PROVOCATIO: A propósito de un tal C.A.C.A.

El año 1957 es un punto de referencia clave para la historia política de Guatemala. Además del asesinato de Castillo Armas, hay dos elementos cruciales que he desarrollado en otros escritos: el surgimiento del CACIF, y a partir de ahí, su injerencia en todos los temas de la realidad nacional; el primer fraude electoral entre las mismas derechas, así como el establecimiento de la prohibición del financiamiento electoral por parte del Estado (como es en la mayoría de países) y del Internacional…
José Alfredo Calderón (Historiador y analista político)

El pasado viernes 26 de julio, se cumplieron 67 años del asesinato de Carlos Alberto Castillo Armas, hecho del cual ya casi nadie se recuerda y mucho menos conmemora. Este personaje gris “destaca” más por su triste papel como marioneta de Estados Unidos y las élites ultraconservadoras en la contrarrevolución guatemalteca de 1954, habiéndose prestado a una invasión extranjera siendo un Oficial del Ejército nacional. Dicha fecha la recordamos algunos investigadores y analistas sociales porque el magnicidio se efectuó estando el susodicho en el poder, de manera claramente dictatorial.

Cuando la CIA desclasificó muchos documentos relacionados con la intervención, no solo se zanjó la discusión sobre la responsabilidad norteamericana, sino salió a luz que la escogencia de Castillo para encabezar el golpe de Estado, había sido por lo poco talentoso y servil, lo que lo hacía manipulable y obediente (sic).

Su historial golpista es la constante en este personaje: primero intentó botar a Juan José Arévalo, quien lo había nombrado como director de la Escuela Politécnica, único cargo de alguna relevancia en su hoja de vida. Luego atentó contra el segundo gobierno democrático de la revolución de Árbenz Guzmán. Posteriormente, prometió un gobierno transitorio y efímero para dar paso a elecciones libres, pero se entronizó en el poder mediante un plebiscito espurio y la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente a su medida.  Engañaba así    –una vez más– a varios candidatos a los que había logrado neutralizar. Solo estuvo la mitad del período, pues justo tres años después, es asesinado en la Casa Presidencial en un oscuro y burdo incidente, del cual todavía abundan una serie de teorías conspirativas y otras, un tanto más cimarronas y silvestres. Al final, hoy se sabe que fue el dictador dominicano Leónidas Trujillo el autor intelectual y, paradójicamente, el que fue su aliado político.

Hasta 1943, año que contrae matrimonio con la maestra Odilia Palomo, resultaba un perfecto desconocido, pero una breve y oportuna intervención en el derrocamiento de Federico Ponce Vaides en octubre de 1944, le permitió salir del anonimato y ser ascendido a teniente coronel en 1947 y luego asumir la dirección de la Escuela Politécnica.  En 1950, intenta tomar por asalto la Base Aérea La Aurora junto a 70 civiles sin ninguna instrucción militar y el intento de asonada es reducido inmediatamente.  En el recuento de bajas de los golpistas, lo encuentran escondido detrás de unos arbustos, con algunas heridas.  Nadie, hasta ese momento, se había percatado de quién era, a no ser porque un familiar lo reconoce en el hospital y delata su nombre. A raíz de este suceso es encarcelado, pero logra huir y asilarse en la embajada de Colombia.

La invasión a Guatemala fue solo el corolario de una consumación previa que se da con el Pacto de San Salvador, en donde el embajador norteamericano en Guatemala John Peurifoy, el Jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos John Foster Dulles y el hermano de éste, Allen Dulles, Director de la CIA, se reúnen y alcanzan varios acuerdos.  Castillo Armas “encabezará” la rebelión, pero el gabinete de gobierno ya estaba elegido, al igual que la Junta Provisional de Gobierno formada por: Élfego Monzón, José Luis Cruz Salazar, Mauricio Dubois y Enrique Trinidad Oliva.

El año 1957 es un punto de referencia clave para la historia política de Guatemala. Además del asesinato de Castillo Armas, hay dos elementos cruciales que he desarrollado en otros escritos: el surgimiento del CACIF, y a partir de ahí, su injerencia en todos los temas de la realidad nacional; el primer fraude electoral entre las mismas derechas, así como el establecimiento de la prohibición del financiamiento electoral por parte del Estado (como es en la mayoría de países) y del Internacional, quedando libre lo que el comisionado de CICIG llamó: “el pecado original de la política en Guatemala”, el financiamiento ilícito por parte de los empresarios locales.

Las ironías siempre persiguieron al oscuro personaje de marras:

  • Nace en la Democracia, Escuintla; quien siempre se distinguió por urdir planes golpistas en contra de la democracia. 
  • “Lidera” un “ejército” liberacionista que es derrotado varias veces por destacamentos pequeños de soldados e incluso civiles, que luego es humillado por los dignos e imberbes cadetes de la Escuela Politécnica el 2 de agosto de 1954 (menores de edad en su mayoría).
  • Legitima al gobierno que derroca por “comunista”, pues continúa los principales proyectos de Árbenz Guzmán, que estaban diseñados, precisamente, para el desarrollo capitalista del país: 
  • La construcción de la carretera al Atlántico: planificada para competir con el monopolio ferroviario de la International Railways of Central America –IRCA– (subsidiaria de la UFCO).
  • La construcción del puerto Santo Tomás de Castilla: planificado para competir con el monopolio de Puerto Barrios, también de la UFCO.
  • La planificación de la hidroeléctrica Jurún Marinalá: planificada para competir contra la Empresa Eléctrica de ese entonces, que también era de capital norteamericano.

Pero las siglas de sus nombres y apellidos le marcarían su peor ironía, pues el ingenio chapín brotó el día del magnicidio: “¡Muchá! mataron a CACA”.


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