Los aparatos ideológicos del Estado son todas aquellas instituciones de distinto tipo y especialización que, a diferencia del aparato propiamente represivo del Estado, funcionan con ideología y cultura, a efecto de convencer, manipular e imponer un pensamiento dominante, de tal forma, que no se vea como una imposición. |
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
La semana pasada me permití hacer un ejercicio de sondeo en una red social, relacionado a la influencia y efectividad de los aparatos ideológicos del Estado (ver significado infra). Consciente que no es un tema de dominio general, aún en personas con formación universitaria terminada, traté de orientar de la mejor forma dicho ejercicio.
Sin grandes pretensiones académicas, ni estadísticas, el ejercicio pretendía un acercamiento a la percepción de una muestra de ciudadanos, sobre la efectividad de dichos mecanismos. Ciento dieciocho personas con estudios universitarios reaccionaron a esta provocación.
El listado de mecanismos propuestos fue el siguiente: 1. Sistema educativo. 2. Iglesia Protestante (fundamentalmente pentecostal y neo-pentecostal). 3. Iglesia Católica institucional. 4. Medios de Comunicación tradicionales. 5. Redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp). 6. Programas de Cooperación Internacional estilo USAID. 7. La familia, como reproductora ideológica de valores del sistema. 8. ONG con financiamiento internacional para la «lucha ciudadana». 9. Otro (menciónelo).
La pregunta generadora fue ¿Cuál de los aparatos ideológicos del Estado ha sido el más efectivo en el proceso de lobotomización ciudadana en Guatemala? Se solicitó escoger dos opciones como máximo. En las respuestas, pocos se limitaron a mencionar solo dos aparatos y hubo quienes mencionaron más. Las variantes fueron básicamente cinco:
- Todos
- Todos porque están articulados e integrados
- Todos, pero con énfasis en… (mencionaron uno o dos que sirven de base)
- Mención de dos, pero acotación de uno o dos adicionales.
- La mención específica de dos.
El término “lobotomización ciudadana” alude a un artículo que escribí sobre el proceso de manipulación y adormecimiento de las mentes de muchas personas y que les impide tener claridad de pensamiento sobre diversos temas de la realidad nacional. En consecuencia, son víctimas fáciles del sistema y reproducen lo programado por la mano que mece la cuna, quienes difícilmente dan la cara a la exposición pública. He insistido, además, que el sistema prevalece sobre los personajes que se nos presentan a la luz pública. Por ello, he dicho también, que de nada sirve defenestrar a los políticos porque el sistema está blindado y cubre todas las posibles salidas para que el statu quo permanezca invariable a pesar del cambio de peones en el tablero de ajedrez, que es este escenario político.
La pregunta generadora/provocadora, también tenía una limitante para aquellos que no conocían sobre lo que son y cómo funcionan los aparatos ideológicos del Estado. Se advirtió que, quienes participaran en el ejercicio, deberían tener un conocimiento, aunque fuere básico, al respecto. En estas condiciones, la muestra recogida se considera aceptable para un somero análisis y sugerir algunas acotaciones pertinentes.
Según la percepción de la muestra llevada a cabo, sobre la efectividad de cada uno de los aparatos ideológicos, el sistema educativo aparece en primer lugar (50%), seguido por las iglesias protestantes (con énfasis en las pentecostales y neopentecostales) con el 44%. En tercer lugar, están los medios de comunicación tradicionales (radio, televisión y prensa fundamentalmente) con el 31% y la familia con el 20%. “La Iglesia Católica institucional” (exceptuando curas y catequistas de base social conscientes) tuvo 11.86% y la opción todas, aunque no ofrecida expresamente, alcanzó el 16% y su variable, “todas, haciendo énfasis en uno o dos aparatos”, significó el 5% de las respuestas. Otras respuestas marginales fueron: redes sociales con el 5% y programas de cooperación con el 2.5%, así como 1.69% para “ONG con financiamiento internacional para la lucha ciudadana”.
Entre las opciones no propuestas, aparecieron: el arte, la publicidad, el futbol y el racismo, así como tres menciones interesantes sobre el miedo, el cual, viene siendo un hilo conductor en todos los mecanismos, aunque no se perciban como represivos.
Surgieron varios aportes que enriquecieron el ejercicio (muy pretencioso llamarle encuesta) lo que demuestra que los participantes entienden bien cómo funciona el sistema en general, aunque, aisladamente, algunos puedan ser víctimas de la manipulación. De hecho, me llama la atención que, en ejercicios anteriores, ciudadanos que indican detestar el sistema político-electoral y que dicen entender cómo funciona la farsa electoral, me preguntan luego por candidatos potenciales que “no sean tan mafiosos” (sic) o si dentro de los conocidos, haya alguien “no tan malo”.
En cuanto a los resultados propiamente dichos, si bien el sistema educativo, las iglesias protestantes y los medios de comunicación ocupan los tres primeros lugares, las personas parecen olvidar que, las potenciales víctimas de estos aparatos son “atendidos” en primera instancia en el seno familiar (cuarto lugar en las menciones), donde los infantes reciben los valores (o antivalores según el caso) y la iniciación para, posteriormente, ir a la iglesia y escuela/colegio que corresponda.
Por mucho, la familia es la principal y más fuerte reproductora de los primeros imaginarios sociales, pues los padres, normalmente ya contaminados, no hacen más que continuar el ciclo de lo que ellos aprendieron o adoptaron como propio. ¿Excepciones? Las hay y conozco varias, pero la norma general es la descrita.
Al respecto, traigo a colación un ejercicio que suelo compartir con mis alumnos en la universidad, en las conferencias en diversos espacios y en talleres de capacitación. Este consiste en preguntarles si se recuerdan de su primer día de clase o de los inicios de sus días de escuela preprimaria; qué fue lo que les pidieron, ordenaron o recomendaron sus padres previamente. Indefectiblemente, el resultado siempre es el mismo, frases como: “No vayas a molestar”, “no te pares en clase”, “hazle caso a tu maestra”, “no prestes tus cosas”; “cuida tu suéter y lonchera”, “pórtate bien”, “no vayas a pelear” o en su defecto, su antípoda, “si te pegan, pega”. Frases más o frases menos, lo dicho ronda en torno a la prevención o advertencia, lo que no debe hacer el niño o la niña y que su comportamiento debe ser conforme las normas establecidas por la sociedad que, por supuesto, son las mismas que la de sus padres. Lejos queda la inducción a jugar o ejercer su curiosidad, disfrutar de esa nueva etapa que es ir a la escuela o decirles que los esperarán en casa, expectantes a todas las historias que el infante contará. Hay implícito en todo esto, un mecanismo que es fundamental para dominar una sociedad: El miedo. Nunca puede surgir un pensamiento crítico, creativo y libre, ahí donde anida el miedo.
Las respuestas que aludieron a que todos los mecanismos se integran y articulan entre sí, dependiendo de tiempos y espacios, es correcta; pero el propósito inicial del sondeo era medir a qué factor le daban más peso. Como todos los ejercicios que efectúo periódicamente, siempre dejo una rendija en el planteamiento para que las personas puedan elucubrar y elaborar según sus criterios.
Los resultados dan para más, pero por razones de espacio termino con esta acotación. Es innegable el crecimiento de las iglesias protestantes, muchos de mis contactos y amigos militan en esas sectas, sin embargo, las diferencias al señalar a una iglesia en particular se concentran mayormente en ese sector que muchos llaman “evangélicos” a secas (37% y 11% respectivamente).
¿Por qué interesarse en el mundo de los aparatos ideológicos del Estado? Lo vengo diciendo insistentemente: la lucha cultural e ideológica es el sino de estos tiempos de agudas crisis; sobre todo, cuando la disparidad de fuerzas entre una clase social dominante y otra subalternizada es descomunal. Conocer los mecanismos de dominación, más allá de los propiamente violentos, es fundamental para la deconstrucción de estrategias y así librar esta lucha en contra de la regresión ultramontana. Si no cambiamos de fórmula para enfrentar a este enemigo poderoso y descomunalmente perverso, nos terminará destruyendo y, con ello, se sepultará el sueño de un nuevo Estado y un futuro mejor.
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político