Paridad que no llega: Sólo 25 países tienen mujeres al mando

Con la salida de la más poderosa de ellas, Angela Merkel, representación pierde fuerza

La participación de las mujeres en la vida pública es un derecho humano, reitera la ONU

Angela Merkel deja de ser canciller de Alemania tras 16 años en los que ha hecho mucho más que política. Su presencia en la cima del poder mundial ha roto barreras y ha favorecido la imagen de mujer fuerte y con responsabilidad en el imaginario colectivo, lo que ha ayudado a derribar el mito de que la política es cosa de hombres. Con su marcha, son 25 las mujeres jefas de Estado o de gobierno en todo el mundo.

Estas 25 mujeres al mando, que cuentan con Magdalena Andersson como primera ministra de Suecia como última incorporación –a falta de conocer los resultados definitivos de las elecciones en Honduras, donde Xiomara Castro va en cabeza–, representan el 5,9 por ciento de los jefes de Estado de los 152 países del mundo. Según los datos de ONU Mujeres, el porcentaje de jefas de gobierno es ligeramente superior, pero no alcanza ni el 10 por ciento: son el 8,8 por ciento de los líderes gubernamentales del mundo.

En 2021, la paridad en política no ha llegado, tampoco en lo que respecta a la presencia femenina en los parlamentos del mundo. Las mujeres sólo representan el 26 por ciento en las cortes –aunque el porcentaje se ha duplicado en los últimos 25 años– y sólo cinco países alcanzan el ansiado equilibrio. Ruanda está a la cabeza mundial, con un 61,3 por ciento de mujeres en su Cámara Baja. Tras el país africano se sitúan Cuba, Nicaragua, México y Emiratos Árabes Unidos (EAU).

En la cola están Yemen, Vanuatu, Papúa Nueva Guinea, Estados Federados de Micronesia y Kuwait. Todos tienen cero mujeres en sus cámaras bajas a excepción de Kuwait, que tiene una, es decir, que las mujeres representan el 1,5 por ciento en su Parlamento. A este ritmo, la paridad en los parlamentos tardará otros 50 años en llegar. En el caso de las líderes de Estados y gobiernos, tardará 130 años, a pesar de que el número actual es el más alto de la historia.

No obstante, la experta de ONU Mujeres en la sección de participación y liderazgo de las mujeres Julie Ballington remarca que «las mujeres están participando en política en mayor número que nunca», lo que demuestra que el cambio «está en marcha». Y en este cambio, Merkel ha tenido mucho que ver, por lo que su marcha hace perder terreno a las mujeres en política, al menos simbólicamente.

Uno de los logros de Merkel ha sido naturalizar la imagen de una mujer en los círculos de poder más cerrados y más importantes a nivel mundial. Hay varias razones bien definidas que explican la falta de mujeres en política, pero una de ellas –y que además trunca la presencia femenina casi desde el principio– es la falta de modelos de comportamiento, que desanima a las niñas y jóvenes a la hora de emprender sus carreras políticas.

Según precisa Ballington en una entrevista concedida a Europa Press, las líderes políticas no participan en asuntos públicos como los hombres por barreras estructurales. «Las mujeres tienen menos acceso a recursos y redes para llevar sus campañas», señala, antes de añadir que también se enfrentan a una resistencia «mayor» por parte de los líderes de los partidos, que «rechazan reconocer sus habilidades como candidatas y líderes con potencial para ganar».

MÚLTIPLES OBSTÁCULOS

Este hecho entronca con otro obstáculo: la falta de voluntad política para apoyar el liderazgo de las mujeres obstaculiza su participación y seguridad. «Esto contribuye a la promoción de estereotipos de género, que a su vez hace que el cambio sea dolorosamente lento», incide la experta, que lamenta que, como resultado, «todo el mundo sufre: las instituciones no son verdaderamente representativas ni inclusivas y el progreso se ralentiza».

Ballington también señala a la violencia de género como traba para la participación femenina en política. Según varias agencias de Naciones Unidas, organizaciones civiles e investigadores, las mujeres que participan en política están expuestas a un número «desproporcionado» de ataques por razones de género. Del mismo modo, son señaladas por levantar la voz y por tener una opinión política. «En los casos más extremos, han pagado con sus vidas», lamenta la experta de la ONU.

«La participación de las mujeres en la esfera pública es un derecho humano garantizado por un marco internacional robusto», explica, remarcando que, si bien los gobiernos juegan un papel importante en este sentido, la sociedad tiene una «responsabilidad colectiva» para transformar las normas de género y lograr que las mujeres sea aceptadas como líderes políticas legítimas, al igual que los hombres.

Estrategias como las cuotas pueden favorecer la participación de las mujeres y han demostrado ser medidas efectivas para aumentar su número, y no sólo en política, si están bien diseñadas y se implementan de forma correcta. Datos de ONU Mujeres muestran que de los 84 países –el 44 por ciento– que han establecido cuotas por ley tienen de media un 26 por ciento de mujeres en sus parlamentos, mientras que estas son un 21 por ciento en los países que no las tienen.

UN LIDERAZGO «EFECTIVO» Y «DECISIVO» DURANTE LA PANDEMIA

La pandemia de COVID-19 constituye una buena oportunidad para evaluar el liderazgo femenino, ya que políticas como la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, han destacado por su gestión. Ballington explica que la pandemia ha sido un «examen» para todos los líderes del mundo para «construir confianza y demostrar empatía mientras tomaban decisiones en un contexto que amenazaba la vida».

Jacinda Ardern, se ha destacado por el buen manejo de la pandemia en Nueva Zelanda, uno de los mejores en el mundo.

Una investigación de ONU Mujeres demuestra que las líderes, «a todos los niveles», respondieron a la pandemia de «forma efectiva». Entre las tendencias observadas, destaca que las líderes se comunicaban de forma «directa y regular» con los ciudadanos, al tiempo que proyectaban «calma» y «compasión».

«Fueron inclusivas al comunicarse, se dirigieron a los niños, por ejemplo, y hablaron sobre el miedo», según el trabajo, que señala también que, «comparadas con los presidentes y primeros ministros varones, las mujeres usaron metáforas agresivas sobre la guerra menos frecuentemente, abordaron preocupaciones referentes al bienestar de la ciudadanía como la violencia doméstica con más frecuencia y comunicaron sobre las consecuencias individuales o locales de la pandemia en unos términos más empáticos».

Las mujeres también tomaron medidas más «rápido» y de forma más «decisiva» para contener la propagación de la enfermedad. Por ejemplo, pusieron en marcha programas de pruebas masivas antes y con una frecuencia mayor que sus contrapartes hombres.

Además, las líderes priorizaron la implementación de políticas socialmente inclusivas para responder a la pandemia. Así, según ONU Mujeres, apoyaron políticas que abordaron los impactos económicos y sociales de la COVID-19, incluyendo los efectos desproporcionados de la pandemia sobre los grupos sociales más vulnerables.

Entre las iniciativas más remarcables destacan los paquetes de ayuda que incluían alimentos y otros artículos básicos para el hogar o financiación adicional a iniciativas para contrarrestar la violencia contra las mujeres.

Lo que Ballington tiene claro es que cuando más mujeres ocupan puestos de toma de decisiones, estas son «más inclusivas», «se escuchan diferentes voces» y se «crean soluciones distintas».

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