«Lo inventé todo», le gustaba decir al diseñador Pierre Cardin, quien falleció este martes a los 98 años, y que deja un legado como pionero del prêt-à-porter, del estilo futurista y de la diversificación mundial de su marca.
Su despacho, situado al lado del Palacio del Elíseo, donde colgaban fotos que lo mostraban junto a Fidel Castro o Louis Aragon, al igual que viejos artículos de prensa y diversos objetos, es un testimonio de la excepcional trayectoria de este histórico personaje de la moda francesa.
Era hijo de inmigrantes italianos, nunca quiso jubilarse y logró llevar la alta costura a las calles con el lanzamiento de una línea de prêt-à-porter desde 1959.
Antes que muchos otros, abrió un “rincón” en una gran tienda e hizo desfilar a los hombres. Adoptó a gran escala un sistema de licencias que le aseguraba una distribución en todo el mundo, poniendo su nombre en productos tan diversos como corbatas, cigarrillos, perfumes o agua mineral.
Fue pionero en Asia desde muy temprano, donde gozó de gran notoriedad: fue a Japón en 1957, luego organizó desfiles desde 1979 en China, cuando el país estaba en plena reconstrucción.
El diseñador, cuyos trajes sin cuello inspiraron los que usaron los Beatles, fue también un hombre de la cultura y un mecenas comprometido con el teatro, la danza y la música, a través del Espace Cardin en París y el festival de arte lírico y el teatro Lacoste, en el Lubéron (sur de Francia).
Polifacético, se embarcó también en la creación de muebles, así como en la industria hotelera y la restauración, con la cadena Maxim’s.
Vestidos de burbujas y cosmocorps
Embajador honorario de la Unesco, fue también el primer modisto académico.
A finales de noviembre de 2016, en la gran sala de reuniones de la Academia de Bellas Artes presentó a los 94 años uno de los desfiles interminables a los que estaba acostumbrado, con motivo de sus 70 años.
Incansable, en julio de 2016, poco antes de la presentación de una nueva colección, explicó tener siempre la “necesidad de expresarse”.
Nacido el 2 de julio de 1922 cerca de Venecia, Pierre Cardin se fue de Italia a Francia a la edad de dos años con sus padres, que huían del fascismo. Tras debutar con un sastre en Saint-Etienne y trabajar como contable para la Cruz Roja en Vichy durante la guerra, aterrizó en París en 1945.
Después de trabajar con Paquin y Schiaparelli, se unió a Christian Dior, con quien participó en la revolución del “New Look”, antes de lanzar su propia firma de moda.
Creador de la estética futurista, a la manera de André Courrèges y Paco Rabanne, Pierre Cardin alcanzó el éxito desde el principio con sus vestidos de burbujas. Jugó con materiales innovadores, colores y formas geométricas, diseñó vestidos inspirados en el “op art”, vestidos moldeados, pantalones elipse, abrigos coloridos y trapezoidales, y trajes de hombre de cuello Mao.
Fascinado por la conquista del espacio, se inspiró en él para crear trajes unisex “cosmocorps” en jersey.
Un legado esencial
El sistema de licencias, contratos que encomendaban la fabricación de productos a una tercera empresa a cambio de regalías por el uso del nombre, le significó una fortuna (poseía alrededor de 350, frente a 900, en el punto máximo de su éxito, en una centena de países).
Esta diversificación extrema tuvo el efecto de popularizar su nombre pero también de devaluar la marca y cultivó el desprecio de algunos de sus pares.
Tanto es así que hoy, aparte de Jean-Paul Gaultier, que trabajó en Cardin al comienzo de su carrera, ninguna figura de la moda menciona su contribución, que en todo caso es esencial. De hecho, recibió, por ejemplo, tres “Dés d’or” (Dedal de oro), distinciones de la moda francesa otorgadas hasta principios de los 90.
Pierre Cardin fue hasta el final un gran trabajador que controló su negocio al 100%, el único de su generación que se mantuvo independiente. En 2011, anunció que quería vender este imperio por mil millones de euros, pero no encontró comprador.
En 2019, el Brooklyn Museum de Nueva York le dedicó su primera gran retrospectiva en treinta años, una forma de contribuir a la revalorización de la imagen del creador.
Este empresario no era ajeno a la controversia. Sus múltiples trabajos de restauración en Lacoste llevan varios años suscitando polémicas entre los habitantes. Lo mismo ocurrió en 2012 con su faraónico proyecto del Palais Lumière en Venecia, que nunca vio la luz.
El modisto no tuvo hijos. “Yo era atractivo, de buena figura y bastante guapo (…) Tuve mucho éxito con los hombres, con las mujeres”, contaba Pierre Cardin, quien tuvo como compañero a su asistente André Oliver y vivió una historia de amor de cuatro años con la actriz Jeanne Moreau.