Otto Argueta, historiador e investigador de temas relacionados con crimen, violencia y política en Centroamérica.
La marginación, exclusión y discriminación estatal y social; la ausencia de oportunidades de desarrollo, el acceso ilimitado a armas, la ausencia de políticas integrales y prácticas familiares autoritarias y represivas son caldo de cultivo para que cada día se sumen más personas a las pandillas, asegura el experto en crimen y violencia.
Rodrigo Pérez
Mercado de armas e impunidad
Las pandillas son el reflejo de la sociedad. No son el mal de la sociedad, sino el resultado de los males de esta sociedad. Hay un mercado legal e ilegal de armas en el país que es enorme, es más fácil conseguir un arma que un buen libro. También está el tema de la impunidad y justicia, la cantidad de crímenes que no se resuelve es enorme, y las pandillas pasan por lo mismo, los crímenes contra ellos también quedan en la impunidad y si la Justicia no es capaz de interrumpir el ciclo de violencia en todos los ciudadanos; entonces, ese ciclo de violencia es imparable y las pandillas no son ajenas a eso. El Estado está para evitar que las personas tomen venganza con sus manos, pero cuando no cumple esa tarea, hay una sociedad que arregla los problemas con sus propias manos y ello incluye a las pandillas.
Sin políticas integrales
No hay políticas integrales para atender el problema de las maras y las que existen de la cooperación son limitadas y por parte del gobierno también. Hasta aquí no he conocido un programa de gran escala y debidamente diseñado para proveer a las personas que están en pandillas, de las necesidades sociales a las que tienen todo el derecho y las que podrían, de alguna manera, evitar la necesidad de buscar en la economía criminal la forma de subsistir. Que hay programas para otro tipo de población, sí, pero que se oriente específicamente a las pandillas, no. Lo que hay es la persecución policial, nada más. Y cuando se habla de prevención, no se llega a las pandillas, se queda en un nivel de jóvenes que no están en las pandillas, lo cual es muy bueno, pero no se está llegando a esta población, lo cual es absolutamente necesario.
Sociedad, iglesia y familia
Debemos aceptar que las pandillas no son el mal de la sociedad sino el reflejo ella. Y cuando digo esto, hablo de discriminación, exclusión, marginalidad y represión. Cualquiera de nosotros, en circunstancias extremas, recurriríamos a una pandilla para sobrevivir, proteger a la familia y proveer para la subsistencia. La iglesia tiene un rol importante y es llevar la idea de la tolerancia que tanto necesitamos en esta sociedad, lo tiene que decir abiertamente porque a la iglesia la escucha la población. La familia también es muy importante, se tiene la idea de que las pandillas son la consecuencia de la desintegración familiar, pero no todos los pandilleros provienen de lugares desintegrados. El problema es que tenemos una estructura familiar, integrada o desintegrada, que es receptora de prácticas sociales autoritarias, represivas y duras.