Presentan en Roma restauración de la basílica pagana subterránea del siglo I

Una nueva fase de la restauración de una misteriosa basílica pagana subterránea de mediados del siglo I, descubierta en 1917 bajo la línea del ferrocarril, fue presentada en Roma.

La basílica subterránea de Puerta Mayor, un monumento único en el mundo según los arqueólogos, parece una capilla enterrada bajo tierra a unos diez metros de profundidad. 

Cuando fue construida, se encontraba en medio a los imponentes acueductos construidos durante el imperio romano.

Olvidada durante casi 2,000 años hasta su descubrimiento en 1917, cuando el terreno cedió debido a la construcción del viaducto del ferrocarril, ofrece una magnífica bóveda, bien conservada.

Bajo nueve metros se pueden admirar los elegantes estucos blancos, limpiados con técnica láser, con sus personajes femeninos, las mesas con ofrendas, animales, niños jugando y escenas mitológicas. 

Los expertos consideran que una de esas figuras es la representación de la poetisa griega Safo.

La «basílica neopitagórica», con escenas mitológicas, signos zodiacales y genios alados, con su atmósfera mágica, era para algunos un lugar para antiguos cultos.

Construida como una basílica, tiene tres naves y un pequeño vestíbulo con una abertura en el techo, siendo la única fuente de luz. Su función de todos modos sigue siendo misteriosa.

«Probablemente fue un lugar para cultos esotéricos», asegura Bertrand du Vignaud, de la fundación suiza Evergète, que financió parte de la restauración, la cual se concluirá en el 2020.

Para Giovanna Banadini, directora de la restauración, «hay varias hipótesis, por lo que los expertos no han llegado a un acuerdo». 

Podría ser un lugar de culto inspirado en la corriente filosófica de Pitágoras o un lugar donde las familias veneraban urnas funerarias. 

Un historiador atribuyó la propiedad del lugar a Tito Statilio Tauro, quien se suicidó en el año 53 después de haber sido acusado de prácticas mágicas por Agripina, la madre del emperador Nerón. Una hipótesis que rechazan otros estudiosos. 

Un siglo después de su descubrimiento, el lugar es accesible al público una vez por semana y en grupo de doce personas, durante veinte minutos. 

Se trata de un lugar frágil, que debe mantenerse a una temperatura de entre 15 y 17 grados, explica Banadini. 

«Ni demasiado seco ni demasiado húmedo», recalca. 

Después de la visita concedida a la prensa, los microorganismos vinculados al vapor humano proliferarán, reconoce la experta que ha trabajado por 15 años en ese enigmático lugar.

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