfecto, pero de lo que se trata es de “mejorarlo”, NUNCA cambiarlo.… las posturas políticamente correctas se convierten en negocio para muchos, placebo para los incautos y herramienta de sometimiento cultural para los que detentan el poder…
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

En Guatemala, ser o declararse antisistema siempre ha sido mal visto, e incluso, deviene en una postura peligrosa donde fácilmente se le califica al individuo como un “resentido”, explicado más ampliamente en mi antepenúltima columna: https://cronica.com.gt/provocatio-el-resentimiento-como-mecanismo-de-cambio/  o peor aún, se le define como antisocial, guerrillero, comunista, enemigo de la democracia y cualquier cantidad de epítetos descalificadores.

Criticar al statu quo se puede hacer, sí y solo sí, se observa el tan manipulado principio de los griegos: el justo medio. Cualquier propuesta innovadora es bienvenida siempre y cuando no atente contra los valores tradicionales. Se reconoce que el sistema es imperfecto, pero de lo que se trata es de “mejorarlo”, NUNCA cambiarlo.

Incluso el término «radical» ha pasado a ser una palabra casi proscrita, cualquiera que la plantee, no solo debe ser objeto de vindicta pública sino de marginación y exclusión. Para nada es casual que la única propuesta radical en el último proceso electoral, fue la de Thelma Cabrera, candidata presidencial del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y esto provocó su exclusión ipso facto. Por supuesto que el régimen político-electoral usa formas veladas de manifestarlo y la excusa de su rechazo fue descalificar a su vice presidenciable. No está demás indicar que el vocablo «radical», significa ir a la raíz, es decir, quien lo promueve, plantea cambios estructurales de fondo y no reformas gatopardistas.

Se permite plantear reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) pero nunca atentar contra el sistema político-electoral en su conjunto, cuya misión principal es mantener los privilegios de las expresiones dominantes. Se aceptan iniciativas para reformar casi cualquier cosa, menos aquellas que pretendan reestructurar el modelo económico, base condicional de la desigualdad social. En tal sentido, la propiedad privada y la forma de gobierno se convierten en mantras intocables.

Un buen ejemplo de corrección política es condenar la corrupción, pero solo aquella derivada de algunos operadores políticos sin clase, sin abolengo y que constituyen fusibles generados por el sistema mismo pero que, a su vez, son completamente fungibles cuando dejan de servir o ya están quemados. Así mismo, se puede combatir la corrupción siempre y cuando no se conciba como efecto, sino como causa, cuando se sabe que la verdadera relación de causa-efecto se encuentra en la siguiente ecuación: Modelo económico=estructura de desigualdad=Impunidad=corrupción.

Lo que quiero enfatizar es que las posturas políticamente correctas se convierten en negocio para muchos, placebo para los incautos y herramienta de sometimiento cultural para los que detentan el poder. Se puede decir que las ocho posturas y/o grupos básicos del tinglado político son:

  1. Ultraconservadores que defienden primitivamente el statu quo con base a su convicción (real o simbólica) de lo que perderían si se llegase tan solo a reformar, en lo más mínimo, un sistema que les concede privilegios espurios.
  2. Conservadores que defienden los privilegios que el sistema genera, conscientes que son para las élites, así como algunos adláteres y advenedizos que alcanzan parte de esos beneficios. Si bien aceptan la posibilidad de algunos cambios, su propio miedo los hace tomar partido con el primer grupo.
  3. Liberales cuyo ADN matiza su apertura, pues como lo demuestra la historia: los llamados liberales lo son solo de mote, porque en realidad, piensan y actúan como conservadores, verbigracia: la Reforma Liberal de 1871-1944.
  4. Liberales que se basan en el ideal de La República, es decir, la democracia representativa (no participativa) y el equilibrio basado en la autonomía de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Aceptan la posibilidad de cambios, pero admiten (para sus adentros) que podrían desatar la furia de los tres sectores anteriores y por eso se cuidan de mostrar públicamente su flexibilidad a cualquier reforma.
  5. Reformistas de cuño liberal progresista, socialdemócrata, socialcristiano o corrientes similares. Su inconsistencia ideológica y su debilidad organizativa los hace fáciles víctimas de la inoperancia, la mojigatez y la falta de contundencia. Moderan su lenguaje permanentemente para que no los encasillen en posturas «radicales» que pudieran minimizar (más aún) el beneplácito de una población conservadora, que lo es más por sometimiento, que por convicción.
  6. Radicales democráticos genuinos que se diferencian de los revolucionarios, porque todo lo plantean dentro del sistema y con las reglas del mismo. Muchos de ellos actúan de buena fe, sin percatarse que devienen en una ingenuidad que puede resultarles peligrosa. Su postura se basa en el deber ser por lo que su «radicalismo» se queda en el discurso.
  7. Los oportunistas disfrazados de corrección política pero que, en realidad, defienden sus propias agendas personales o grupales. Muchos de ellos viven de la cooperación internacional y siguen al pie de la letra el ejemplo del «médico que solo entretiene la nigua», es decir, aquel galeno que da placebos para que el paciente lo continúe visitando (con el respectivo cobro de consulta, por supuesto) pero que nunca le resuelve, en definitiva. Los que no pueden obtener financiamiento por sus propios medios, se cuelgan de alguna entidad o personaje para su sobrevivencia o comodidad, según sea el caso.
  8. Finalmente, queda un grupo de revolucionarios, muy reducidos en número y que forman una masa heterogénea no amalgamada que, a su vez, puede dividirse en:
  9. Los nostálgicos que viven de efemérides pasadas pero que son marginales en términos políticos, ya sea por la exclusión del sistema o por su auto marginación. Algunos se aferran a expresiones políticas débiles como la URNG o el MLP y en menor medida, WINAQ.
  10. Los militantes que mantienen su coherencia y asumen las consecuencias prácticas de su postura axiológica, pues su claridad política choca con las posturas verticalistas, dogmáticas y oportunistas de los dirigentes de partidos que se autodefinen de izquierdas, pero que solo terminan haciéndole el juego al sistema; beneficiándose con algunas migajas que les proporcionan para su silencio o connivencia.
  11. Pensadores críticos sin militancia partidaria pero que mantienen incólumes los principios no dogmáticos de una posición revolucionaria auténtica. Muchos de ellos se refugian en la academia (docencia e investigación) o actividades relacionadas con el ambiente, la lucha gremial, el arte o proyecciones sociales o de beneficencia.

Invito a mis amables y escrupulosos lectores, a que analicen las distintas posturas descritas supra, para identificar si su ideología coincide con alguna o algunas de estas corrientes descritas.

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