… el exceso de estímulos en una población urbana puede causar efectos negativos como estrés crónico, ansiedad y depresión, debido a la sobrecarga de información, la contaminación visual y auditiva, el tráfico y la ausencia de espacios verdes y recreativos (entre otros).
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
Una primera respuesta, la más básica, sería a nadie, pues todos los sectores son víctimas directas o indirectas del desorden y el estrés; sin embargo, esta afirmación deja a un lado que las personas y grupos sociales reciban impactos diversos, dependiendo de sus condiciones materiales de existencia. El nivel de sufrimiento varía según los privilegios y comodidades que se tengan en la escala social.
Una segunda respuesta es que se beneficia a la cuadragésima administración municipal, lo cual es cierto, pero se debe desenmarañar el análisis, porque una primera impresión solo se centraría en lo ilógico de promover el caos en contra de la población que los ha elegido consecutivamente por cuatro décadas.
Otras respuestas se centran en lo obvio y visible: Una gestión municipal pésima y corrupta que provoca una deficiencia en infraestructura adecuada, carencia de agua y transporte público eficiente y digno, abusos de la policía municipal y anarquía en la vía pública, entre otros muchos defectos. Por supuesto, los voceros ediles ya tienen el discurso listo, pues achacan al propio vecino todos los males, sea por irresponsables, desordenados, sucios o indiferentes. De hecho, el sistema municipal funciona desastrosamente, pero con placebos como mecanismos de control: La 21K (donde incluso, el participante le paga a Tu Muni por participar), la nieve y pista de hielo en Navidad, eventos festivos, conciertos y un extenso brazo social diseminado en los barrios pobres que incluye deportes, cursos de capacitación en diversos temas, talleres de baile, etc. No es casual tampoco, que la mayoría de actividades son dirigidas a mujeres, muchas de ellas, cabeza de hogar monoparental o figura maternal presente en casa.
El impacto del desorden vehicular es mayúsculo, destacando la pérdida de tiempo y dinero, así como problemas de salud física y mental; incremento de accidentes y conducta violenta, la generación de estrés y ansiedad en los conductores, la afectación del rendimiento laboral y familiar, con impacto negativo en el desarrollo infantil debido a la falta de sueño (buses que los recogen en la madrugada para lograr llegar a tiempo).
Se ha escrito mucho sobre los efectos de la pésima gestión municipal, pero mi intención se centra en dos interrogantes: ¿A quién beneficia el caos? ¿Qué es lo que hace que todos los suframos y, aun así, no nos revelemos? Más que dar respuestas, intentaré, fiel al nombre de mi columna: PROVOCAR una reacción reflexiva.
Diversos psicólogos y psiquiatras, coinciden en que el caos, entendido como la desintegración del orden social en facciones egocéntricas, puede ser una manifestación del rompimiento del tejido comunitario y la desintegración de las relaciones que del mismo emanan, lo que facilita la dominación. Así mismo, el exceso de estímulos en una población urbana puede causar efectos negativos como estrés crónico, ansiedad y depresión, debido a la sobrecarga de información, la contaminación visual y auditiva, el tráfico y la ausencia de espacios verdes y recreativos, carencia de agua potable, servicio efectivo de recolección y tratamiento de deshechos, desagües insuficientes que generan inundaciones y otras muchas precariedades. Además, puede llevar a una disminución de la responsabilidad social, el aislamiento, a pesar de estar rodeado de gente y el desgaste físico y mental, muy parecido a lo que sucede con el fenómeno laboral causado por el síndrome de burnout[i], afectando la autoestima y la capacidad de concentración.
El diseño urbano, la congestión del tráfico, el humo (smog) y el ruido excesivo contribuyen a una mayor actividad de la amígdala, lo que genera estrés crónico y ansiedad. Por otra parte, a pesar de la gran cantidad de personas, el anonimato y la densidad de la población pueden generar sentimientos de soledad y exclusión. Incluso, todo esto puede manifestarse en problemas físicos como dolores de cabeza, dolores crónicos, problemas digestivos y enfermedades cardíacas, a largo plazo.
Lo más grave es que la sobrecarga sensorial puede llevar a un desprecio o indiferencia hacia las necesidades de los demás, resultando en menos empatía, cortesía y disposición a ayudar a otros en alguna dificultad. Además, la habituación constante a estímulos excesivos puede llevar a asumir riesgos, como el uso de sustancias o conductas poco saludables.
El ambiente también resulta afectado, pues la expansión urbana descontrolada causa mayor contaminación del aire y acústica, pérdida de tierras agrícolas y biodiversidad, afectando la calidad de vida general. Así mismo, las áreas urbanas densamente pobladas pueden experimentar mayores niveles de inseguridad y desigualdad social.
Con todos los insumos proporcionados, estoy seguro que usted, lector inteligente, empieza a intuir las respuestas a las dos preguntas formuladas. Solo le recuerdo que millones de mentes agobiadas no pueden pensar efectivamente, mucho menos reflexionar en forma crítica y consciente.
[i] El síndrome de Burnout es un estado de agotamiento físico, mental y emocional causado por el estrés crónico en el ámbito laboral. Se caracteriza por tres componentes principales: agotamiento emocional, despersonalización (actitudes cínicas y distantes hacia el trabajo y las personas) y una reducción de la realización profesional.
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