Para entender nuestro presente no basta partir de 1960 sino se debe cavar más profundo. Tres siglos de esclavitud en la Colonia, una “independencia” suigéneris que solo le dio continuidad al régimen, una Reforma “Liberal” pero conservadora (sic) que dio origen a La Patria del Criollo, tres dictaduras cafetaleras casi medievales, una revolución truncada y una larga noche desde 1954. Luego vino la guerra y, a pesar del costo económico, político y humano, las causas de la lucha revolucionaria siguen intactas. |
Hasta el siglo XX, cada 13 de noviembre se conmemoraba la gesta militar del 13 de noviembre de 1960, la cual se toma como referencia del inicio del “Conflicto Armado Interno “(1960-1996), subterfugio con el que se conoce la guerra sucia que enlutó a nuestro país por 36 años. De hecho, hasta los años ochenta, cada aniversario estallaban bombas panfleteras y se daba más de alguna escaramuza en su nombre. Más allá de los detalles que hoy esbozo, creo importante insistir que este doloroso pasaje histórico debe estudiarse y analizarse, pero no solo por la Academia, sino por la población en general, pues es difícil encontrar una sola familia que no haya sido afectada, directa o indirectamente, por estos sucesos.
La carencia del diálogo en torno al tema no permite superar el pasado y plantearnos un futuro certero y sanado como nación. Ni millennials ni centennials tienen la más mínima idea de lo que pasó y porqué es importante estudiar la historia; tampoco los adultos tienen una versión fidedigna y sistematizada de lo que ocurrió y que nos marcó profundamente a todos.
Superadas las narrativas simplistas y perversas que nos hablan de un enfrentamiento que se dio porque los rusos comunistas (sic) y los gringos, tomaron a Guatemala como laboratorio bélico de sus intereses; otras fuentes, más básicas, por no decir palurdas, describen que el “problema” se dio cuando un grupo de “delincuentes subersivos” atentaron contra la sacrosanta propiedad privada y los finqueros y empresarios no tuvieron otra alternativa que defenderse y exterminarlos, llevándose en el camino a quienes, según ellos, “parecían” guerrilleros o eran parientes, o a quienes resultaban siendo “un daño colateral”[i], eufemismo utilizado por la diplomacia norteamericana que trató de justificar los crímenes de guerra. Al final, esos “excesos” produjeron 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos, tragedia imposible de esconder. Asumido o no, nuestra generación es hija de la guerra y gran parte de lo que llaman “polarización”, es producto de lo sucedido.
Incluso países desarrollados como Alemania todavía no han logrado subsanar el pasado vergonzoso del nazismo, pero a diferencia de nosotros, la voluntad política expresada por el Estado alemán, a partir de sus gobiernos de postguerra, es contudente con el espíritu del NUNCA MÁS.
El primer paso para sanar es conocer la verdad y luego, estudiarla, asimilarla y aprovecharla, algo que aún está pendiente en nuestro país.
Incluso el propio Estados Unidos ha tenido que manejar su memoria histórica (muy a su estilo, por cierto). Hablar abiertamente de su guerra de secesión y el racismo estructural, les permitió avanzar y ser lo que ahora son. A pesar de lo anterior, todavía perviven las causas de exclusión, lo cual permite explicar el porqué las tragedias se magnifican en aquellos estados con población negra, asiática y latina.
Para entender nuestro presente no basta partir de 1960 sino se debe cavar más profundo. Tres siglos de esclavitud en la Colonia, una “independencia” suigéneris que solo le dio continuidad al régimen, una Reforma “Liberal” pero conservadora (sic) que dio origen a La Patria del Criollo, tres dictaduras cafetaleras, casi medievales, una revolución truncada y una larga noche desde 1954. Luego vino la guerra y, a pesar del costo económico, político y humano, las causas de la lucha revolucionaria siguen intactas.
Por eso insisto, este país no se entiende sin el auxilio de la historia y la antropología, incluso, por encima de otras ciencias auxiliares. Dicho lo anterior, dejo planteadas algunas cuestiones básicas para la comprensión del origen de uno de los conflictos armados más largos del mundo.
Es importante acotar que dicho movimiento no tuvo un carácter político-ideológico en sus inicios, pues la radicalización y la actividad guerrillera propiamente dichas surgieron posteriormente, cuando los militares del 13 de noviembre hicieron contacto con el Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT–. Para noviembre de 1960, el contexto a lo interno del ejército y la coyuntura nacional estaba marcada por los siguientes hechos:
- El presidente Miguel Ydígoras Fuentes había autorizado, sin consultar al alto mando del ejército, la instalación en la Finca Helvetia de Retalhuleu de un campamento de mercenarios cubanos anticastristas, quienes con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia –CIA–, se entrenaban para invadir Cuba. Este suceso se conoció después como la invasión de la Bahía Cochinos.
- Guatemala no terminaba de recuperarse de la crisis que implicó la abierta intervención norteamericana en 1954; así mismo, el gobierno ydigorista ya mostraba incapacidad ejecutiva y una profunda corrupción, la cual se replicaba entre los altos mandos oficiales. El país presentaba una grave crisis política y económica, la cual impactaba en vastos sectores de la población y en las filas del ejército, cuyas tropas acusaban muchas carencias: falta de uniformes, atraso en el pago de salarios, pésima alimentación y malos tratos, entre otros.
- Muchos oficiales del ejército que no se beneficiaban de la corrupción, no solo criticaban a sus jefes sino denunciaban a los civiles que se aprovechaban del latrocinio, sin tener que sufrir el desgaste de los uniformados.
- Algunos oficiales manifestaron que había resentimiento (algunos hablan de odio), entre los oficiales jóvenes y los veteranos, derivado de la traición de éstos a Árbenz en 1954. Hasta esa década, todavía se hablaba de sectores progresistas dentro del ejército, minoritarios, pero los había.
- Manifiesta renuencia de los oficiales de más edad para aceptar el nuevo entrenamiento de combate para la guerra irregular mientras los oficiales jóvenes ya lo estaban recibiendo en Estados Unidos a partir de 1959. Posteriormente este tipo de entrenamiento se incorporó a la Escuela Politécnica como curso de Táctica IV, Guerrillas y Contra Guerrillas en 1961.
Ante el cuadro que representaba lo anterior, se había formado dentro de las filas castrenses, la autodenominada Logia del Niño Jesús, formada fundamentalmente por oficiales que se oponían al entrenamiento en territorio nacional de fuerzas armadas extranjeras. De hecho, su eficiente labor clandestina facilitó mucho el levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960.
(continuará la próxima semana)
[i] El concepto “daño colateral” fue agregado en tiempos recientes al vocabulario de las fuerzas militares para denotar los efectos no intencionales ni planeados de una acción armada. En la práctica, es un subterfugio para esconder los crímenes de guerra y el genocidio.
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