“…aquellos que se declaran de izquierdas dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derechas están convencidos de que las desigualdades son un dato ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación”. Norberto Bobbio. |
José Alfredo Calderón
Historiador y analista político
Recientemente hice esta pregunta pública en redes y el resultado no me sorprendió. Casi nadie contestó abiertamente, pero sí reaccionaron “voz off” o por mensajes directos. La pregunta incomoda porque la respuesta, con matices o no, se sabe a boca de jarro.
Hay que aclarar, de entrada, que me refiero a las izquierdas revolucionarias, aquellas que soñaron con otro tipo de sociedad y que, para lograrlo, plantearon el cambio radical del modelo económico capitalista y de la estructura de desigualdad social que dicho sistema generó.
Si bien algunos países (llamados desarrollados, aunque no todos) alcanzaron un nivel de riqueza que minimizó esa desigualdad, es importante acotar que sus modelos económicos capitalistas no fueron depredadores y voraces, como se estila en los países llamados del tercer mundo. Por cierto, esta clasificación del mundo se basó en la dicotomía que significó capitalismo y socialismo real (primero y segundo mundo) lo cual, hoy en día, cambió radicalmente ante la desintegración de la Unión Soviética y la caída de sus gobiernos satélites.
Pero volviendo a la pregunta referida a Guatemala, debo citar primero a Norberto Bobbio, un autoproclamado socialista liberal y moderado, para evitar posibles sesgos:
“…aquellos que se declaran de izquierdas dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derechas están convencidos de que las desigualdades son un dato ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación”.
Termina diciendo: “izquierda y derecha continúan vigentes. No solo como una suma de emociones, sino como una colección de valores”. Ahora bien, como ya lo he dicho reiteradamente, estos espectros políticos no constituyen en sí, ideologías, sino posturas frente a la igualdad, la libertad, la justicia, la democracia y otros factores de debate.
Para quienes insisten que las ideologías ya no existen o no son importantes, se les debe recordar que hasta el mismo Francis Fukuyama (El Fin de la Historia) tuvo que retractarse al haber apoyado esa postura, ahora insostenible.
Si nos referimos entonces a esa izquierda histórica que planteaba el cambio de las estructuras económicas, políticas y socioculturales de la sociedad, en Guatemala nunca tuvo un ejercicio del poder político, jamás ha gobernado. Las únicas expresiones llamadas de izquierda fueron los gobiernos revolucionarios de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz, debiendo aclarar que ninguno de los dos, sobre todo el de Arévalo, fueron propiamente de izquierdas, sino que su esfuerzo se enderezó a generar un capitalismo moderno y desarrollista que ampliara el mercado interno y mejorara las condiciones socioeconómicas de la población guatemalteca en general, hundida en el atraso y la miseria.
A pesar del surgimiento del movimiento armado en los años sesenta y, sobre todo, el de los setenta, la incidencia política o amenaza militar real al Estado, se limitó a algunos años entre 1980 a 1983. Así mismo, la presencia de cuadros revolucionarios en la administración pública ha sido más bien simbólica.
Otro elemento para aclarar es que las izquierdas no todas son marxistas, y que, aún los marxistas, no responden al unísono a una sola corriente: El trotskismo, el estalinismo, el marxismo-leninismo, el maoísmo y los gramscianos dan fe de ello.
Ahora sí, estamos en la posibilidad de responder a la pregunta inicial: ¿Dónde quedó la izquierda guatemalteca? Al respecto, es interesante cómo la extrema derecha la desprecia y minimiza y, sin embargo, en cada evento electoral saca a relucir los peligros de esta, llegando a afirmar, cínicamente, que se debe destruir su poder, el cual, por supuesto, es inexistente.
Se de las agruras que he de provocar con la pregunta y, peor aún, con la o las respuestas, pero debe decirse con total y meridiana claridad, que ese tipo de izquierdas, las revolucionarias, ya no existen más, a no ser por las expresiones individuales y grupales que todavía subsisten, pero no como movimiento organizado y amplio con alguna incidencia política.[i]
De hecho, fuentes internas de la autodenominada izquierda congresil, llegan a afirmar que el objetivo que les quedó a los herederos del pensamiento revolucionario es aspirar a una curul, o mejor aún, a varias, por las prebendas que esto conlleva.
Por otra parte, veamos uno de varios ejemplos de cómo votan las “izquierdas” en el Congreso; el presupuesto nacional 2023 tuvo el voto en contra de solo siete diputados, siendo cinco de Semilla (que no es de izquierda) y dos más que provinieron de: URNG (que tiene tres), WINAQ (que tiene cuatro) y MLP (que tiene uno), es decir, solo votaron en contra, dos de ocho. Si se realiza el ejercicio con otras iniciativas de ley favorables al pacto de corruptos, encontraremos de nuevo el voto “dividido”.
Otro ejemplo más: invito a escuchar y leer los discursos y pronunciamientos de los partidos llamados de izquierda. Ninguno habla de sustituir el modelo económico, cuando mucho, solo lo critican, pero sin plantear seriamente su restructuración. Invito también a revisar la definición ideológica de estos partidos en la página del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y hasta el más estigmatizado como radical, el MLP, instrumento político de CODECA, se autodefine como “Defensores de Derechos Humanos” lo cual, por supuesto, no es ninguna definición ideológica. Puedo imaginar, no lo sé, que esta táctica de no definirse pueda ser un recurso de protección ante las constantes agresiones recibidas por parte del Estado y grupos paraestatales.
Quedan entonces, expresiones moderadas (¿o acomodadas?) de “centroizquierda” y un amplio espectro de derechas, que van desde las populistas/oportunistas, a las corporativas y oligárquicas, llegando a las francamente fascistas.
Corresponde a los reductos académicos de la izquierda, el reto de un constructo que permita no renunciar al cambio. Mientras tanto, cuando escuche encendidos discursos revolucionarios en el Congreso, primero revise la forma en que votan y se comportan sus interlocutores.
[i] El análisis de CODECA/MLP merece un capítulo aparte.