… quiero darle el beneficio de la duda al gobernante, pues posiblemente el 13 o 14 de enero de 2025, brindará un informe completo que recoja datos y cifras concretas sobre los logros alcanzados. Ojalá que se recuerde que un verdadero logro, es percibido claramente no solo por quien lo expone, sino fundamentalmente, por la población que supuestamente fue beneficiada.
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
Por razones de trabajo, en muchas ocasiones me ha correspondido la ingrata función de revisar informes relacionados con logros, tanto personales, grupales e institucionales. En su gran mayoría, quienes suscriben son personas con título universitario, pero que, en realidad, no son profesionales. Al respecto, ya sabemos de la debacle académica del país.
Más allá de las deficiencias en la formación primaria, secundaria y universitaria, el particular marco conceptual para definir logros o resultados, pareciera ser una tara cultural. Así mismo, juegan un papel penoso, la poca importancia que se le da a la gramática, el sentido común y la semántica conceptual de los términos utilizados. Finalmente, a los “revisores” y los superiores de estos, tampoco es que les dé gran penita. La razón es muy sencilla, gerentes, directores y jefes, también están en la calle de la amargura y no quieren hacer el oso al señalar y sancionar, por informes que tampoco ellos podrían redactar bien. Incluso los donantes de países desarrollados, que uno pensaría están en otro nivel, también se hacen de la vista gorda. La dinámica parece ser la siguiente: el donante ya dio la plata y ellos impusieron el o los temas, en los que se invertiría, por lo que los informes son puro trámite.
He tenido que revisar documentos que van desde telegramas de una página, hasta mamotretos de 150 páginas, pero incluyendo 120 de fotos. Lo he hecho en el Estado, en ONGs, organismos internacionales y empresa privada, comprobando que el problema es epidémico, aunque con mayor recurrencia en los dos primeros escenarios.
En las organizaciones e instituciones en donde existe normativa y protocolos, la estructura casi siempre es: introducción, fundamento legal, objetivos y metas evaluadas, alcances, hallazgos y áreas de oportunidad, logros, conclusiones y recomendaciones. Por supuesto, no es el caso de la mayoría, porque desde la planificación se notan las carencias.
Enfatizaré en el concepto que se tiene de logro y/o resultado, pues al revisar la columna correspondiente, uno encuentra toda clase de maquillajes y palabras que dan grima. Términos como: “casi”, “alrededor de”, más o menos”, “aproximadamente”; qué decir de los rangos desproporcionados como escribir: “se calcula que son algo así como mil o quizá dos mil…”.
Otra joya es encontrar juicios de valor por doquier: “extraordinarios esfuerzos fueron realizados por zutano o mengano”, como si los logros fueran personales y no institucionales. Otro hallazgo es: “La maravillosa gestión ejecutada por…” o bien, términos indeterminados como: “el desempeño fue adecuado…” sin especificar qué se entiende por “adecuado”; “no se encontraron falencias de gran envergadura”. Entre más alto el nivel del informe, es común hallar expresiones como: “lo que nunca se había hecho”…
Lo más preocupante, es la carencia casi total de datos y cifras concretas; y la redacción aspiracional en futuro: “Se están haciendo esfuerzos que, seguramente, culminarán en logros efectivos”; “hemos colocado la primera piedra de lo que será una obra monumental”, por supuesto, sin indicar fecha de conclusión ni nombres de responsables, ni costos fijos, etc.
Entre gazapos e imprecisiones, nunca faltan los ejemplos risibles, como colocar en la columna de resultados lo siguiente: “La reunión que se tenía programada, no se llevó a cabo y tampoco hubo reprogramación, ignorándose que pasará”. Otro ejemplo clásico es colocar las capacitaciones como logro, cuando cualquier persona con dos dedos de frente sabe que son medios para alcanzar resultados concretos. Y lo que pareciera ser un mantra institucional, es colocar como logro: “fortalecimiento institucional”, esta sin duda, es de las frases favoritas.
Otras variantes giran alrededor de colocar actividades como resultados: “se organizó una reunión…”, “se programó un encuentro…”; “se constató que todos los invitados a la reunión, llegaron…” y así, tantos similares. Por cierto, todos los ejemplos expuestos son reales (textuales).
El logro debe ser concreto y cuantificable, estando ligado siempre a los objetivos y metas establecidas previamente. Hay planes, programas y proyectos que, incluso, no cuentan con objetivos y metas evaluables, o simplemente carecen de ellos. Otro gazapo común es confundir objetivo con propósito, como si fueran sinónimos.
Traigo a colación lo anterior, porque esta realidad me la recuerdan las conferencias de prensa, discursos presidenciales y ministeriales, así como boletines y comunicados oficiales. De los sucesivos gobiernos militares uno no podía esperar nada, pero con la famosa “apertura democrática” que nos trajo gobiernos civiles, uno pensaría que habría gabinetes y gobernantes más pulidos que hicieran diferencia, pero ya vimos que no es así.
Por mi trabajo de análisis, espulgué el discurso presidencial del domingo 22 de diciembre de 2024, que no es más que un producto híbrido entre el anuncio del incremento al salario mínimo y resaltar lo que el presidente califica como grandes resultados “nunca vistos”, en su primer año de gobierno. No abundaré en detalles (yo ya elaboré un documento crítico), porque quiero darle el beneficio de la duda al gobernante, pues posiblemente el 13 o 14 de enero de 2025, nos brindará un informe completo que recoja datos y cifras concretas sobre los logros alcanzados. Ojalá recuerde que un verdadero logro, es percibido claramente no solo por quien lo expone, sino fundamentalmente, por la población que supuestamente fue beneficiada.
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