PROVOCATIO: El síndrome de Dunning-Kruger

José Alfredo Calderón

Historiador y analista político

Cuando el boom de las redes sociales se mezcló con el confinamiento privilegiado durante la pandemia, las expresiones de estulticia digital se multiplicaron exponencialmente. Esta otra pandemia se ha venido desarrollando con mucha fuerza y la mayoría de personas lo reducen a la proliferación hiperactiva de los llamados netcenter; pero un análisis más detenido, da cuenta de un fenómeno más técnico-científico de lo que uno podría suponer.  Expresiones como “la ignorancia es atrevida” ya daban indicios, pero el problema al que me refiero tiene nombre y está estudiado por científicos, se trata del síndrome de Dunning-Kruger.  

Aunque hay varios documentos que explican, académica y ampliamente de lo que hablo, trataré de resumir un poco de forma más llana de qué se trata. El nombre del síndrome deriva de los rigurosos estudios hechos por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Cornell en Nueva York, y publicados en 1999 en “The Journal of Personality and Social Psychology”.  El psiquiatra y escritor Jesús de la Gándara, hace un resumen muy puntual que sirve para entender el síndrome sin las formalidades científicas que a veces complican la mediación hacia quienes no somos tan versados en la materia.  Se basa –nos dice– en dos principios:

  1. Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades.
  2. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

Antes de que estos estudiosos lo evidenciasen científicamente –continúa de la Gándara– , Charles Darwin ya había sentenciado que “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”,  y los que tenemos la manía de reflexionar, que es lo mismo que mirarse al espejo, ya sospechábamos que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, cosa que, lógicamente, es estadísticamente imposible.[1]  La mejor forma de comprobar este síndrome fue por medio de un laboratorio entre estudiantes, en donde se midieron sus habilidades intelectuales y sociales, para luego pedirles que se autoevaluaran. Los resultados fueron demoledores: los estudiantes más brillantes estimaron que estaban debajo de la media, los mediocres se consideraron por encima de la media y los más inútiles y menos dotados intelectualmente, se estimaron entre los mejores. Pero lo más contundente del experimento, fue comprobar la relación directamente proporcional entre la variable “menos dotado” y la incapacidad propia para darse cuenta de su incompetencia.  

Traigo a colación este diagnóstico, porque quienes modelan la llamada opinión pública, constituyen una masa crítica de lo que aquí expongo.  El netcentero “asalariado” es muy burdo y cada vez menos necesario, ya que la tecnología permite patrones y programas informáticos para “orientar” pensamiento y actitudes, lo cual desarrollan de mejor forma, por medio de bots[2] y otras herramientas. El netcentero que podríamos llamar clásico, ahora es fácilmente detectable y, como repito, muy burdo.

El netcentero “no asalariado”, reclutado por fanatismo, ingenuidad o pendejez, basado en militancias supuestamente ideológicas[3], reúne una parte de estos exponentes del síndrome. Pero en realidad, para que el convencimiento parezca más sólido y, por tanto, sea más efectivo, hay un “selecto” grupito de personajes que ocultan sus limitaciones ya sea porque al hablar o escribir, hacen referencias que parecen inteligentes, citan frases famosas aunque estén fuera de contexto o van por ahí “mareando la perdiz” como dicen los españoles, hasta llegar al punto: que las mayorías hagan réplica, reproduzcan o, simplemente, hagan ruido a favor de sostener el statu quo, fortalecer la sobredimensionada importancia de la empresa y los empresarios o de otros grupos en particular, defender la inmutabilidad de las buenas costumbres y la moral recatada, ahondar en la necesidad de denunciar a los “malos” y apoyar a los “buenos” y demás pensamientos que generan conductas de corte ultraconservador, discriminador y francamente neofascistas.  Los “iluminati” de este grupito, suelen empezar sus frases con un: “No suelo postear o tuitear mucho pero…”, “No soy político y debo aclarar que tolero todas las formas de pensamiento, pero…”, “no acostumbro a hacer públicos mis pensamientos, pero ahora me veo en la imperiosa necesidad de…”. Estas introducciones alertan sobre una supuesta honestidad intelectual (que por supuesto no existe) o que estos “encuevados” maliciosos del intelecto solo salen cuando es muy necesario y la masa necesita de un poco de su luz, opaca, pero para quien carece totalmente de ella –como es el caso de las mayorías– resulta una antorcha en el pensamiento cavernario de quien lo lee, no cuestiona, no estudia (menos investiga), pero eso sí, SIEMPRE se permite la libertad de emitir una opinión por pendeja que sea, pues para eso tenemos un sistema que lo permite, “…no como Venezuela y Cuba, a donde deberían irse todos los antisociales, comunistas, huecos y ateos que atacan a Mi Lord”, por citar una de las frases más trilladas y recurrentes hoy en día.

Es tan fuerte el síndrome de Dunning-Kruger, que uno puede observar –no sin alipori– cómo profesionales universitarios (y no necesariamente de universidades de “garaje”) se exponen al escrutinio académico y científico que los desnuda, pero que, por pena o condescendencia amistosa, ninguno se atreve a demostrarles.  Otros personajes, sin mayores estudios pero con la parafernalia mediática que aparenta acervos y grados académicos inexistentes, ostentan y promueven que les llamen “licenciados”, ingenieros”, “masters”, “especialistas”, “expertos”, para darle más “caché” a sus palabras y escritos.

Por eso la contundencia de Jesús de la Gándara  cuando espeta: “La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son.”



[1] https://hyperbole.es/2012/12/el-sindrome-de-dunning-kruger/

[2] De acuerdo con Giovanni Luca Ciampaglia, investigador de la Universidad de Indiana, los bots son un «sencillo programa informático que maneja una o varias cuentas de redes sociales para llevar a cabo una acción determinada a través de ellas». Aunque muchos de estos programas se utilizan para marketing, el uso malicioso de bots supone un nuevo desafío para los periodistas.

[3] Sin formación política, la gente no puede desarrollar luchas ideológicas propiamente dichas; a lo sumo replica, reproduce o “hace ruido” con lo que oye o lee.  Más lo primero pues lo segundo es una tarea que, al menos dotado, realmente le incomoda.

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