Esta es una frase bíblica que se repite constantemente –incluso sin distingo religioso– cuando hay necesidad de conocer a una persona en cuanto a su capacidad e intenciones, con aplicación para el mundo político, laboral-profesional o personal. Es una forma de medir su alcance y saber cuál será su inclinación en determinado momento.
En la política, a los guatemaltecos no nos ha ido tan bien en las tres décadas que lleva esta era democrática, precisamente porque a la hora de elegir, no hemos tomado en cuenta esos frutos de los candidatos, que bien pudieron dar un mensaje de alerta a los electores, ya fuera por su ausencia o por la pobre calidad de lo que mostraban.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos sobre fracasos políticos que se dieron por no tomar en cuenta los frutos que los gobernantes habían dado o fueron produciendo, hasta que finalmente el fracaso desató situaciones críticas.
Los pueblos suelen dejarse seducir por las palabras, los discursos bonitos y las promesas soñadoras –¿suena conocido para nosotros?–, en vez de buscar en la persona las cosas que ha logrado, su capacidad para hacerlo y la determinación que pueda tener.
A Jimmy Morales, como comediante, se le puede medir por los frutos alcanzados en Moralejas. Jimmy Morales, como candidato, llega rodeado de dudas, producto de su entorno y el partido político que lo postuló. Su éxito radicó en saber diferenciarse ante el electorado de los políticos tradicionales, y el resultado es el que todos conocemos: la abrumadora victoria en las urnas el pasado domingo (más de 34 por ciento de diferencia sobre Sandra Torres).
Ahora debemos esperar los frutos de Jimmy Morales: presidente electo, primero; y en funciones, a partir del 14 de enero del 2016. La tarea que tiene por delante no es fácil. Antes que nada, porque tiene que demostrar su capacidad para integrar equipo, y hacerlo de manera transparente, dejando por un lado las presiones de grupo y los intereses particulares.
Luego, porque –ahora sí– deberá definir y tomar los primeros pasos para llevar a cabo las tareas más urgentes que tiene por delante.
Es cierto que su administración asumirá hasta dentro de dos meses y medio, pero es a partir del pasado lunes cuando ha empezado en realidad su trabajo como el principal líder nacional. A partir de ahora, los discursos, las palabras bonitas, las metáforas y anécdotas no serán más que un adorno para los frutos que se esperan.
La gran cantidad de votos que le han convertido en presidente son en realidad un mandato implícito y explícito del pueblo: se anhela una Guatemala distinta, un quehacer político diferente; se quiere funcionarios que sirvan al país y la población, y que no se sirvan de los recursos del Estado.
La principal prioridad –en un país lleno de necesidades– debe ser la transparencia y el trabajo para atender las permanentes crisis de salud, mejorar los maltrechos esquemas de educación y seguridad, promover oportunidades para todos y fortalecer la institucionalidad, con énfasis en la justicia.
No se puede arreglar todo de la noche a la mañana, pero tampoco es cierto que necesitamos de ciclos de 5-10 o más años para cambiar. El cambio debe empezar desde el primer día de Gobierno, porque eso marcará el tiempo en que los resultados puedan verse con claridad.
Bien ha dicho Jimmy Morales en su primer mensaje a la nación –breve y conciso–, que el primer mandato que ha recibido es que luche contra la corrupción. Si lo hace de manera frontal e inmediata, entonces tendrá posibilidades de desarrollar las otras tareas y dar más frutos. Sin transparencia y honestidad, de poco servirá todo lo demás, porque los resultados (frutos) no llegarán.
He escuchado las críticas de algunos analistas sobre el tiempo que se tomará el presidente electo para anunciar a su equipo de trabajo –Gabinete y principales funcionarios–, pero más bien me parece una decisión sabia y prudente, precisamente para no iniciar con errores y equivocaciones.
Su selección debe ser –eso sí– independiente de esas presiones sectoriales que tanto daño han hecho al país en el pasado. Tal vez la cualidad más importante de un líder sea la de saber integrar un buen equipo de trabajo, porque los resultados de su gestión dependen de ello. Ese es el fruto en el que ahora debemos poner más atención.
Si vemos que Morales lleva hombres y mujeres idóneos y honestos a su equipos de trabajo, habrá que reconocer que las cosas arrancan bien. Si hay indicios de que ese fruto está picado, tal vez shuco, entonces comenzaremos con preocupación el octavo Gobierno electo de nuestra era democrática.
Es tiempo de conocer por sus frutos a Jimmy Morales.
La historia de la Humanidad está llena de ejemplos sobre fracasos políticos que se dieron por no tomar en cuenta los «frutos» de los gobernantes.