Plaza Mayor:
El Centro de Investigación del Crimen Organizado, fundación que sigue de cerca esta problemática en América Latina y el Caribe, considera que Guatemala tiene las más sofisticadas y peligrosas organizaciones criminales, las cuales se han venido fortaleciendo durante décadas, nutridas por las raíces que han logrado tener en las fuerzas de seguridad pública, particularmente militares, policiales y agencias de inteligencia.
La amplia gama de actividades ilícitas que llevan a cabo, son de relevancia e impacto en la población, porque incluye crímenes como narcotráfico —producción, distribución y tráfico hacia otros países— trata de personas, contrabando, secuestro y extorsión, que afectan de manera directa a comunidades y/o a la sociedad en general.
Se trata de una problemática compleja. Las estructuras criminales operan con tentáculos que alcanzan a las instituciones del Estado, como un método para mantener un marco de impunidad que les permite continuar con sus actos delictivos, muchos de los cuales pasan, incluso, desapercibidos para la mayoría de la población y las autoridades que aún no han sido corrompidas.
Ahora que se llevan a cabo valientes e importantes esfuerzos para combatir la impunidad y la corrupción, se ha visto también una determinación para combatir al crimen organizado de manera frontal. Varias estructuras de extorción y narcotráfico han sido golpeadas últimamente, aunque es evidente que hace falta mucho camino por recorrer.
Además, los señalamientos y acusaciones fundamentadas que se han presentado al Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala en contra de jueces y magistrados, envía un mensaje claro a los juzgadores que puedan estar en colusión con organizaciones criminales, a las que les brindan el manto de impunidad necesario para operar.
La problemática nacional es tan compleja, que muchas veces estos temas se ven relegados por la conflictividad social, las permanentes crisis institucionales, y hasta por los dimes y diretes que suelen envolver a la actividad política diaria. Asimismo, al crimen organizado tradicional hay que sumar ese otro que se ha convertido hoy en nuestro pan de cada día.
Se trata de estructuras criminales que se organizan para realizar actos de corrupción dentro del Estado. Estas, en apariencia, menos violentas, son las que hemos visto caer desde el 2015. Lo más relevante es que siguen desarticulándose, al tiempo que se empieza a ver una determinación para combatir aquellas otras que se mencionaron antes.
La violencia e intimidación que generan extorsionistas, narcotraficantes y secuestradores es terrible y sensible. Por eso, cuando se habla de violencia, se menciona a estas organizaciones que, cada vez más, UTILIZAN a las llamadas maras, así como sicarios o grupos intimidatorios, para sembrar el miedo entre las comunidades.
Lo más importante es que como sociedad cobremos conciencia de la importancia de combatir el crimen organizado, conciencia que debe llevarnos a demandar de las autoridades acciones firmes y directas dentro de una estrategia global.
No se trata de una batalla fácil de ganar. Hay muchos obstáculos que sobrepasar en el camino, pero indudablemente el primer paso es cobrar conciencia de que la sociedad en su conjunto se debe involucrar y que todos debemos aceptar nuestro grado de responsabilidad y participación.
En el caso de la prensa, debemos informar de la manera más amplia y profunda acerca del tema, porque es la mejor manera de contribuir al necesario despertar ciudadano sobre un problema grave que afecta de forma directa.
Las autoridades, a su vez, deben intensificar esa lucha para erradicar al crimen organizado, para que ya no seamos señalados como el país de la región más afectado por las estructuras criminales. Una acción importante y necesaria es la de descubrir y destruir sus redes dentro del Estado.