PROVOCATIO: El falso dilema


No caeré en la trampa sistémica de evitar la crítica, pero tampoco cejaré en mi empeño por seguir denunciando a los impresentables de la alianza criminal, que continúan drenando al Estado, en connivencia con este gobierno. Lo he demostrado en múltiples ocasiones y, particularmente, en el plantón frente al MP en 2023. ¿Quiero que caiga el gobierno? Obvio que no, pues las alternativas son mucho peores».


José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

La defensa oficiosa que muchos hacen del gobierno actual, obliga a reflexionar sobre la permanencia cultural del maniqueísmo en nuestra sociedad. Estás conmigo o contra mí, si no eres mi amigo, entonces eres enemigo. La mayoría de quienes caen en esta práctica, no advierten el peligro que significa para el orden democrático que, paradójicamente, dicen defender. Lo que está en juego son dos cosas fundamentales: La libertad de expresión y el pensamiento crítico.

Ningún gobierno debe gozar de excepcionalidades ni de cheques en blanco. Si hacen bien, se reconoce, pero en caso contrario, la responsabilidad de un verdadero ciudadano es cuestionar ese proceder, aunque sea afectado su estado de ánimo.  El fanatismo, el dogmatismo y la soberbia, conducen a complacencias de oficio sumamente perniciosas. Esto es válido, tanto para las izquierdas como las derechas, que defienden a ultranza a personajes cuestionados por el simple hecho de ser del mismo bando ideológico o, simplemente, por las simpatías que les generan.

Recurro, nuevamente, a esa gran maestra que es la Historia. Con la victoria de Vinicio Cerezo, muchos sentimos un gran júbilo por terminar –en apariencia– con la dictadura militar sufrida de 1954 a 1985, nada menos que 31 años, más que una generación. Me consta la voluntad inicial de generar cambios significativos –aunque no estructurales, por supuesto–, pero los golpes de Estado técnicos de mayo de 1988-1989 y, sobre todo, el asesinato de Danilo Barillas el 1 de agosto de 1989, permitió a los militares realinear el ejercicio de una democracia restringida. Aunque conscientes que la Democracia Cristiana no tocaría el modelo económico (lo estructural) aplaudimos el gran esfuerzo que se concretó en el nuevo pacto fiscal, para citar tan solo un ejemplo, lo cual generó una reacción virulenta de los empresarios, a pesar que ellos mismos, por lo menos un buen grupo, lo habían aceptado. Muchos recordamos ese paro de las élites económicas que provocó la casi virtual caída del gobierno socialcristiano.

Otro alegrón llegó con el ingeniero Álvaro Colom, cuyo apellido desató expectativas sobredimensionadas, por ser sobrino del gran líder socialdemócrata Manuel Colom Argueta. La praxis de ese gobierno, con discurso progre pero práctica conservadora, nos despertó cruelmente, con prontitud. En esa época escribí haciendo una alegoría: Llevan el balón con la zurda, pero frente al arco, patean con la derecha. Paréntesis aparte, se tuvo que tomar partido por lo que se tenía, ante la embestida de la extrema derecha, que aprovechó el asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg para desestabilizar al gobierno. Al final, ganó el sistema.

En 2023, ninguno imaginamos el segundo lugar de Semilla y Bernardo Arévalo, por lo que, en segunda vuelta, la ecuación se resolvió en favor de quien encarnaba a la nueva primavera por ser el hijo de un expresidente, como si los genes políticos se transmitieran mecánicamente. En ese mismo año, no quedó otra que defender los resultados electorales, no necesariamente al gobierno electo como muchos interpretan. En esta ocasión, las expectativas fueron desmedidas y por eso el tamaño de la desilusión.

El sistema político-electoral diseñado por las élites económicas e implementado por su brazo operativo, los militares e instituciones cooptadas, generó trampas sistémicas para crear la ilusión que elegimos, cuando en realidad, solo votamos. Después, con el auge e incidencia de las redes sociales y el libre acceso de las masas a ellas, los tradicionales aparatos ideológicos del Estado vieron facilitada su labor, pues las mismas víctimas de la farsa electoral, empezaron a hacer propaganda oficiosa a favor de la democracia restringida.  Se imponen frases como: Es lo que hay, elige lo menos peor, el voto nulo y la abstención, son enemigos de la democracia y otras perlas por el estilo.

Hoy, el maniqueísmo irrumpe de nuevo, se pretende condenar a quien critica al gobierno actual, porque ello implica ser golpista y/o del pacto de corruptos, aún en los casos de quienes, incluso, arriesgamos la vida en gobiernos pasados por plantar cara a sus desmanes. Sé que la defensa oficiosa tiene motivaciones distintas y que, en muchas ocasiones, proviene de personas bien intencionadas pero que reaccionan hepáticamente ante lo que consideran, un ataque hacia ellos mismos.  

No caeré en la trampa sistémica de evitar la crítica, pero tampoco cejaré en mi empeño por seguir denunciando a los impresentables de la alianza criminal, que continúan drenando al Estado, en connivencia con este gobierno. Lo he demostrado en múltiples ocasiones y, particularmente, en el plantón frente al MP en 2023. ¿Quiero que caiga el gobierno? Obvio que no, pues las alternativas son mucho peores. Sin embargo, si no ejercemos presión a quien debe liderar la unidad nacional y asumir los riesgos con decisiones firmes, en coherencia con lo ofrecido y las ideas supuestamente profesadas, quienes pagaremos las consecuencias, somos los ciudadanos de a pie.

¿Defender la voluntad popular? Sí, pero sin fanatismos ni cegueras.


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