Perú amaneció el lunes con un Congreso atomizado tras las elecciones legislativas extraordinarias del domingo, que marcaron el fin de una crisis política y un duro castigo al fujimorismo, que quedó en caída libre.
La mayor sorpresa de los comicios fue la irrupción del Frepap, grupo político evangélico fundamentalista cuyos líderes usan largas barbas y visten túnicas al estilo de Jesucristo, que vuelve al parlamento al cabo de dos décadas con 16 escaños (cuarta fuerza), según proyecciones de encuestadoras y medios.
«El éxito del Frepap en parte es porque logró una transferencia de votos producto del desplome del fujimorismo», dijo a la AFP el analista Luis Benavente, director de la consultora Vox Populi.
El voto por el Frepap «representa parte del voto de protesta significativo que hay en Perú», destacó el analista político Carlos Meléndez en su cuenta twitter.
El nuevo Congreso, con mandato de apenas 16 meses, sustituye al disuelto en septiembre por el presidente Martín Vizcarra. Ocho partidos aseguraron bancadas, ninguna hegemónica, pues partido alguno obtuvo mucho más del 10%, según el conteo oficial del 60% de los votos.
Los grandes derrotados son el partido de derecha populista Fuerza Popular, que lidera Keiko Fujimori, que de 73 escaños en 2016 se quedaría con apenas 12, y su aliado socialdemócrata APRA, del suicidado expresidente Alan García (1985-1990 y 2006-2011), que no tendría representación.
García se suicidó en abril cuando iba a ser detenido por el escándalo de pagos ilegales del gigante brasileño de la construcción Odebrecht, causa por la que Keiko estuvo presa 13 meses y puede volver a la cárcel.
En Lima metropolitana, que representa un tercio del total de votos del país, el fujimorismo queda como quinta fuerza con 7,9% y el APRA en el puesto 13 con apenas 2,67%.
El partido de Belaúnde
La primera fuerza será Acción Popular, según las proyecciones con 24 escaños, un partido de centro-derecha cuyo líder histórico, el extinto presidente Fernando Belaúnde, gobernó dos veces Perú (1963-1968 y 1980-1985).
Como segunda bancada, con 18 bancas, queda Alianza para el Progreso (centro-derecha).
En la izquierda, que compitió dividida, la lista más votada fue la del Frente Amplio, que quedaría con 12 escaños, los mismos que el fujimorismo.
«Esta elección es un primer ensayo, fracasado, de buscar formas de conectar (a los partidos) con la ciudadanía, y demuestra que somos un país de minorías políticas, casi microscópicas», aseguró a la AFP el analista Carlos Meléndez.
Estos comicios fueron antesala de las presidenciales y legislativas de abril de 2021, en las que Vizcarra ni los parlamentarios electos el domingo pueden ir a la reelección.
El popular mandatario de centro-derecha adelantó que quiere entablar con el nuevo parlamento «una relación responsable, madura, de búsqueda de consensos» para sacar adelante sus reformas para combatir la corrupción, uno de los males de Perú.
«Los errores de Keiko»
El fujimorismo tomó el control absoluto del Congreso en 2016 y forzó la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski en 2018.
Sin embargo, sufrió después varios reveses y perdió popularidad al resistir las reformas contra la corrupción impulsadas por Vizcarra, a quien intentaron infructuosamente doblegar y quien ganó apoyo ciudadano al enfrentar con energía al desprestigiado parlamento.
«Este resultado (del fujimorismo) es producto de los errores políticos de estos últimos años», dijo a la AFP el analista Fernando Rospigliosi.
«Es el desplome del fujimorismo. Es producto del desgaste partidario, de la división partidaria y de los errores de Keiko Fujimori», coincidió Benavente.
Estos reveses se suman a los problemas judiciales de Keiko, a quien la justicia podría enviarla a prisión preventiva nuevamente este martes.
El movimiento fundado por el padre de Keiko, el encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), no registraba una caída tan severa en las urnas desde 2001.
En esa ocasión consiguió 1,69%, con Carlos Boloña como abanderado presidencial, cinco meses después de que Fujimori se marchara a Japón, el país de sus ancestros, y enviara su renuncia por fax en medio de un escándalo de corrupción.
El desplome del fujimorismo llega después de que Keiko acariciara la presidencia de Perú en las urnas en 2011 y 2016.
Sin embargo, los analistas descartan que el fujimorismo desaparezca del mapa electoral. «El fujimorismo es duro de matar», declaró a la AFP el analista Carlos Meléndez.