Y no es que al día de hoy esté en juego la cooptación o no de la USAC, la cual ya hizo metástasis, sino la consolidación final del proceso, por medio de un rector que concretice el control permanente y total de la Tricentenaria a favor de las mafias, entre las cuales se incluye a la élite empresarial que siempre han soñado con cercenar de tajo, el tanque de pensamiento crítico y el foco de resistencia que siempre distinguió a la USAC.
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
Como muchos saben, soy docente universitario desde el siglo pasado, 35 años de trayectoria me han brindado un cúmulo de experiencias, algunas revitalizantes, otras preocupantes, pero todas enriquecedoras.
En los años ochenta, la incorporación a la docencia en la Tricentenaria Universidad de San Carlos, fue orillada por el descabezamiento de los grandes profesores, que cayeron asesinados, fueron desaparecidos o tuvieron que salir al exilio.
En ese entonces, recuerdo una mística ya desaparecida, ante sucesos que hoy provocarían la suspensión de clases y hasta el ciclo académico. La llegada de los “compitas” a realizar mitines con unos fusiles que, de solo verlos, impresionaban; el temor resultante porque sabíamos que, después de eso, casi inmediatamente, los orejas hacían acto de presencia y enviaban “información” a las fuerzas de seguridad, sobre todo, a aquellas paralelas al Estado. El corte de la energía eléctrica rápidamente nos conectaba con episodios represivos, pero que no provocaba, como hoy, la estampida inmediata de estudiantes felices de no recibir clases.
Por su parte, para la época, el ejército y la policía habían hecho de la autonomía universitaria y el territorio inviolable, un derecho descaradamente trasgredido. De hecho, el general Oscar Humberto Mejía Víctores, ordenó el 4 de septiembre de 1985 la ocupación militar de la USAC, un acto que violó flagrantemente la autonomía universitaria que posee la casa de estudios desde 1944. La presencia de tanques (¡!), la destrucción de instalaciones, archivos, vehículos y la desaparición de estudiantes, trabajadores, profesores e investigadores, son evidencia de la barbarie. Aun así, seguimos impartiendo clases unos, y otros, recibiéndolas. Indudablemente, aquella conciencia sancarlista era ejemplo para el continente.
Luego vino el largo y continuo proceso de cooptación de la Universidad, el cual, incluyó el primer gobierno de la era “democrática”, que todavía carga entre sus múltiples pecados, la desaparición, entre agosto y septiembre de 1989, de diez dirigentes de la Asociación de Estudiantes Universitarios –Oliverio Castañeda De León– AEU.
Colocar rectores a la medida, corromper a los miembros de la comunidad universitaria que no se habían incorporado –voluntariamente– a la toma espuria de la Conspicua y reprimir a todos aquellos que ofrecieran cualquier tipo de resistencia, al margen de cualquier pensamiento ideológico, era cosa común. Bastaba ser ético para ser considerado un enemigo. Nada ni nadie se salvó, salvo las honrosas y pocas excepciones.
Dirigentes estudiantiles, autoridades universitarias, trabajadores de todo rango, profesores y hasta personas ajenas a la comunidad sancarlista, pero que dependían del poder perverso de las fuerzas oscuras en lo interno, sucumbieron a la cooptación y/o la amenaza.
Rescatar la Asociación de Estudiantes llevó décadas, pero no bastó para desterrar a las clicas que aún continúan influyendo en todos los espacios. Además, no era suficiente, y si no, observen el actual proceso de elección a rector, plagado de vulgaridades y corrupción, dilapidando recursos materiales, humanos y financieros institucionales, para fines electoreros.
Destaco, con asco, la constante cosificación de la mujer en procesos de elección a todo nivel, precisamente, en un entorno en el que se denuncian, diariamente, violaciones, acoso laboral y sexual, llegando al extremo de señalamientos sobre trata de personas y narcoactividad en su seno.
Y no es que al día de hoy esté en juego la cooptación o no de la USAC, la cual ya hizo metástasis, sino la consolidación final del proceso, por medio de un rector que concretice el control permanente y total de la tricentenaria a favor de las mafias, entre las que se incluye a la élite empresarial que siempre han soñado con cercenar de tajo, el tanque de pensamiento crítico y el foco de resistencia que siempre distinguió a la USAC. Aunque rectores como Estuardo Gálvez y Murphy Paiz, hoy en prisión, avanzaron en la instrumentalización a favor del mundo empresarial y de mafias organizadas a su sombra, todavía no les es suficiente. Mazariegos, Suárez y adláteres, son solo la punta del iceberg, pues siempre queda detrás, la impune mano que mece la cuna.
La tristeza, la rabia y la impotencia nos arrastra a muchos de los mejores hijos de la formación crítica de antaño, por eso, me entristece un episodio reciente en mi labor docente en la universidad pública. Estudiantes de dos carreras sociales, en una unidad académica, también de orientación social, fueron interrogados por mi persona, en mi calidad de docente, sobre el actual proceso de elección de rector que se define este 23 de marzo. De 34 estudiantes consultados (ya avanzados en la carrera, por cierto) únicamente una mujer indígena se mostró interesada, destacando el hecho que ella participa en una de las plataformas de elección.
Quedé perplejo y me hice tres preguntas, de muchas que me surgen. La experiencia no fue en una universidad privada ni con estudiantes de primer ingreso por lo cual, hacia mis adentros, me cuestioné:
- Si ese cuadro se presenta con juventudes con acceso a la academia, todo un privilegio en este no país, ¿qué se puede esperar de la mayoría de jóvenes cuyo horizonte apenas llega a la educación media o primaria, o peor aún, ni siquiera alcanza la decadente instrucción pública básica?
- Existe consenso que, sin formación ciudadana que abone a la claridad política, no hay viabilidad de un proyecto que se oponga a esta barbarie y se enfoque en el cambio del statu quo. Ahora bien, ¿cuál sería entonces el perfil del joven a formar dada esta triste realidad?
- El daño causado por las políticas y acciones contrainsurgentes fue letal, pero no tanto como la construcción de ese sujeto posmodernista que está en todo y en nada. ¿Es irreversible el daño o se puede seleccionar una masa crítica que apunte al futuro?
Como se ve, el monstruo no solo es grande y pisa fuerte, sino que su impronta es profunda y perversa. ¿Resignarse? ¡JAMÁS! Más temprano que tarde, los “necios” debemos encontrar las vías alternas y contestarias necesarias para generar y compartir luz a los que puedan y quieran o no habrá futuro.