- Asegurar comida y esquivar la desnutrición se vuelve una tarea complicada en Camotán, donde la mitad de la población vive en pobreza, sin suficiente agua potable, donde las lluvias son escasas y abundan las sequías.
Voz de América
Karla Aréval
Si Dios pudiera concederle un deseo a María Carlota, ella le pediría una cocina, como las que ha visto en la televisión, con cuatro quemadores y una cajuela de vidrio para hornear galletas. Si es posible también, comida para echarla a andar. Unos kilos de pollo, cereales o verduras. Y si lo piensa mejor, una buena opción también sería una habitación de cemento con un techo seguro que no se lo lleve el viento como le pasó hace un tiempo.
Las necesidades de María Carlota son las de muchos en la aldea Lantiquin, en el municipio de Camotán, Guatemala. Una región donde nueve de cada 10 casas se hallan en zonas rurales; donde la desnutrición ha golpeado a unas 74 familias de niños menores de cinco años, donde abunda el sol, pero escasea la comida. Donde conseguir alimento es incierto.
Cristofer Dariel tiene nueve meses de vida. Pero pesa lo que un bebé de seis meses. Ha sido diagnosticado con desnutrición aguda porque en lugar de pesar 13 libras (5,9 kg), debería pesar entre 18 y 21 libras (8 y 9,5 kg).
Con un semblante quieto, y en silencio, Cristofer descansa en los brazos de María Carlota, su madre, quien apresurada le pone un par de calcetines cuando la temperatura en Lantiquin ronda los 43 grados Celsius. «Se ve más bonito así», dice cabizbaja y con una risa nerviosa.
A María Carlota le avergüenza que el menor de sus seis hijos esté desnutrido, y se culpa porque cree que no ha logrado alimentarlo lo suficiente. «Cuando le daba fiebre me fui dando cuenta que hallaba poca leche», dice. Tampoco ha logrado variar la dieta del bebé: caldo de frijoles, y a veces arroz. Poco o nada de frutas. Nada de carnes.
Cristofer la escucha. Sus piernas, como dos bastones, se asoman por la pantaloneta. No ríe ni llora. Se da la vuelta lentamente y busca el seno de su madre. Se aferra como si creyera que esa es su única fuente segura de comida.
Entre los vecinos, María Carlota había comentado alguna vez que la desnutrición llega de la nada, y de la nada se va, luego de ver algunos casos de niños que llegaron a tener desnutrición en su aldea.
Hablar de desnutrición entre vecinos puede no ser común en Centroamérica o en otras partes, pero en Camotán, Chiquimula, es el pan de cada día, pues según el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SIINSAN), Chiquimula ocupa el noveno lugar en desnutrición infantil, con una tasa de 63 niños desnutridos por cada 10.000 en abril de 2024.
Camotán junto a otros municipios como Zacapa, Jutiapa y Jalapa pertenecen al corredor seco de Guatemala, caracterizado por las sequías que debilitan las cosechas de maíz y frijol principalmente. Uno de los fenómenos asociados a la inseguridad alimentaria que vive esta región.
Aunque Camotán ha sido noticia por años, la historia sigue siendo la misma: pobreza y desnutrición; desnutrición y muerte. Los periódicos, los canales de televisión y varias comitivas de oenegés se han involucrado en el tema, pero Camotán sigue subido en una ruleta que a veces lo mantiene con altas tasas de desnutrición, y otras un poco menos.
Una fuente al interior de la remodelada unidad de salud de Camotán le asegura a la Voz de América que en lo que va del 2024 dos niños han muerto por desnutrición en Camotán. En 2023, también hubo dos.
—Siempre dicen «¿Qué está haciendo Salud por esos niños?” Es que no es responsabilidad de Salud. Nosotros vemos la desnutrición desde cuatro pilares: el acceso a los alimentos, el consumo de los alimentos, el aprovechamiento biológico de esos alimentos y la disponibilidad. Si esto se cumple o no, no es competencia nuestra, señala.
María Carlota se queda en casa al cuidado de Cristofer y sus hijos de 3 y 10 años, mientras los mayores proveen los alimentos cuando hay oportunidad de cortar café o trabajar en las milpas. Aunque ahora sabe que superar la desnutrición es posible con una dieta variada y nutritiva, sus posibilidades se limitan a lo que pueda recibir como ayuda.
“Me dieron un tratamiento de vitaminas para ver si aumentaba de peso, pero esta vez que lo llevé otra vez me dijeron que sigue igual. No sé por qué…”, dice a la VOA.
Cuando los médicos en Camotán reciben casos de desnutrición infantil priorizan a los menores de dos años. Esto se debe a que después de los dos años se vuelve más difícil revertir la desnutrición, por lo que termina convirtiéndose en desnutrición crónica, es decir cuando ya hay consecuencias, por ejemplo, la baja estatura.
“Si no logramos revertir la desnutrición antes de los dos años, los niños quedan con baja estatura, con problemas de memoria o mal rendimiento escolar”, señala uno de los médicos quien pidió no ser identificado porque requiere tener autorización del área regional de Salud.
Cristofer ha tenido fiebre, mes a mes, desde que cumplió tres meses de vida. María Carlota se ha enfermado un par de veces también.
«La mitad de las niñas y niños menores de 5 años en Guatemala sufre de desnutrición crónica. Solo el 52 % de niñas y niños de 6 a 23 meses cuentan con una alimentación suficiente y variada para su adecuado crecimiento y desarrollo», señala UNICEF en un artículo publicado en febrero de 2024.
A pesar de los programas contra la desnutrición de los últimos gobiernos, Guatemala reporta para abril de 2024 un incremento del 19 % en casos de desnutrición aguda comparado con el 2023. El país centroamericano tiene 9.144 niños menores de cinco años con problemas de desnutrición actualmente, el 63 % tiene entre seis meses y 2 años.
Recientemente, el gobierno de Bernardo Arévalo lanzó el programa Mano a mano, una estrategia para los próximos cuatro años con la que busca combatir la desnutrición aguda, la primera etapa de la condición.
Mientras la ayuda llega a Camotán, María Carlota recibe el 22 de mayo 100 quetzales, lo equivalente a 13 dólares. Al menos ese día los platos de comida para ella y sus hijos no estuvieron vacíos.